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“El otro día me senté en un restaurant con una amiga Llega la encargada de atendernos, nos saluda con una sonrisa y se da el siguiente diálogo:
– Hola chiques!
– Chiques? le dije yo, también con una sonrisa.
– Así es, somos un bar inclusivo! (dijo con orgullo).
– Mira que bien, me viene bárbaro entonces, porque en un ratito viene mi hermana que es ciega. Tienen la carta en Braille?
– Ay no, eso no tenemos.
– Opa! Y no vas a creer, pero viene con mi hijo, que es autista. ¿Carta con pictogramas para la gente autista, tienen?
– Y no, perdón… Me dijo visiblemente nerviosa.
– No te hagas drama, suele pasar. Me imagino que lenguaje de señas para los clientes sordos deben saber… cierto?
– La verdad me estás matando. (me contesto sonriendo nerviosa).
Ella ya no estaba cómoda, sonreía con vergüenza, un poco de culpa, y un poco de embole también. Y ahí le dije:
– No te hagas drama, suele pasar. Pero entonces lamento contarte que no son un bar inclusivo, son un bar progre de cotillón, parte del triste relato que está de moda. En este caso de tu bar, esta gente no podría hacer algo tan básico como comunicarse y pedir de comer o beber.
Quieres ser inclusivo? Incluí a todos ellos, y todos los que el sistema directamente no da lugar. Es difícil, sí y mucho, pero no debemos ser tan hipócritas como sociedad.”
(Copiado de las Redes Sociales)
Encontrado entre tanta mierda y sentidos comunes, simples reflexiones.
