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Escena 1: Sebastián Piñera y su compadre Duque de Colombia viajan a Cúcuta, en medio de crisis política venezolana. Su intención era aportar bienes para la “crisis humanitaria” de los sufridos venezolanos. En mitad del puente, dio una arenga digna de Winston Churchill, apoyando la democracia y criticando la gestión de Maduro. Desde ese punto de prensa invitó a los ciudadanos venezolanos para que disfrutaran de los beneficios de Chile, (en ese entonces aun éramos un oasis), paara tal efecto creó una leguleyada diplomática llamada “visa de responsabilidad democrática”, solo para uso de migrantes de Venezuela.
Escena 2: Muchos venezolanos de buena fe le creen y cobra la palabra al presidente de Chile, quien tan gentilmente los estaba invitando a migrar a las Tierra Prometida, al sur del continente.
Escena 3: La migración de venezolanos se torna un caos, ingresan por pasos no aptos, les pagan a “coyotes” para que los crucen a las tierras de Piñera. El pequeño pueblo nortino de Colchane ve cómo estas caravanas de extranjeros se toman literalmente su pueblo. El gobierno se ve sobrepasado y debe tomar “cartas en el asunto” con la expulsión inmediata de cientos de ellos, vistiéndolos con mameluchos semejantes a los que EEUU usaba para los “supuestos terroristas en Guatánamo”
Por otra parte, y en vista de la excelente gestión en salud (es una ironia), también se estaba creando una suerte de “turismo Covid” con destino a Chile, con el fin de acceder en forma más expedita a la vacunación que otros países de Sudamerica. Si bien es cierto, este gobierno ha gestionado un tema tan complejo como la Inmigración en forma superficial e irresponsable solo para sacar réditos políticos (como cuando hizo uso del eslógn Chilezuela para la campaña presidencial de Piñera), tampoco debemos olvidar que la administración de Bachelet también hizo poco o nada, especialmente con la migración proveniente de Haití.
Ahora, para poner atajo a esta inmigración desbocada, el gobierno puso a la cabeza del conflicto al tipo más torpe e ignorante de la derecha chilena, (y eso que tiene mucha competencia), al “canciller Allamand”. Éste ya negó todo derecho a vacunarse en Chile para cualquier extranjero que esté con visa de turista. Respecto de las personas que posean la “Famosa visa de responsabilidad democrática” no queda muy claro. Todo es muy errático, tal como le gusta hacer las cosas a Piñera. De este modo, tiñen el debate de la salubridad con tintes patrióticos y nacionalistas: “Las Vacunas para los Chilenos”
Tocar la tecla del nacionalismo puede ser muy útil para el gobierno que va en caída libre y así aglutinar apoyo de los fanáticos. En temas de esta índole, cuando se señala al extranjero como alguien que nos viene a quitar beneficios sociales, suele aflorar lo peor de las sociedades: el chauvinismo barato y el patrioterismo histérico, que es utilizado de muy buena forma por la derecha, pues acto seguido, asocian el aumento de la delincuencia con el aumento de migrantes. Sin embargo, según CEP en un estudio carcelario, solo el 2% de los inmigrantes son imputados y/o condenados por un delito en Chile. De modo que la deliberada asociación migrante-delincuente es falaz y solo es parte del discurso xenófobo
Estoy seguro que en vez de venezolanos, bolivianos, haitianos, etc, Allamand y su gobierno tienen en mente a un tipo ideal de migrante en particular, como los laboriosos alemanes que trajo Vicente Pérez Rosales a mediados del siglo XIX, y a los que les regaló buena parte del sur de Chile. Pero, a falta de alemanes, entonces los migrantes más valorados serían aquellos que pueden incorporarse fácilmente con la elite del poder, deben ser “gente de bien”, como los Angellini, Luksic, Edwards, etc. Para el chileno de la calle, esos inmigrantes tampoco representarían un peligro y no tendrían lazos con la delincuencia.
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Volviendo a la pregunta inicial, los flujos migratorios ya llegaron para quedarse (hoy es Venezuela, mañana puede ser otro país) y lo más torpe sería negarlos. Lo que si resulta vergonzoso es que, hasta hace poco, aun teníamos vigente una legislación migratoria de 1975, de plena dictadura y Doctrina de la Seguridad Nacional. Lamentablemente, el proyecto impulsado por el gobierno no se enfocaba en los DDHH de los migrantes, sino de tratar de “poner orden en la casa”, dificultando la regularización de personas que ingresen en otras condiciones (visitantes temporales, etc). Resulta extraño cómo en tiempos donde ya no existen fronteras físicas para el tráfico instantáneo de finanzas y bienes, siguen vigentes enormes trabas para el flujo de personas.
Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político