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Roedores de todos los pelajes y trajes, expanden sus orejas buscando ecos de carraspeo acechantes. Fanáticos recalcitrantes y dogmáticos/reumáticos, dictan cátedras.
Si sucede en Europa es importante y alarmante, cuando ocurre en otras latitudes, es anecdótico.
En América Latina el virus Dengue infecta cada año a millones de personas, casi 100 millones a nivel mundial. El paludismo afecta entre el rango de 500 mil a 2 millones al año en África, afectando especialmente niños. ¿Titulares al respecto?
La lista de virus, más peligrosos que el corona virus, es extensa, pero baladí en estas horas pandémicas de rating viral, porque ahora nos sucede a nosotros, ahora Sí es importante la salud.
Quizás quienes promueven y mueven una y otra vez la alarma, lo hacen para esconder sus propias carencias, sus propias infecciones. “Ahora no, el virus se arrastra por las veredas virulentas. “Después, hoy no”. Diestros y siniestros nos enseñan que un cítrico crítico se puede exprimir una y otra vez hacia las aspas de sus molinos o remoliendas.
Este virus ha caído del cielo para algunos. El comodín político/social espontáneo o manufacturado, otea por las verijas. Conspiranóicos los unos, bipolares e histriónicos los otros, opinan. Sálvense quien pueda, el apocalipsis vía whatsaap captura las pantallas.

La selección natural irrumpe con diabólica precisión quirúrgica, principalmente en contra de los viejos. Bastante bien le haría a este país que desaparecieran algunas reliquias. Como ciertos burócratas vitalicios, como ciertos políticos nepotistas, como ciertos chupasangres empresariales y también, por qué no decirlo, varios componentes del muchas veces, sobrevalorado e idealizado, “pueblo”
Aunque por lo general, los señorones, son los primeros en escabullirse de sus pocos deberes, debido a la importancia de sus puestos, dejando al perraje enfrentando los pisos o los pasamanos. Capitanes que huyen en sus yates privados u obtenidos con el erario o con los aportes de quienes dicen detestar, dejando la tripulación a su suerte. Comandantes que ordeñan y ordenan sus peones a distancia.
Venatorio de virus bípedos saquean el papel higiénico. La acción habla por sí misma. Las librerías morirán vírgenes. (Mejor guardar decoroso silencio con las estadísticas del herpes)
Y así con la exquisita irracionalidad humana de comportarnos con solo fragmentos de una verdad, de un fenómeno dado, sin importarnos la totalidad de un hecho en su especificidad.
¿Y los muertos por el alcoholismo en este país de borrachos? ¿Y la pandemia de antidepresivos recetados? ¿Y la tasa de suicidios cómo va? ¿La obesidad y la carencia de comidas decentes? ¿Y la plaga de privatizaciones, cuántos muertos lleva contabilizados?
En fin. La enfermedad de moda. “El amigo del primo de una vecina que tiene un pariente que…”
Breve estornudo psicótico y psicosomático.
Para sortear la censura de Youtube y Google, nuestros videos en la plataforma de videos Odysee
La tos frecuente de algunos puede ser motivo de linchamiento público por los límpidos en estas horas turbias de turbas sanitarias.
Nadie quiere contagiarse, o mejor dicho, nadie quiere morirse. Varios quieren seguir viviendo por un largo, largo tiempo. ¿Para qué? ¿Los malls extrañarán sus compras? ¿Los matinales extrañarán sus llamadas? ¿Los espejos de los gimnasios extrañarán sus muecas fingidas?
SI el virus tuviese un equipaje genético ideológico eugenésico o nazi como postulan algunos, ha sido una falla total, porque los que cuestionan y revolucionan una sociedad son los jóvenes, raramente los viejos.
Lo que ha proliferado exponencialmente en estas últimas dos semanas, son los biólogos, los doctores, los expertos en química. Debe haber unos mil profesionales por cuadra. En este país no hay giles, son todos vivos, todos suspicaces y locuaces. A propósito, si somos tan inteligentes y conscientes, ¿por qué nos va como nos va? ¿Dónde viven los imbéciles a quien culpar, quiénes son?
Los detractores de la ciencia. Los sabelotodo, los santos, los espirituales, los distintos, los elegidos, los holísticos, los chamanes, los tarotistas, se untan las manos, todos con el mismo alcohol desinfectante. Si fuera por seguir sus ideologías, todavía estaríamos viviendo en cuevas asando carnes con un palo.
Si no tuviste corona virus cuando pequeño, no tuviste infancia.
Que se vayan a la iglesia, al salón de yoga, a las flores de bach, a su orinoterapia, que sigan promoviendo no vacunarse, o curarse con acupuntura, reikki, electrohomeopatía y otras delicias más de los detractores de la ciencia. Que se laven las manos con agua bendita.
Oh Dios ajeno, bendice estos antibióticos y la paranoia de parásitos y su parafernalia de psicosis colectiva que desean seguir viviendo para hacer sus aportes de compras mensuales. Paranoia y noria de desgracia ambulante quejumbrosa donde varios se cubren las máscaras con un trozo de rostro plastificado.
Los mismos que rasgan vestiduras a favor de la libertad, ¿ahora resulta que exigen cuarentena total? Si se hubiese decretado cuarentena total, ¿qué dirían los apóstoles y vendedores del pensamiento unificado? Qué país simpático, como de atar, como de patio.
Separados venceremos.
Nadie pide un sistema inmunológico más fuerte, piden un virus más débil.
Entonces frente a este súper-resfriado, protéjase. Termine de fumar. Termine de alcoholizarse, de drogarse. Deje a un lado el azúcar.
Mejore la calidad del aire, camine, bájese del auto. Menos comida basura, conozca en persona un brócoli. Termine con sus malditos insistentes asados bulliciosos e irrespetuosos contra sus vecinos, que el estrés baja las defensas, aproveche de bajarle el volumen a sus bodrios cantados, que eso también ayuda.
La próxima vez que aparezcan los que privatizan la salud, termine de decir estupideces como; “todos los políticos son iguales o el presidente que tengamos, hay que trabajar igual” y elimínelos de su vida.
Apruebe cambios que modifiquen y mejoren, por ejemplo, el desarrollo científico del país, mire que aquí sólo se ha inventado el agua en polvo. Apruebe cambios, no estancamientos que son el caldo de cultivo de tantos males.
El drama avanza, pero esta vez no estamos solos. Somos parte del concierto mundial de desgracias. No es terremotico que a nadie importa. No, con la magia de Facebook todos somos dolientes y conscientes del dolor de los otros. Podemos decir, orgullosos y dramáticos: “Nosotros también, nosotros sabemos, nosotros entendemos” Da lo mismo si hasta hace poco las consignas coreaban muerte a los viejos vinagres ó insensibles, porque ahora resulta que nos preocupan enormemente.
El Virus Corona sirve más que para poner una máscara, desenmascararnos. Repentinamente ahora somos más limpios que los demás. Y hay lapidaciones sociales a quienes osen toser en público y muestren síntomas de haber sido mordidos, cual zombis, porque se arriesgan ser quemados en las plazas públicas o virtuales.
La desgracia siempre ayuda a mi compadre, terremotos, maremotos, virus, los 33, incendios.
Mención aparte merecen los padres de pacotilla. Esos que ahora valoran y extrañan al profesor o a la tía que les cuida los críos hasta avanzada la tarde. Ahora No los verán de 18 a 20 para luego acostarlos. No es el fin de semana, donde los crían y amamantan con youtube o netflix. Por eso ladran y maldicen, no por el virus, sino por tener que quedarse obligatoriamente a cuidar a sus propios hijos.
Cuando se caiga internet por una semana, esa Sí que va a ser una tragedia de corte dantesco.
Hasta el enemigo puede tener razón, hasta nuestro peor antagonista puede estar en lo correcto. Se nota bastante la falta de educación, toda vez que proliferan como callampas los farsantes, los expertos, los arrogantes, los narcisos heridos en sus vidas chatas y operan bajo la mecánica del rebaño y baño de asnos que se comporta de acuerdo a cómo se lo dictan los medios o sus partidos.
Los jóvenes viven, los viejos mueren. Sabiduría natural y normal.
Lo importante son los niños. Lamentablemente, no los dinosaurios con sus sillones y control remoto.
Larga es la lista de razones para menospreciar y discriminar a los demás en este país, agréguese esta calamidad también.
Por lo general quienes le temen a la muerte en forma morbosa, son los egomaníacos y aquellos que comprenden que su vida ha sido sólo utilería vacía, vacua, vanidad de vacilón viral de verrugas que quieren vivir sólo por vivir y ahora, justo ahora, les llega su arrepentimiento de bacterios y amebas buenas.
Mesura, cordura, calma. Un poco de elegancia y desinfectante en horas aciagas.
Para Prensa Opal: Andrés Bianque Squadracci.