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Días de solidaridad en ex centro de torturas

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El 3 de marzo inició este movimiento y fue una de las primeras ollas de Chile en establecerse, señaló Mario Mardones, uno de los principales organizadores. “Se transformó en algo hermoso. La historia de este lugar, la pena que significó para muchos, se convirtió en alegría. Lo que hoy finaliza, da origen a una nueva semilla. Una que germina mirando el futuro con la frente en alto, más consciente que nunca y ansiosa de iniciar este nuevo país”.

Olla Común “Barrio Zapadores” ofreció su último almuerzo

LOS 150 DÍAS DE SOLIDARIDAD

Después de 5 meses de incansable trabajo, llega a su término la olla común “Barrio Zapadores”. Ubicada en la comuna de Recoleta, en la Población Lo Aránguiz Sur, el que fue un cuartel de la Policía de Investigaciones durante la dictadura militar, se convirtió en el comedor que los días martes y jueves ofreció incesantemente 700 raciones de almuerzo semanales.

Al acercarme al lugar, el olor a comida casera se sentía e invadía todo. Olor acogedor, a esfuerzo, calor humano y sobre todo, generosidad. Y, para el último día, uno de los principales organizadores y cocinero, Mario Mardones, nos cuenta que eligieron de menú porotos negros, receta cubana brasileña, con una guarnición de arroz.

Según nos comenta, el 3 de marzo inició todo este movimiento y fue una de las primeras ollas de Chile en establecerse. “Todos nos conocimos acá, nos coordinamos y empezamos a trabajar unidos y autogestionados. Esta es la energía del recoletano, donde siempre hemos sido combativos y solidarios”.

Finalmente, en la medida que fueron conversando, concluyeron que sus historias eran similares, y que fue la Plaza Dignidad, ex Baquedano, donde realmente partió todo. De esas tardes manifestándose en pleno verano, donde la convicción se reafirmó y el virus de la solidaridad se propagó hasta Zapadores, en medio de una pandemia y un país agobiado por la insensatez y la apatía de sus gobernantes.

Inicio

En un principio partieron en la plaza Salvador Allende, sector conocido como La Valleja, frente al parque Santa Mónica y, tras las gestiones de una dirigente vecinal, consiguieron una sede, que hasta el año 93 albergó a la PDI. Luego, pasó a ser un centro de manualidades para la tercera edad que estaba en desuso debido a la pandemia y,  hasta hoy, fue la cuna de la “Olla Común Barrio Zapadores”.

Según nos relata, la ayuda siempre fue vecinal y nunca se acercaron al  municipio a pedirla, ya que la recepción entre los vecinos fue excelente, los que cooperaron con donaciones, dinero y manos para apoyar. “Nos ganamos su confianza y entre todo armamos este proyecto”, agregó.

En ese sentido, la empatía de la gente se hizo notar. Por ejemplo, desde la carnicería del barrio les regalaban carne, debido al trato igualitario y siempre con las puertas abiertas para todos los que lo necesitaran.

Aunque no estuvo exenta de problemas, debido al intento de politizar la iniciativa por parte de un concejal del partido comunista, el tema no pasó a mayores, ya que junto al Colectivo Lo Aránguiz, quienes jugaron un rol fundamental en el proyecto, siempre se desmarcaron de la influencia partidista, haciendo un trabajo horizontal y sin colores. Asimismo, la presencia policial fue pan de cada día. El hostigamiento de civiles y militares fue recurrente, amedrentándolos por ser la única olla común no inscrita en la municipalidad. Sin embargo, su nefasto actuar, no fue impedimento para funcionar, ya que cumplieron con todas las medidas sanitarias y los test Covid que permitieron llevarla a cabo.

Colectivo Lo Aránguiz

El Colectivo Lo Aránguiz estuvo presente desde un comienzo. “Primero nos prestaron equipamiento, como mesones, cocinas y sobre todo, su incondicional aguante, haciendo de esto un trabajo maravilloso”, relató Aurora Luncumilla, cocinera y pobladora del barrio.

No sólo destacó la fuerza vecinal para concretar la olla común, sino que también fueron varias las campañas realizadas en todo este tiempo. Fue así como comenzaron a repartir mercadería entre las personas que llegaban al lugar, entregando más de 1000 cajas con alimentos.

Este mesón solidario ayudó por más de 150 días a las personas que necesitaban alimento, quienes pudieron retirar frutas y verduras para cocinar, logrando incluso concretar la donación de 96 balones de gas para los vecinos. También hubo donación de libros, con más de 200 ejemplares, para quienes fueran a comer pudieran llevarse uno. Desarrollaron además, huertos comunitarios y la ecología de reciclaje, ya que nunca utilizaron plumavit y redujeron siempre la basura, compostando todos los desechos orgánicos y logrando la recuperación de un espacio en la plaza con la que colindan.

Centro PDI

Según relatan los pobladores, durante la dictadura, este fue un centro de detención donde se torturó a prisioneros. Dada su historia, resulta conmovedor ver como este espacio fue renovado con energías positivas, dejando atrás las horribles huellas del pasado.

Hubo gente, nos cuentan, que temerosamente entró al lugar, recordando las vejaciones sufridas y emocionándose hasta las lágrimas. Sin embargo, enfatiza Mario, es algo que incita a seguir adelante, recordar cada día en que se ayudó y lo que debe quedar en la memoria, que también es la totalidad en su historia.

A pesar de que hoy es su último día de funcionamiento, este proyecto social “se transformó en algo hermoso. La pena que significó para muchos, se convirtió en alegría dentro del actual contexto. Lo que hoy finaliza, da origen a una nueva semilla. Una que germina mirando el futuro con la frente en alto, más consciente que nunca y ansiosa de iniciar este nuevo país”, sentenció un orgulloso Mario Mardones.

Créditos:

Fotografías: Colectivo Lo Aránguiz – Mario Mardones (IG: ollacomunbarriozapadores)

Periodista: Patricio Tapia Ahumada “Daki Giros” (IG: p.tapia.ahumada_dando_giros)

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