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“La creencia básica de nuestra sociedad – casi nunca formulada de manera explicita- es que la tecno-ciencia prevalecerá sobre las leyes de la física y la biología. Sin esa creencia no podría mantenerse la fe en el crecimiento económico constante y el “progreso”. Es una creencia profundamente irracional, pero la cultura dominante la mantiene contra viento y marea”. Esta aseveración es de Jorge Riechmann destacado poeta y filósofo español en su trabajo Eco-socialismo descalzo en el Siglo de la Gran Prueba.
Por Alfonso Madrid Echeverría
Crecimiento económico, tecno-ciencia, progreso, son conceptos claves que aparecen el siglo pasado. Pertenecen a un arsenal teórico, junto a otros como desarrollo sustentable y resiliencia, que han contribuido a creer, de una u otra manera, que nuestra especie es y sería capaz de superar cualquier obstáculo dentro del capitalismo, incluso un casi inevitable eco-suicidio del planeta si continuamos, como hasta ahora por la senda del Antropoceno. Dicho pensamiento ha sido el caldo primordial del capitalismo verde.

Se ha reconocido que cada vez sabemos más que podemos hacer, pero al mismo tiempo sabemos menos qué debemos hacer o dejar de hacer. Todo lo expuesto conduce a una sobre valoración de nuestras capacidades, alimentando ilimitadamente un antropocentrismo, que se piensa desterrado en el plano científico pero, que aparece majadero en la práctica cotidiana de nuestra relación con la naturaleza. Todo indica que poseemos y estamos placenteramente bien servidos de tecno-ciencia. Resta algo muy importante, que se traduce en un andar escasos de la sabiduría suficiente para poner atajo y orientar de manera conveniente nuestra propias capacidades.
La dupla ciencia – técnica es el gran logro de la modernidad en occidente. Se ha pasado de una forma de conocimiento en occidente, que ha convertido a nuestro mundo en el que este mismo, es el campo de operación y acción logrado a través de múltiples experimentaciones y sus consiguientes aplicaciones técnicas.
Ha sido desde que se produce este traspaso de conocimientos, donde así mismo se ha puesto en tela de juicio cual es el ámbito de cada una, llegando a ser hoy día casi indistinguible poder establecer estos limites.
Resulta hoy cada vez más reconocido el hecho de que la tecno-ciencia, es una de las palancas fundamentales del cambio estructural y del desarrollo (léase progreso) de cualquier sociedad. Dicha situación enceguese el pensamiento e impide, muchas veces, observar bajo que condiciones sociales, que abarcan la economía , la política y lo cultural, se desenvuelven tanto la ciencia, como la tecnología.
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El poder observar las relaciones recíprocas entre tecno-ciencia y sociedad, resultan importantes a la hora de afrontar el dilema ecológico global, que se desprende del muy creciente impacto que ejercemos sobre la Tierra, sobre todo durante el último siglo. Durante el tiempo mencionado, nuestra especie homo sapiens, se ha convertido en el principal actor de los cambios que se producen en la naturaleza. Dichas circunstancias condujeron al químico de la atmosfera, el holandés Paul Crutzen (premio Nobel por sus estudios sobre la capa de ozono), a declarar junto al limnólogo norteamericano Eugene Stoermer, que la influencia humana había conducido la Tierra, a una nueva fase de su historia geológica: el Antropoceno.
La tecno-ciencia en la era del Antropoceno
En esta nueva era, a la que se da comienzo a mediados del siglo pasado (tema aún en discusión) caracterizada por la existencia de sociedades tecnológicas y un gran poder para alterar los procesos y ciclos de la naturaleza, se ha dicho, que nuestra especie se ha comportado como un “aprendiz de brujo”, desatando capacidades productivas que al fin se vuelven demoledoras. Marx en la Ideología Alemana, señala que: en el desarrollo de estas capacidades, se llega a una fase en la que, bajo relaciones existentes, toda fuerza productiva representa al mismo tiempo, una fuerza destructiva de la naturaleza y una fuente de males para una parte de la humanidad, que está condenada a soportar todos los inconvenientes y ninguna de sus ventajas.
De esta manera, teniendo en cuenta la parte destructiva que acompaña a la producción y el carácter ambiguo del “progreso” tecnológico, es que la tecno-ciencia se vea impulsada y orientada fundamentalmente hacia los intereses del capital y no se encuentre suficientemente regulada por un poder democrático. Un ejemplo en Chile, como en muchos otros países del mundo neoliberal capitalista, es la creciente penetración de intereses privados en las Universidades, que hacen que las políticas de desarrollo investigativo, estén subordinadas al capital transnacional.
Al problema que describimos sobre la subordinación al capital, la tecno-ciencia por carencia de control democrático en la sociedad, se pone o es puesta al total servicio del capital y, a pesar de tal mayúscula y negativa situación, el problema no termina aquí.
No es solo que la tecno-ciencia no esté, o este de manera muy débil, controlada por la democracia. La tecno-ciencia se muestra hoy incapaz de controlar sus efectos y su propio desarrollo, el resultado es que se ve impulsada por una lógica meramente instrumental.
Antiguamente ,el avance científico – técnico era simplemente el resultado de la inventiva de algunas personas en el marco de una cultura que no era predominantemente científica; ahora, sin embargo, es el producto de una diversidad de condiciones. Ni siquiera depende de su relación con la economía y la política, lo que la hace ser vulnerable a una mínima intervención del ser humano, para que se produzca un progreso importante. Esta relativa autonomía hace que se muestre incapaz de prever sus efectos con todo lo que esto implica.
Si en la tecno-ciencia destaca sobre todo la instrumentalización del conocimiento científico, para cumplir el objetivo de lograr innovaciones tecnocientíficas comercialmente rentables, queda demostrado que bajo ese pensamiento las y los seres humanos que estamos por una cultura de vida, debemos luchar para oponernos a ese planteamiento que en la práctica y que mucha de las veces, se transforma patéticamente en prueba irrefutable de una cultura de destrucción y muerte.
Nuestra especie, a partir de la década de los años 50 del pasado siglo, comenzó en un periodo singular en la historia de su permanencia en el planeta. Se conoce como el periodo de Gran Aceleración. Fue en este periodo donde se produce la ruptura socio- ecológica iniciada en la llamada fase fordista del capitalismo. El periodo en cuestión presenta algunas importantes características que resaltan, como por ejemplo: que entre 1950 y el año 2000, el consumo mundial de energía primaria se multiplicó por cinco, lo que posibilitó que a escala planetaria en el mismo periodo el Producto Interno Bruto (PIB) mundial se multiplicara por siete, que la población humana por algo más de dos y las emisiones de CO2 casi por cinco. Estas últimas, como sabemos, son las causantes del llamado efecto invernadero reconocida causa del calentamiento global del planeta.
Podríamos atribuir la causa de esta “gran aceleración” directamente al fenómeno descrito más arriba con la explicación siguiente. La relativa autonomía de la tecno-ciencia, hace que la misma se muestre incapaz de prever sus efectos. La mentalidad científico- técnica ha llevado a un reduccionismo y fragmentación del saber que ignora la realidad eco-social.
Uno de los atributos negativos para nuestra especie, pero causa del éxito de la tecno-ciencia, es que es incapaz de valorar la biosfera en toda su complejidad, basada fundamentalmente en una prodigiosa interdependencia de sus elementos y del sinnúmero de relaciones causales que interactúan en ella. Esta condición previsible en su generalidad, hace que la incorporación de nuevos elementos técnicos pueden desencadenar un conjunto imprevisible de consecuencias no deseadas, caracterizadas despectivamente como efectos colaterales.
Podríamos concluir señalando, que el impulso que sostiene el constante e ininterrumpido flujo de tecnologías, es el incremento del deseo y la voluntad de dominio humano, a veces traducido como ansia de poder, de una manera que no tiene mucha relación con la satisfacción de las necesidades humanas.
Las crecientes y amenazadoras potencialidades que brinda la tecno-ciencia en el Antropoceno, exigen que cada cuestionamiento, que cada interrogante sobre progreso, o en nuestro caso, sobre avance científico se responda democráticamente y con sabiduría, contando como es de suponer, con una sociedad bien informada que continuamente se cuestione sobre la pertinencia de desarrollar o no aspectos tecnocientificos, debata los motivos y analice por sobre todo las consecuencias. Como muy acertadamente lo ha señalado Santiago Álvarez Cantalapiedra: “En el Antropoceno, la disminución de la capa de la conciencia es aún más peligrosa que la de ozono”(1).
(1) Santiago Álvarez Cantalapiedra, es Director de FUHEM Eco social. Doctor en Ciencias Económicas. Su campo de investigación abarca las necesidades y el bienestar social; los determinantes económicos de la crisis eco social actual y el estudio de las transiciones socioeconómicas en el contexto del cambio global. Director de la revista Papeles de Relaciones Eco sociales y Cambio Global.