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LA RADICALIZACIÓN DE LA CONCIENCIA DE CLASE

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La matanza de la escuela Santa María de Iquique constituye, a no dudarlo, un hito muy importante dentro de la historia de nuestro país. Muy por encima de su real importancia como acontecimiento concreto, y como ya hemos visto en términos generales, ella está revestida de múltiples significados, tanto para la historia del movimiento obrero como para la del Estado-nación, de tal suerte que llega a surgir como una forma de catalizador histórico. El 21 de diciembre de 1907 cierra–para los historiadores marxistas— toda la etapa inicial y formativa de la historia del movimiento obrero chileno, caracterizada por la estructuración de una clase obrera propiamente tal y de los primeros momentos en su despertar a la conciencia reivindicativa. A la vez representa, para ellos, una transición hacia etapas de mayor radicalización en la lucha de clases141. Por su parte, y otorgándole tal vez mayor importancia aún, para la historiografía conservadora Santa María de Iquique llega a representar el término definitivo del consenso nacional. Sin embargo, pese a su relevancia, este hecho marcaría para ambas corrientes el inicio de un relativo repliegue en la movilización popular, la cual aparentemente no resultaría coincidente con una profundización y radicalización del conflicto social.

De esta forma, para la historiografía, la radicalización del movimiento obrero basado en una mayor conciencia de clase es la gran consecuencia de la matanza de Santa María, pero que además coincidiría con el inicio de una etapa de descenso de la movilización popular.

La presencia de esta contradicción, a nuestro juicio proporcionaría una explicación insuficiente al proceso de formación de la conciencia de clase, ya sea si consideramos a ésta como el resultado de la experiencia organizativa popular de comienzos de siglo o como fruto de la represión con que fue enfrentado en general el movimiento social durante este período y de la huelga iquiqueña en particular. Ello nos obliga a centrar nuestra atención en el impacto generado a raíz de la matanza de Iquique, buscando respuestas en el comportamiento real y discursivo de los diversos actores sociales y políticos, tanto en el ámbito nacional como especialmente tarapaqueño. Ellos nos aclararán las implicancias de este hecho, a nivel del acontecimiento mismo y de sus más amplias consecuencias, especialmente en lo referente a la radicalización posterior del conflicto social y sus repercusiones en la difusión de la conciencia de clase en el proletariado chileno.

Dicen que las Mineras “mueven montañas”, pero también mueven a gobiernos autodeclarados como ecologistas, mueven a los medios que lavan su imagen, a las corporaciones “culturales” que “entretienen” con cuanta exposición, concierto u obra de teatro, disfrazando el terrorismo empresarial que cotidianamente destruye lo poco que va quedando. Lo que no se mueve, es un pueblo adormecido por la droga mediática y enfermo de individualismo....Por Cefiro Humor Gráfico

 

Para Hernán Ramírez, la radicalización del conflicto social está caracterizado porque “…la feroz masacre de la escuela Santa María de Iquique profundizó el ánimo de rebeldía…de los trabajadores; éstos abrieron más los ojos, evaluaron y criticaron las condiciones en que estaban sumidos; muchos velos que cubrían su espíritu se fueron rasgando. …En pocas palabras: los sectores más avanzados del proletariado comprendieron cabalmente que el sistema capitalista en su totalidad –tanto en su aspecto económico como social, político como militar, ideológico como cultural—era un gigantesco y bien estructurado sistema que se nutría de la explotación y opresión que padecían los trabajadores.

Y así pudieron llegar a una conclusión esencial: para asegurar a los trabajadores su completa emancipación …era preciso luchar con todo el régimen capitalista, que era preciso destruir los cimientos sobre los que descansaba y construir, en su reemplazo, un régimen totalmente nuevo, esencialmente diverso, dirigido por los trabajadores”142.

Sin embargo, poco nos dice respecto a los mecanismos concretos que llevaron a los trabajadores a una mayor rebeldía, y menos aún respecto a cómo los sectores más avanzados del proletariado llegaron a comprender la dinámica del sistema capitalista y asumirlo como su enemigo. En otras palabras, cómo y por medio de qué mecanismos es que sería posible el que junto a la radicalización del conflicto social se experimentara una profundización en la conciencia de clase. Sin olvidar que esto coincidiría con una etapa de desmovilización social y reivindicativa.

Al referirse específicamente a este asunto, Ramírez explica el surgimiento de la conciencia de clases al fragor del desarrollo del conflicto social. Para él es en los enfrentamientos mismos donde “se va templando la conciencia proletaria, la capacidad de lucha de los trabajadores se acrecienta y sus organizaciones se perfeccionan, adquiriendo orientaciones y fijándose objetivos cada vez más certeros”. Asimismo, luego de enumerar los principales acontecimientos que caracterizan al movimiento popular de principios de siglo indica que “con todo lo que ella [esta conflictividad] entraña como expresión de palpitante acción popular revela que …la conciencia de clases de los más avanzados trabajadores chilenos se hizo sólida, coherente, completa”(143).

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Con ello, este autor nos señala el surgimiento y consolidación de la conciencia de clase como un proceso que corre muy de la mano con la propia acción y por ende experiencia política y reivindicativa de los trabajadores. En este sentido, Luis Vitale coincide con Ramírez al caracterizar este período, aunque en términos temporales más amplios, como de “ascenso, autonomía e independencia de clase”. Para él, “La conciencia de clase comenzó a desarrollarse a fines del siglo XIX, de manera inequívoca con la primera huelga general (1890), y fundamentalmente, en las primeras décadas del siglo XX con las luchas de las sociedades en resistencia y las mancomunales, las rebeliones de 1903 en Valparaíso y de 1905 en Santiago, la huelga y movilización popular de Iquique en 1907 y los sucesivos movimientos de protesta hasta la toma de Puerto Natales en 1919”. Dicho en menos palabras, para Vitale, “la conciencia se fue forjando en la acción”(144).

Este problema ha sido específicamente planteado por Enrique Reyes, quien al analizar los estudios del movimiento obrero señala que en ellos, “históricamente no se plantea en forma correcta la descripción historiográfica de la toma de conciencia proletaria, y surge también un problema que no es tal, la ubicuidad en un tiempo …de un proceso que sólo ha sido tomado en su parte formal”, ya que para él –y en base especialmente a su lectura de Marcelo Segall, Julio César Jobet y Hernán Ramírez Necochea—en el tratamiento del origen de la conciencia de clase “pierde su exacta dimensión el problema, al planteárselo en forma unilineal, como mera descripción del desarrollo del movimiento obrero, y lo que debiera ser determinación específica de una forma o grado de conciencia cualitativo que surge inherente, y a su vez se hace evidente, a partir del concepto de lucha de clases, se torna narración de hechos, a la que falta el nexo cualitativo”145. Luego de detectar esta deficiencia y de intentar superarla durante su estudio, concluirá “que es el grado, condición y situación de explotación dentro de la estructura productiva de la minería [especialmente bajo el ciclo salitrero] y de todas aquellas actividades condicionadas por el desarrollo de las mismas, el que determina una conciencia y representación inmediata, individual y colectiva, una consideración potencial de intereses homogéneos frente a la estructura y frente al elemento propietario que la representa”146. Sin embargo, al terminar, este autor vuelve a centrar la atención como eje del proceso formativo de la conciencia de clase en la experiencia y en la labor conductora de las organizaciones populares, al señalar que “la derivación práctica de estos conceptos y situaciones señaladas lo constituirán la lucha reivindicativa propiamente tal, la gradual y creciente toma de conciencia que implica la misma para la masa trabajadora, expresión de lo cual serán las organizaciones a través de las cuales los asalariados nortinos conduzcan su acción”147 .

Sin desconocer en ningún momento el rol que le cabe a las acciones de los trabajadores y especialmente a la experiencia que el movimiento popular ganó con ellas, o a la vivencia de la explotación, primero para la conformación de una clase y posteriormente para la adquisición de su conciencia, este proceso no sería en ningún caso algo mecánico, no operaría automáticamente. Basta reconocer para ello como Julio Pinto ha demostrado ampliamente el papel que la experiencia tanto reivindicativa como asociativa ha jugado en la transición desde una rebeldía peonal –altamente espontánea— hacia formas de protesta popular mucho más estructuradas, planificadas y concertadas que reflejan su mayor nivel de politización148. Sin embargo, tal cual lo vemos expresado en Ramírez y Vitale, el centrar la maduración de la conciencia de clase en el mismo accionar popular nos proporciona—en nuestra opinión—una explicación de este mismo proceso, que si bien contribuye a su entendimiento, resulta bastante pobre, ya que sólo indicaría qué es lo que acontece pero sin develar el cómo ocurriría. Así, pese a ser algo irreverente, algo de razón encontramos en las palabras de James Morris cuando indica que “los marxistas chilenos [refiriéndose específicamente a Ramírez y Jobet] no han tenido ninguna imaginación para explicar el desarrollo de un movimiento revolucionario en su país. Han dado el fenómeno por sentado, como el resultado inevitable del devenir de la historia”149 .

En este sentido, consideramos más relevante el profundizar en torno a cómo ocurre el proceso de conformación de la conciencia de clase enmarcado en una situación concreta de clase, por cuanto coincidiendo con Lukács, estimamos que “la conciencia de clase no es la conciencia sicológica de proletariados individuales o la conciencia sicológica (de masa) de su conjunto…, sino el sentido, devenido consciente, de la situación histórica de clase” y que donde la experiencia cobra un lugar central, sobre todo si ésta ayuda a quienes la viven a lograr una mayor comprensión de su situación de clase y con ello “penetrar hasta la conexión real con la totalidad”150 de la sociedad. En esta misma línea y orientado a comprender el complejo proceso de formación de conciencia, los planteamientos de E. Thompson parecen claves. Según él, “la clase aparece cuando los hombres, como resultado de experiencias comunes (heredadas o compartidas) sienten y articulan la identidad de sus intereses entre ellos y contra otros hombres cuyos intereses son diferentes (y corrientemente opuestos) a los suyos. …La conciencia de clase es la manera como se traducen estas experiencias a términos culturales encarnándose en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales”151.

Por ello, para catalogar el impacto de Santa María de Iquique en la profundización de la conciencia de clase del proletariado tarapaqueño y nacional, parece fundamental observar precisamente la o las traducciones de este hecho en el saber popular o, al menos, en las de sus organizaciones, ya que solo ahí podríamos encontrar la explicación a cómo un acontecimiento concreto –en este caso la masacre obrera— influiría en dicho proceso, el que sin duda es de mucho mayor alcance.

Fragmento de la tesis:

MOVIMIENTO SOCIAL, POLITIZACIÓN POPULAR Y CONCIENCIA DE CLASE EN TARAPACÁ, 1907 – 1912.

La lectura historiográfica de la matanza de santa maría: la radicalización de la conciencia de clase. Universidad De Santiago De Chile Facultad De Humanidades Departamento De Historia. Tesis para optar al grado de magister artium en historia profesor guía: JULIO PINTO VALLEJOS alumno: PABLO ARTAZA BARRIOS.

Notas:

  • 141 : Este punto ha sido abordado por Sergio Grez Toso, quien ha mirado el período tratando de identificar tanto los cambios como las continuidades que durante esta etapa detecta. Ver su breve artículo “1890-1907: De una huelga general a otra…”, op. cit. Ideas que desarrolla en mayor profundidad en su reciente artículo “Transición en las formas de lucha: motines peonales y huelgas obreras en Chile (1891- 1907)”, en revista Historia, N° 33, Año 2000, Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile, Santiago, pp. 141 a 225.
  • 142 Hernán Ramírez, Origen y formación…, op. cit., pp. 47 y siguiente. Ver también Alejandro Soto Cárdenas, Influencia británica…, op. cit., p. 46.
  • 143 Id. ant., respectivamente pp. 42 y 52.
  • 144 Luis Vitale, Interpretación marxista…, op. cit., pp. 105 a 128. Las citas corresponden respectivamente a las pp. 106, 124 y 125
  • 145 Enrique Reyes, “El desarrollo del Ciclo Salitrero…”, op. cit., p. 16
  • 146 Id. ant., p. 18.
  • 147 Id. ant., p. 21.
  • 148 Al respecto ver Julio Pinto Vallejos, “Rebeldes pampinos: los rostros de la violencia popular en las oficinas salitreras (1870-1900)”, “En el camino de la Mancomunal: Organizaciones obreras en la provincia de Tarapacá (1880-1895)” y “¿Cuestión social o cuestión política? La lenta politización de la sociedad popular tarapaqueña hacia el fin de siglo (1889-1900)”. Correspondientes a los capítulos III, IV y VI de su libro Trabajos y rebeldías…, op. cit
  • 149 Ver James Moris, Las elites, los intelectuales…, op. cit., p. 104
  • 150 El concepto de conciencia de clase, su función en la historia y el papel que juega en este proceso la transición desde la visión particular de sus respectivos intereses de clase a una comprensión cabal que concierna a la totalidad de la sociedad, ha sido profundamente trabajado por Georg Lukács y resulta muy esclarecedor el texto Conciencia de clase, contenido en su libro Historia y conciencia de clase, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto del Libro, La Habana, 1970 (1922ª), pp. 77 a 109; las citas corresponden respectivamente a las pp. 102 y 82. Eric Hobsbawm realiza interesantes comentarios respecto a este texto de Lukács en su escrito “Notas sobre la conciencia de clase”, en su libro El mundo del …, op. cit., pp. 29 a 50.
  • 151 Edward Thompson, La formación histórica de la clase obrera, Editorial Laia, Barcelona, 1977, Volumen 1, p. 8. Ver también Volumen 3, capítulo 16.

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