Marcos Spiro Derpich está condenado a 20 años como coautor de siete homicidios calificados, cometidos el 23 y 24 de Agosto de 1984, en la ciudad de Los Angeles, Concepción, Talcahuano y Valdivia.
FUNAN a represor de la dictadura, cuando tranquilamente se tomaba un café en Providencia.
Marcos Spiro Derpich Miranda, alias el “gitano” o “Nicolas Bavarovic”, se desempeñó como vicedirector de la represiva CNI y jefe de la división regional que funcionaba en el cuartel Pedro de Valdivia de la ciudad de concepción. En este cargo planificó y dirigió un gigantesco operativo, que movilizó a cerca de 200 agentes para seguir, neutralizar y eliminar al MIR en cinco ciudades al sur del país.
Los días 23 y 24 de Agosto de 1984, fueron asesinados en Concepción Nelson Herrera y Mario Lagos, en Hualpén. Luciano Aedo y Mario Mujica, en los Angeles y en Valdivia, Juan José Boncompte, Rogelio Tapia Y Raúl Barrientos.
Derpich cometió crímenes mano a mano con Albaro Corvalán en la CNI, proviniendo de la DINA. Su paso por ese organismo criminal quedó retratado en la investigación del ministro Jorge Cepeda, quien lo acusó por el secuestro del funcionario CobreChuqui, David Silberman, junto al director de la DINA Manuel Contreras, al Brigadier Marcelo Moren Brito y al agente Carlos Labarca Sanhueza, señalando que eran responsables en calidad de autores del secuestro, aunque finalmente fue absuelto.

El 4 de Octubre de 1974 miembros de la DINA sacaron a Silberman de la penitenciaría, en donde permanecía recluido tras ser sometido a Consejo de Guerra en Calama. El supervisor de la actual CODELCO fue visto en los cuarteles de la DINA como “José Domingo Cañas” y “Cuatro Alamos”.
También está involucrado en el asesinato de Tucapel Jiménez y en el fraude conocido como “La Cutufa”.
Este criminal jamás imaginó que una de sus vístimas lo reconocería y que volviera a revivir todo el sufrimiento que pasó en sus manos al verlo, impune y felíz de la vida, sentado en el café “Thayer” de Avenida Providencia con Luis Thayer Ojeda, y que aún más sorprendería de verlo varias veces compartiendo un café de forma rutinaria.
La impunidad institucionalizada permite que los criminales estén cada día a nuestro lado, que se sientan a tomar un café y contarse sus “historias de guerra”, como si no fueran violadores de derechos humanos.
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Texto: Comisión Funa.