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A quién le cabe duda que la política chilena se ha transformado en un retail de ofertas y votos para la contienda electoral.
Antes del 18 de octubre la discusión de las camarillas políticas fue acomodar a sus cuadros en esos míticos “Excel”, que operadores políticos realizan en sus giras por todo Chile. Listas de gobernadores, alcaldes y concejales, cocinadas entre cuatro paredes. Había que insuflar a los sacrificados “políticos profesionales “de recursos para sus campañas políticas.
Las votaciones son un juego de dinero, negocios que deben ser pagados, la ley electoral asigna cerca de mil pesos por cada voto, partidos a financiar en el interregno entre cada elección en Chile que suelen ser espaciadas; hasta ahí todo iba viento en popa y se arreglaban los bigotes a piacere, pero se apareció el ciudadano de a pie enarbolando las banderas de petitorios que el sistema político y sus representantes hasta el día de hoy han sido incapaces de satisfacer. Las consignas ochenteras que Los Prisioneros gritaron en la dictadura, son plenamente vigentes hoy, más que nunca. La política oficialista se derechizó y los que tratan de flotar se volvieron acuosos, sin forma y poco claros, lejos de los ciudadanos carentes de legitimidad.

El sistema democrático representativo que hoy tenemos, regido exclusivamente por partidos políticos como eje bisagra, controlan administrativamente los liderazgos y en muchos casos las operaciones políticas, excluyen a los movimientos sociales, no a todos claramente, sólo a los que no sirven a sus fines, el resto deliberadamente invisibilizados o utilizados cuando la ocasión requiere su presencia.
Después del fin de la dictadura, los movimientos sociales fueron silenciados y en algunos casos utilizados para chantajear a la derecha, en otros simplemente desmovilizados, porque eran contraproducentes con el sistema democrático heredado de la dictadura, se dijo. Sin embargo, se fueron fortaleciendo (siempre existieron) ante la pauperización de la democracia electoralista y excluyente que propalaron los gobiernos de la concertación que terminaron por reconocerse como partido del orden. Desde ese tiempo el clivaje producido generó dos fuerzas. Una claramente oficialista, alojada en el parlamento, partidos políticos, cuadros del estado dispuestos a pulular, vivir y sobrevivir en el estado. El otro el de la calle, el del movimiento social, ese que se organiza en colectivos para sobrevivir y levantar sus demandas en soledad porque el poder no los escucha. Aquel que bajo una lógica de la reivindicación legitima, salió a la calle el 18 de octubre para decir basta.
Las dos izquierdas.
En la lectura de este panorama actual en proceso acelerado y cambiante, la “izquierda oficialista” muy homogénea y compacta en su proceder, partidos políticos financiados que buscan hegemonizar a como dé lugar el debate y los espacios políticos, utilizado un discurso doble: por una parte ante el electorado muestran una lucha denodada contra el sistema, ad extremis, pero en la bajada política, la doble lectura con los adversarios políticos, moderación extrema, disponible para alcanzar acuerdos, sólo jugando al empate, en la medida de los posible bajo aquella doctrina del presidente Aylwin.
Es parte de la adaptación a un modelo caduco donde los representantes elegidos cada cierto tiempo, verdaderas inamovilidades electorales enmarañadas en una serie de restricciones administrativas y burocráticas que se inician en las escazas leyes de inhabilidades (silencio en el parlamento) para la reelección, y que culminan en el SERVEL con la imposibilidad práctica de los independientes para ser candidatos.
OPAL en la plataforma de videos Odysee
Vivimos una suerte de “candidaturas censitarias”, algo como en el Chile del siglo XIX, pero ahora aplicado a los candidatos, no a los electores, ese filtro del régimen portaliano es normalidad. Los partidos por tanto, más aún los de izquierda, se esfuerzan por mantener sus “cotos de caza” de forma celosa. Al existir un control y estabilidad de los cuadros ( parlamentarios, ministros, funcionarios de rango medio y bajo en el aparato estatal), se puede negociar y conseguir recursos y prebendas entre la elite económica que los necesita para perpetuar el sistema( si hay un A debe existir un B manejable), de pasada dan certeza a los adversarios políticos, en este caso la derecha, puede contar con ellos como socios fiables a fin de mantener la estabilidad, está es la lógica que entrampa a estos grupos y los mantiene detentando el poder e impidiendo reformas sustanciales al aparato del estado y perjudicando a grandes sectores de la ciudadanía.
La rutina funciona, pero va a generar un divorcio con las llamadas “ bases “ que ven extrañados ante negociaciones y transacas de reformas a esta “ izquierda oficialista “ que termina justificando hechos bochornosos como el acuerdo electoral del 15 de noviembre. Casos como el de Beatriz Sánchez ex candidata presidencial del Frente Amplio, expulsada a empujones de la plaza dignidad o el de Gabriel Boric, otrora super héroe del buenismo que con un discurso radical( no olvidar, las alusiones al ejército rojo en entrevistas a matutinos chilenos de tiraje nacional, cual giño a esa otra izquierda) que fue degradado y funado a escupitajos en un parque cerca del epicentro del movimiento del 18 de octubre, revelan la ruptura del romance durante del estallido social.
Invisibilización y voto oxígeno desde el PC a RN.
La izquierda real de la calle, de movimiento, ninguneada, pero requerida por esa otra izquierda, de lejos si, esa que va a la plaza dignidad, esa que no llega a fin de mes, esa de la política real de carencias, la del chileno común, lejos de juegos de salón, incluso si acudimos a la lógica mercantil del voto, que se siente insatisfecho y con razones de sobra, pues bueno, ya entra en estado de aburrimiento lógico, ante la impasividad de esta izquierda política anquilosada y pusilánime.
Con todo y sin remilgos, la supervivencia hace que esta izquierda oficialista se embarque en adquirir urgente, el balón de oxígeno que le queda: el ofertón electoralista. Buscar ya de manera obscena legitimarse en la única arena, suerte de trinchera final que va quedando, el parlamento y los órganos del estado susceptibles de ser copados por una elección, so pena de ser arrasado por la derecha que tiene un votante duro.
Se observa hoy como los nuevos-viejos rostros quieren acaparar la atención ante la permanente invisibilización en la que esta expresión de la izquierda, cayó durante más de un año producto de los vicios del sistema. Electoralismo puro, porque la izquierda política acostumbrada a la laxitud de sólo levantar petitorios sin contenido programático (de hecho hay mucho contenido en el movimiento social, pero no sirve a los fines electorales para los políticos profesionales) manejó muy mal a los que estuvimos en las calles el 18 de octubre.

La flojera de las dietas parlamentarias hizo que el peso de la noche impidiera apreciar a estos paladines de la izquierda el desmoronamiento del modelo, se insiste en la política de los retoques cosméticos al modelo. A la opción de interpretar y hacerse parte, prefirió la opción de suprimir y observar la represión e ignominia de la cual el movimiento fue víctima. Otra cosa es ya la fusión descarada de algunos sectores de la izquierda que emulando esos pactos liberales–conservadores del siglo XIX se unen para votar apruebo. Llegamos a una paradoja: el comando del apruebo va desde el Partido Comunista hasta Renovación Nacional. Los hechos están a la vista y ahorran comentarios. Claro, nadie habla de estos pactos políticos, porque no es conveniente, no se debe mostrar debilidad por el sagrado Apruebo, por último eres un traidor si mencionas o visibilizas este hecho, pero la política real es una y debe ser abordada. Hay varias formas de ser chileno; yo elijo la crítica.
Por Ewald Meyer Monsalve. Blog del autor SABATICO