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Asamblea Constituyente, combatiendo a la Historia

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Las constituciones en Chile han sido construidas a fuerza de carpetazos autoritarios, guerras civiles, golpes militares, y en el mejor de los casos por una comisión de oficinistas que saben lo que es bueno para el país.

Desde el inicio de la república, las cuatro paredes y la hoy llamada cocina política, fueron un lugar común en la construcción de este texto magno. Tan sólo en el siglo XX hay dos constituciones escritas, envueltas en polémica y procedimientos espurios y bastante peculiares. Hablamos de más de doscientos años de historia, y hoy nos vemos enfrentados a esas bifurcaciones históricas poco habituales como la construcción de una nueva constitución; muchos caminos, pocas herramientas para crearla. ¿ Qué camino tomar?, ¿ Cómo se construye un texto constitucional que marcará los próximos cincuenta o cien años?.

En nuestra larga historia republicana la elite ha monopolizado la redacción y promulgación de la constitución. El juego es doble, es decir, un pequeño librito de papel con una importancia relativa debe ser controlado en su contenido porque dota al estado de reglas útiles para el control ciudadano, por otro se puede “violar “a placer, cómo señalaba en tono jocoso Diego Portales, adalid de oligarquía chilena, en aras de mejorar la gobernabilidad y establecer un control férreo a partir del orden, fetiche decimonónico de la oligarquía chilena. Tal es el caso que la llamada revolución de 1891 que mantuvo la constitución de 1833 incólume, a pesar de que se cambió de régimen presidencialista a parlamentario, el cual fue un fracaso por las nuevas rencillas que la elite política desencadenó durante largos periodos. El supuesto legalismo que tanto se pregona en la tradición chilena, no es otra cosa que un apego a reglas hechas entre unos pocos que deben ser respetadas por la gran mayoría de la población.

Dicen que las Mineras “mueven montañas”, pero también mueven a gobiernos autodeclarados como ecologistas, mueven a los medios que lavan su imagen, a las corporaciones “culturales” que “entretienen” con cuanta exposición, concierto u obra de teatro, disfrazando el terrorismo empresarial que cotidianamente destruye lo poco que va quedando. Lo que no se mueve, es un pueblo adormecido por la droga mediática y enfermo de individualismo....Por Cefiro Humor Gráfico

 

La Constitución de 1925 fue promulgada en un periodo de crisis que duró casi diez años. Las turbulencias políticas y ese juego de reforma, restauración no lograron ser aplacados con la promulgación de la nueva carta magna. Fue la segunda guerra mundial y posterior guerra fría la que determinó otros caminos a una crisis que se iría arrastrando todo el siglo XX. Con todo, la constitución que perduró desde 1925 hasta 1973 con el advenimiento del golpe militar (situación extraña en que la constitución pasó a ser letra muerta por siete años), se fraguó en una Asamblea Constituyente a pedido de un grupo de jóvenes militares que pedían urgentes reformas. Sin embargo, la elite convocó a 108 notables que como cabildantes y divididos en subcomisiones, ante tamaña tarea de redactar una nueva carta magna con premura y de los más variados temas, finalmente sólo se conservó una de ella. El Presidente Alessandri Palma, nunca gobernó tranquilo a pesar de la tamaña tarea que inicio, Saturno devora a sus hijos, dicen. No hay registros del trabajo realizado por otras comisiones, y este hecho ya lo hace sospechoso por decir lo menos. En consecuencia, esta Asamblea Constituyente, la única en su género en Chile durante el siglo XX, tiene a ojo histórico bastantes elementos peculiares.  

De la constitución del 1980, sólo se puede decir que ante todo, buscó adecuar el sistema económico que hoy conocemos a un texto constitucional con una clara matriz autoritaria. Se puede leer en las actas de la comisión Ortuzar la intencionalidad funcional de este hecho. Hecha en dictadura y con sangre en las calles, su génesis es espuria a pesar de los continuos retoques y lavados de imagen que intentaron los sucesivos gobiernos de la concertación en años posteriores. Jaime Guzmán daría el sello de amarre a la dictadura de su puño y letra.

Para algunos especialistas en problema de la constitución está en el contrapeso entre el poder ejecutivo y el poder legislativo ¿ Qué privilegiar?. Este hecho fue evidenciado los primeros gobiernos, cuando la figura del presidente que se nombraba como Director Supremo, la nomenclatura republicana es tardía, incluso las reminiscencias de la revolución francesa en Chile resistidas. Siempre está la tentación de arrancarse con los tarros en buen chileno, y el problema es la clásica alegoría de García Márquez o Vargas llosa en torno a los dictadores como figuras decorativas del paisaje latinoamericano y particularmente chileno.

La construcción del estado en el siglo XIX implicaba impulsar una serie de políticas, entre ellas el diseño de un tipo de gobierno sustentable en el tiempo que mantuviera la cohesión necesaria, al menos de una elite gobernante que no propendiera a la fragmentación. Desde 1810 hasta 1833 los ensayos se sucedieron. La peculiaridad fue que a pesar del monopolio oligárquico del poder, a fines de la década de los veinte, en 1828 se escribió una constitución liberal, muy avanzada para la época; consagraba el voto universal sólo con restricción de edad para los ciudadanos, incluso si eran analfabetos. Hubo para su redacción una Asamblea Constituyente desde el poder comunal, bajo la modalidad del cabildo en todo el territorio nacional que en ese tiempo era más reducido. Separación de los poderes y elección bicameral, contemplaba regulaciones detalladas para el Poder Judicial.

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Con todo, este texto tuvo vigencia hasta 1833, fecha de la restauración conservadora que mantendría a sangre y fuego la constitución de ese año hasta entrado el siglo XX. El juego histórico – político fue siempre mantener el control oligárquico del llamado “bajo pueblo” estigmatizado, oprimido y sin oportunidades. Utilizado para expandir el estado nacional en sucesivas guerras externas, como la de 1837, 1866 y 1879. En conclusión un estado en armas, en expansión y poco receptivo de los derechos ciudadanos que en este contexto, más bien estorbaban, una constitución sólo debía cautelar el orden e incluso definir sus fronteras como la constitución de 1833.

Con todo, la idea de una Asamblea Constituyente se mantuvo en la contracorriente de pensamiento, básicamente aguardando algún asomo de apertura democrática que sólo existió a partir de sucesivos levantamientos contra los gobiernos conservadores, que hoy en día la historiografía revisionista ha echado por tierra esa supuesta estabilidad chilena en el continente americano, bastante lejana a la realidad del periodo, pero pregonada por los historiadores conservadores que bajo un afán propagandístico diseñaron una historia conveniente a los intereses de la oligarquía dominante. Es así que la Asamblea Constituyente como mecanismo para generar una constitución no es inventar la rueda, es un mecanismo democrático deliberadamente invisibilizado en nuestra historia, pero que perduró por siglos. Hoy en consecuencia, más que nunca necesitamos implementar este sistema porque en Chile a pesar de los tiempos que corren, nos merecemos una Asamblea Constituyente con todas las de la ley.

Por Ewald Meyer Monsalve

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