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De un tiempo a esta parte, se ha instalado, casi como un lugar común en el mundo politico y académico hablar despectivamente sobre los riesgos del Populismo, pero asociándoselo exclusivamente a la Izquierda, la “Izquierda Radical”, y los riesgos que ello conlleva para la democracia. Omiten, mañosamente, decir que el populismo es solo una categoría, una forma de entender la política entre un líder y el pueblo, donde el primero se arroga capacidades para interpretar al pueblo prescindiendo de otras vías institucionales y prometiendo que sólo él es capaz de resolver los problemas de la gente.
Lo anterior es para señalar que el populismo también está bastante presente en la Derecha, y como muestra tenemos dos casos de eventuales presidentes en Perú y Chile. Para sorpresa de muchos, la hija de Alberto Fujimori logró instalarse por tercera vez como opción para la segunda vuelta presidencia. Ella no solo carga con el peso de ser la heredera del Fujimorismo (una importante fuerza política pero también la imagen de una dictadura civil y violaciones a DDHH), Keiko también tiene aristas penales pendientes y está imputada por actos de corrupción y recibir millones de la empresa Odebretch. Pese a eso, ella se alza como la garante de la continuidad institucional (la defensa a la Constitución hecha durante la dictadura de su padre) y ante su oponente Pedro Castillo (la gran sorpresa de las elecciones). Fujimori dice ser la defensora del modelo económico “que ha permitido reducir la pobreza en los últimos 30 años, y así impedir que Perú se convierta en una Venezuela”, (en este caso sería una “Perúzuela”)
Keiko se presenta como la “gran salvadora” ante el potencial “comunismo”de su adversario, y llama a las otras fuerzas politicas a que se sumen detrás de ella para que Perú vuelva a crecer al 6% y defender “el modelo que ha creado tantas riquezas”. Como resulta evidente, al parecer existe una cierta derecha en América Latina que apela majaderamente al mismo discurso: defensa a ultranza del modelo neoliberal e invocar al miedo visceral de parte de la población ante un Comunismo supuesto o real.

En Chile Lavín, tal como Keiko, también irá por tercera vez como candidato a la Presidencia. Recordemos que él fue quien, en los años 90, instaló la logíca del cosismo para “resolver los problemas reales de la gente” (¡Qué más populista que eso!). Tampoco olvidar que el bautismo politico de Lavín ocurrió en Chacarillas, con una antorcha en la mano celebrando a su adorado Führer, y de ahí se lo catapultó como un chico maravilla del Gremialismo, siendo un joven editor de El Mercurio y publicando el texto propagandístico de la dictadura “La Revolución Silenciosa”, todo un panegírico sobre los beneficios económicos obtenidos gracias al neoliberalismo y al gobierno militar. Ahora, esa misma persona reniega de su pasado, y se viste con ropaje de “socialdemócrata” y señala que su norte en política es lograr “la integración social como clave en el Chile del futuro”, pero omite decir que fue durante el régimen de Pinochet donde se llevaron a cabo las políticas de erradicación de los grupos más vulnerables, de los pobladores, enviándolos masivamente a los puntos más lejanos de la ciudad, aprovechando también de destruir su tejido social.
Hoy Lavín tendría “conciencia social”, y como una forma de hacerse cercano a la población, ocupa su cargo de edil para estar continuamente en matinales opinando y ofreciendo soluciones para todo, y no pierde oportunidad para payasear junto con su partner de comedia, Francisco Vidal. Otro viejo amigo de Lavín es Choclo Délano, el principal financista de la UDI y dueño de PENTA quien creó una máquina para defraudar al Estado, y aunque hoy esté de bajo perfil, siempre ha sido un asesor cercano de Lavín desde su primera incursión presidencial en 1999, de modo que si éste llegara a La Moneda lo más probable es que el Choclo tenga algún cargo en la presidencia.
Tanto Lavín como Keiko son personajes que, aunque traten de evitarlo o dejarlo en el pasado, tienen evidentes lazos con sangrientas dictaduras. También son los rostros de los privilegiados del modelo neoliberal, y si bien Lavín nunca ha estado comprometido personalmente, su círculo cercano de asesores ha estado involucrado en graves casos de corrupción, lo mismo ocurre con Keiko. Y ante el pueblo ambos prometen que ahora si se van a resolver los problemas, y apelan a la unidad e integración social.
Lo que nos enseña el caso peruano, con sus 18 candidatos presidenciales, es el riesgo de la dispersión para las fuerzas progresistas lo que solo favoreció a outsiders como Castillo o a la populista Fujimori. También el riesgo de seguir a supuestos iluminados que tienen respuestas para todo pero evitan hablar de tocar el modelo económico, un modelo que ha demostrado todas sus falencias con la crisis sanitaria.
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Por Cristián Martínez Arriagada, licenciado en ciencias políticas, autor de 1977: CHACARILLAS On my mind. La patria que ellos soñaron es nuestra.