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En su libro La cruel pedagogía del virus, Boaventura de Sousa Santos menciona que en la actualidad, aunque suene como un oxímoron, vivimos en una permanente crisis, a lo que agregaría que la mayoría de las crisis que experimentamos hoy día son inducidas, no solo por la actividad humana, sino que se han acelerado por el modelo capitalista, que desde la década de los 70’s ha impulsado crisis políticas, económicas, sociales y ambientales, para imponerse en el mundo a través de una globalización, como bien lo explica Noami Klein, en su libro La doctrina del shock.
Dentro de la crisis ambiental, podemos mencionar algunos de las problemáticas a las que nos enfrentamos como especie, y que, desde hace décadas otros seres pertenecientes a otras especies han ido sobrellevando, y que lamentablemente muchos no han logrado sobrevivir, y actualmente han sido sometidos a su extinción.
El calentamiento global es una de las más comunes. Hace algunos años, algunos de nosotros escuchábamos que era un fenómeno que estaba por venir, era un fenómeno que nos amenazaba con hacerse presente si no cambiábamos nuestra forma de producción y consumo, pero hoy ya no podemos ver al cambio climático como algo latente, por el contrario, podemos declarar que somos las primeras generaciones humanas que estamos sintiendo sus efectos, como el derretimiento de los glaciares, el aumento del nivel del mar, variaciones en el clima, afectaciones en agricultura, salud y economías, debido a esto. Actualmente, lo amenazante del calentamiento global es que sus efectos cada vez se volverán más severos, y nos afectará cada vez con más fuerza con forme pasen los años.

Otra problemática bastante discutida es la escasez de agua que, por la sobreexplotación, el uso indiscriminado, la privatización y la contaminación, se reduce su disponibilidad y la posibilidad que muchos animales, humanos y no humanos, puedan accederla. También podemos mencionar el deterioro de la calidad del aire, principalmente en zonas urbanas e industrializadas, con alto flujo de tránsito vehicular, o en zonas rurales, donde predominan la ganadería, los monocultivos y con estos, una excesiva fumigación. Además, junto a esto se suma el deterioro de la calidad del suelo por estas actividades agropecuarias, que atenta contra la capacidad de producir nuestro alimento y la transformación de su uso amenaza, cada vez más, en reducir el habitad de gran cantidad de animales terrestres.
Otra de las afectaciones dentro de la crisis ambiental es la problemática que enfrenta los mares debido a la presencia de residuos, principalmente plástico, que ya forma parte de la cadena trófica de muchas especies marinas y provoca que estas mueran por inanición u otras enfermedades. Además, el plástico se fragmenta en pequeñas esquirlas que se acumulan en los
órganos y en la carne de los animales. Según el documental Seaspiracy, se estima que actualmente hay más fragmentos de microplástico en el mar, que estrellas en la vía láctea, o sea, podemos hablar de una cantidad incalculable de plástico, aunque se realizan estimaciones de que a los mares ingresa el equivalente a un camión recolector de residuos (9 toneladas de plástico aproximadamente) por minuto.

Al problema de los mares se unen las perforaciones petroleras, la pesca extensiva que arrastra a gran cantidad de especies comerciales y no comerciales, que mueren en las redes, y que lamentablemente estas últimas se consideran material de desecho. Además, esta actividad libera una cantidad enorme de residuos de redes, hilos de pescar y cuerdas, que se enredan en los cuerpos de muchos animales, provocándoles dolorosas muertes.
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También a estas actividades de extracción masiva se relacionan a la destrucción de los arrecifes y bosques marinos, que son vitales para el planeta, puesto este conjunto de seres remueven una cantidad enorme de dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) de la atmósfera y a cambio puede liberar hasta el 85 % del oxígeno que todos los habitantes de la Tierra respiramos, como se explica en el documental antes mencionado.
Es importante mencionar que de todas las problemáticas que se expuse anteriormente se puede encontrar una vasta teoría, puesto que por años se han venido realizando una gran cantidad de investigaciones científicas y documentales, se han llevado a cabo gran cantidad de denuncias hechas por activistas, que han logrado impulsar iniciativas que intentan paliar sus efectos, a nivel local, nacional o global, y han promovido la creación de una legislación ambiental que intenta proteger a especies y ecosistemas, e impulsan programas de educación ambiental para intentar cambiar nuestro modelo económico y nuestra cosmovisión como especie, para así tratar de evitar, también, nuestra posible extinción.
Sin embargo, en el presente ensayo intentaré abordar una afectación que está inmersa dentro de la crisis ambiental, y que actualmente se discute y se teoriza muy poco. La problemática que quiero abordar en este texto es la privación de los elementos vitales, con el fin profundizar sus causas y consecuencias, y extender también una invitación a especialistas en ciencias sociales y otras áreas afines, así como a grupos de activistas y ecologistas para que investiguen más sobre este tema, que se puede considerar igual de violento como la contaminación o la sobreexplotación de los elementos naturales; y que con lleva efectos tan desastrosos que atentan contra la vida misma.
Para iniciar mi exposición, dividiré el ensayo en dos partes. La primera intentaré explicar a que me refiero con privación, e intentaré abordar sus causas y sus posibles consecuencias. Posteriormente realizaré una breve explicación del por qué utilizo el concepto de elementos vitales, como una propuesta adicional para transformar nuestro relacionamiento cognitivo con la naturaleza.
La privación como parte de la crisis ambiental
Según las tres primeras definiciones que el diccionario de la real academia establece para privar son: “1. Despojar a alguien de algo que poseía. 2. Destituir a alguien de empleo,…, dignidad y 3. Prohibir o vedar.
Si analizamos la primera definición, podemos darle un mejor sentido a muchas prácticas que el modelo capitalista ha perpetuado de forma expansiva a nivel mundial. Recordemos, que el estallido del capitalismo inicia desde la primera revolución industrial, que durante el siglo XIX se extendió por Europa y por la perpetuación de procesos colonialistas cruzo el océano Atlántico para instalarse en Norteamérica, principalmente en Estados Unidos.
Sin embargo, después de las guerras mundiales y de crisis económicas tan severas como sucedió en 1929, el norte global conformado por países enriquecidos, principalmente norteamericanos y europeos, extendieron sus prácticas colonialistas hacia el sur global, lo que ellos denominan tercer mundo, o como el expresidente Truman de Estados Unidos nos llamó: países subdesarrollados.
Recalco acá la idea de la extensión de prácticas colonialistas, dado que la mayor parte del continente americano, africano y otras regiones asiáticas, desde el siglo XV no hemos visto sometidas a invasiones y procesos de conquistas, en su totalidad violentos, que se mantienen hasta nuestros días. A lo que podemos concluir que la privación de elementos vitales, a la que más adelante explicaré con más detalle, es una práctica constante que data de las primeras colonizaciones.
Estos procesos de conquista que el capitalismo ha sostenido en el tiempo, por lo general invaden un territorio aplicando medidas violentas, confabulando con fuerzas internas de las mismas regiones y desatando crisis, como lo ilustra Naomi Klein en su libro La doctrina del Shock, para apropiarse de territorios y autoproclamar como suyos los recursos (palabra que intentaré desmitificar en la segunda parte del ensayo) que antes eran utilizados por las poblaciones originarias.
Esta apropiación de regiones completas, para utilizarlas para procesos extractivistas con el fin de obtener materias primas, que tiene como consecuencias el despojo de terrenos y por consecuente, de todos los elementos vitales que en estos se encuentran, como agua, suelo fértil, aire limpio, bosques, árboles y otros elementos básicos para la subsistencia, de no solo las personas humanas que vivían previamente en estos lugares, sino también de las personas no humanas, o sea poblaciones de animales que antes tenían libre acceso a todo el territorio, y que con la llegada de las corporaciones se han visto movilizados, empobrecidos o masacrados, en el peor de los casos.

A partir de lo anterior, podemos hacer uso de la segunda definición que la real academia ofrece. Dado que la invasión, usurpación y apropiación de territorios que realizan estas empresas para instalar su maquinaria, sus animales, sus monocultivos, sus fábricas, sus hoteles o sus grandes centros comerciales, privan a otras poblaciones a acceder al uso de estos y a aprovechar los elementos vitales que en estas regiones conquistadas se encuentra, lo que conlleva a que las personas que habitaban previamente estos sitios sean destituidas de sus medios de subsistencia. Pensemos en muchas poblaciones indígenas a las que se les han arrebatado la tierra y se han visto obligados a huir a las montañas, o la cantidad de campesinos que han sido expulsados de sus terrenos para darlos en concesión a grandes empresas agrícolas, o la gran cantidad de animales que han tenido que huir a otros sitios, pues los bosques que habitaban fueron arrasados para instalar infraestructura “más productiva”. Esta negación de su espacio originario y vital tiene como consecuencia la muerte de personas humanas y no humanas, así como una gran cantidad de desplazados ambientales, quienes, por la falta de agua, aire limpio y medios de sobrevivencia, se ven obligados a migrar a otros espacios donde llegan a vivir en condiciones precarias y poco dignas, por lo que esta privación de recursos vitales les arrebata la posibilidad de gozar de una buena calidad de vida.
Sumado a lo anterior, y haciendo uso de la última definición de privar, una vez instaladas estos grandes capitales en estos territorios, por lo general también se presenta un fenómeno de prohibición o veda para hacer uso de los elementos vitales. Podemos mencionar, los mineros artesanales que se les prohíbe, con la complicidad estatal, la extracción de minerales de un sitio en particular, o los pescadores artesanales que poco a poco ven la reducción de sus ingresos por la sobreexplotación de las grandes empresas pesqueras, y que al igual que los mineros, muchas veces se ven sometidos a procesos de veda o prohibición de pesca de ciertas especies, que si son extraídas por estos grandes buques pesqueros. O los agricultores que se les prohíbe sembrar cierto tipo de cultivo, o por prácticas de fumigación o proliferación de especies nocivas provenientes de monocultivos aledaños, se le veda la posibilidad de producir sus productos, empobreciéndolos y muchas veces obligándolos a vender sus terrenos. O pensemos en comunidades a las que se les prohíbe extraer agua de manera artesanal, a menos de que se pague un canon, muchas veces costoso, y se ven afectados porque los acueductos estatales o rurales se ven obligados a realizar suspensiones temporales (cortas o prolongadas) de este elemento vital a las comunidades para poder garantizar el agua a las actividades productivas. O comunidades que se les priva de respirar un aire limpio, porque en sus alrededores se instaló una o varias industrias que liberan gran cantidad de emisiones al aire, muchas veces tóxicas, o se expandió un monocultivo que fumiga excesivamente sus plantaciones, lo que provoca efectos nocivos a su salud, y además la contaminación de sus fuentes de agua, privándolos también de gozar de agua limpia, para consumo, para limpieza, o para la recreación o esparcimiento. Pensemos cuántos de nosotros nos vemos privados de bañarnos en un río, en un lago o en una playa porque actualmente está sucia o seriamente contaminada de múltiples formas.
Lo anterior me permite concluir que la privación de los elementos vitales no solo es causada por el despojo de territorios y el desplazamiento de poblaciones, sino que también es provocada por las consecuencias que se vinculan a estas actividades capitalistas. En otras palabras, la sobreexplotación, el uso indiscriminado de estos elementos y la contaminación, también aportan que muchas poblaciones sean privadas de los elementos básicos para garantizar su existencia.
Descentralizando la discusión de esta afectación sobre las poblaciones humanas, podemos mencionar que muchas poblaciones de monos se ven obligadas a acercarse a las casas o las empresas para buscar comida o agua, aun cuando arriesguen sus vidas para hacerlo, pues lamentablemente se les consideran como plagas, o muchos felinos deben de acercarse a las fincas para satisfacer su hambre a costa de ganado, sentenciándolo por los dueños de las fincas a la pena de muerte, pues al considerarlo una amenaza para su actividad económica estos animales son cazados, al igual que otros como coyotes, mapaches, dantas, que al ver reducido su espacio vital y al cambiarle el uso de suelo donde antes estas especies vivían, tienen que acercarse a los asentamientos humanos para poder sobrevivir. Esto mismo pasa con algunas clases de aves o de peces, así como réptiles y anfibios, que desde nuestro antropocentrismo los catalogamos como intrusos; y la mayoría de las veces decidimos acabar con sus vidas.
Por lo tanto, la privación de elementos vitales no solo afecta a los humanos, sino que lleva años impactando a otras comunidades no humanas, lo que llega a provocar una reducción en sus poblaciones o que formen parte de la larga lista de especies extintas o en peligro de extinción.
Por lo que considero que la privación de los elementos vitales, como el agua, el aire y el suelo, entre otros, deben ser siempre analizada como parte de las investigaciones de la problemática ambiental, pues forma parte significativa de nuestra crisis permanente. Cuando se realizan estudios científicos, académicos o técnicos, la privación de estos elementos debería ser siempre tomada en cuenta, pues tiene una afectación directa sobre la comunidad de la vida. Cuando realizamos estudios de impacto ambiental deberíamos considerar siempre qué poblaciones, humanas y no humanas, se le negaría el acceso al agua, al aire o al suelo si se instalan ciertas actividades en sus territorios.
Además, debemos ser severamente críticos y sumarnos a las luchas cuando nuestras comunidades se ven sometidas a procesos neocoloniales, y seamos despojados de nuestros territorios, y se nos niegue el acceso a los elementos naturales, y se nos obligue a migrar como mecanismo de sobrevivencia. Debemos ser muy intolerantes a las complicidades de nuestros Estados, que muchas veces favorecen a estas fuerzas colonizadoras, dando a concesión espacios completos y abandonando los intereses de las comunidades, y, por el contrario, sometiéndolas muchas veces a represiones violentas cuando estas reclaman sus derechos.
Además, debemos visibilizar la privación de estos elementos que sufre otras especies, a las que se les niega la posibilidad de satisfacer sus necesidades de alimentación o de vivir en espacios originarios y seguros, donde la reducción de estos elementos por ciertas actividades de corte productivista atenta contra su subsistencia. Esto debe llevar a que abandonemos nuestras prácticas especistas, dejar de considerarnos una especie superior y que las otras especies, así como la naturaleza está en función de la humanidad.
También considero que debemos de continuar el activismo y fortalecer los mecanismos de resistencia para promover el cambio del sistema económico capitalista, y evitar que surja cualquier otro sistema que se base en la sobreexplotación de los elementos naturales, en la destrucción de territorios y en el despojo.
Concluyo esta parte del ensayo, señalando que la privación de elementos vitales dentro de la crisis ambiental es una las situaciones más violentas que nos enfrentamos en la actualidad, pues atenta con toda la comunidad de la vida y con la interdependencia que esta alberga. Una comunidad planetaria, que como bien señala Enrique Leff en uno de sus libros sobre racionalidad ambiental, puede considerarse como una red de relaciones de otredad, en donde todos los que formamos parte, humanos y no humanos, toda la clase de flora y fauna, se mantiene vinculada por medios vivos que nos permite la vida, o sea elementos vitales que nos permiten existir y convivir.
El privarnos de estos medios para sobreponer intereses económicos puede considerarse como un acto de violencia, pues como señala Judith Butler en su libro La fuerza de la no violencia: “podemos sostener en general que la interdependencia social [y ambiental] caracteriza a la vida, y entonces proceder a explicar la violencia como un ataque contra esa interdependencia social, …, de manera más fundamental, es un ataque contra [los] vínculos”.
La privación de los elementos vitales tiene un efecto negativo sobre todos los habitantes del planeta, y ya sea en un plano económico, social, cultural o ambiental, agrava la crisis permanente en la que Sousa Santos indica que estamos viviendo.
¿Por qué elementos (¿seres?) vitales?
A lo largo de este texto he intentado usar constantemente el término de elementos vitales, y he intentado evitar usar la palabra recurso, para mencionar todo aquello que la naturaleza provee para poder sostener la vida en el planeta. Elementos como el agua, el aire y el suelo, que todos los seres utilizamos para nuestra subsistencia, y que lamentablemente, desde nuestra cosmovisión antropocéntrica, como humanos nos hemos autoproclamado dueños de estos, privando, como expliqué anteriormente, a otras especies a poder disfrutarlos libremente.
Cabe señalar que estos elementos vitales en cosmovisiones no occidentales como la nuestra, como el caso del budismo, la filosofía zen o en algunas cosmovisiones indígenas, se consideran seres que conviven con todos nosotros, especies humanas y no humanas, y que tienen la posibilidad de ofrecernos lo necesario para vivir.
Lo anterior, es claramente imposible que suceda en nuestra cultura gobernada por el capitalismo y por una globalización que se interioriza cada vez más en todos los rincones del planeta, y que desde su visión mercantilizadora decidió nombrar a estos elementos como recursos, cosificándolos, privándolos de cualquier valor vital, y reduciéndolos a simples bienes monetarios o de consumo.
Los llamados recursos es la forma en como llaman las actividades productivas a los insumos necesarios para producir. Se consideran objetos inanimados cuyo único valor es formar parte de un ciclo de vida de un producto o servicio. Estos recursos o insumos, generalmente se dividen en la jerga empresarial en dos, los recursos naturales y el recurso humano. De los primeros se obtiene la materia prima y del segundo la fuerza de trabajo, pero ambos se caracterizan por ser prescindibles y sustituibles, por ende, a ambos se les niega cualquier posibilidad de derechos y cualquier reconocimiento de su otredad. A lo sumo, se les llega a asignar un precio, que depende de los intereses del mercado o de quienes se apropian de estos, y todas las consecuencias por su explotación, como los impactos sociales y ambientales que conllevan, son externalizados de sus procesos productivos, y la mayoría de las veces son cargados a los Estados de los países donde desarrollan sus actividades.
Por este motivo, es común que la atención a problemas de salud de trabajadores o poblaciones aledañas a las actividades industriales, o la recuperación ambiental de territorios o la construcción de nuevos sistemas de abastecimiento de agua, o reubicación de poblaciones o el pago de indemnizaciones, sean cubiertas por las propias naciones afectadas, implicando gastos elevados que tuvieron que haber estado a cargo por quienes son verdaderamente responsables.
Por otra parte, además de la palabra recursos, con el surgimiento del desarrollo sostenible y la consolidación del llamado capitalismo verde, surgió otro término mucho más denigrante para mencionar de a estos elementos vitales, denominado capital natural, para hacer referencia a un stock de recursos que la humanidad tiene a disposición para producir los servicios y bienes de consumo, y así mantener un estilo de vida altamente impactante, y que desde un plano meramente discursivo se promulga que debe hacerse uso sostenible de este capital natural para garantizar que las futuras generaciones puedan también satisfacer sus necesidades, nuevamente reduciendo todo a una visión antropocéntrica, y privando a las otras especies de poder también satisfacer sus necesidades, y manteniendo una evidente retórica, puesto que lo que se conoce como la deuda ecológica cada vez se vuelve más grande a causa del crecimiento de los mercados y de la economía. Esta deuda ecológica se entiende que para mantener las dinámicas de los mercados cada vez se consumen más elementos vitales, comprometiendo su disponibilidad (la biocapacidad) y privando a gran cantidad de poblaciones el acceso a estos, creando así un déficit de elementos naturales. Como es de esperar, la deuda ecológica es mucho más grande en los países que conforman el norte global, y es mantenida por la privación, apropiación y despojo que realizan de estos elementos en el sur global.
Por lo tanto, mantener el uso de la palabra recursos o hacer uso del concepto capital natural, es una forma discursiva de validar y mantener vigentes estas prácticas. Puesto que al utilizar estos términos también estamos siendo parte del vaciamiento de la significancia vital de la naturaleza, estamos también despojando a los elementos naturales de cualquier valor vital, y dándoles una reducida categoría de mercancía.
Parece menor el uso de una palabra en el uso cotidiano de nuestro lenguaje, sin embargo, el uso de un término en específico encierra una connotación que influye en el cómo y en el qué pensamos, en el cómo y en el qué sentimos, en el cómo actuamos y en el qué somos.
Por eso es de suma importancia comprender no solo el significado, sino también la significancia que una palabra encierra. Qué papel tiene esta en nuestro imaginario, y por cuál termino puede ser sustituido para darle un contenido diferente a nuestra cosmovisión y otorgarle un valor diferente a algo o a alguien.
De aquí mi empeño en evitar usar la palabra recurso en la primera parte del ensayo, y el intento de explicar la razón de eso, en esta sección. Pues lamentablemente dentro de nuestra cultura occidental y dentro de la globalización, el valor y la significancia de la naturaleza ha sido reducida a un objeto canjeable, a una mercancía barata (muchas veces), a una cosa poco productiva, a espacios inútiles, a plagas, a amenazas o algo que atenta contra el progreso o el desarrollo. Lo que nos limita a crear empatía con los sistemas naturales, nos dificulta sentir compasión por otros seres, o nos hace sentir ajenos a los bosques o a los mares, o sentir miedo ante la presencia de otro animal no humano, o desvinculados de cualquier ciclo natural.
Es necesario que desde el lenguaje también hagamos la reivindicación de la naturaleza, y darle otra connotación a quien nos ofrece lo necesario para poder subsistir. Es necesario referirse al agua, al aire y al suelo, como elemento o seres vitales, y entenderlos que dentro de ellos nos interrelacionamos con una gran cantidad de especies de flora y fauna, que también dependen de ellos para vivir.
Así que dentro de nuestros discursos ecologistas, tenemos la obligación de revisar constantemente el lenguaje que usamos, y sustituir aquellas palabras que no ayudan a cambiar nuestra mentalidad, nuestra cosmovisión y nuestro ser. De aquí, que también lanzo una invitación para quienes estamos inmersos en la educación ambiental, en el activismo y en agrupaciones que intentan transformar nuestras sociedades para que sean más sustentables y menos impactantes, a dejar de utilizar la palabra recurso, a negarse usar el concepto de capital natural y otras palabras que llevan una connotación violenta y de menosprecio, y que, por el contrario, sigamos los esfuerzos para que nuestro lenguaje vuelva a contener la vitalidad de todos los seres que conforman la comunidad de vida a la que pertenecemos, y que desde estas palabras dotemos de fuerza nuestras ideas y nuestras acciones que sostiene el trabajo que muchos intentamos hacer para garantizar que los humanos convivamos de manera armoniosa con este planeta.
Por Sebastián Miranda Brenes, Costa Rica. Escritor y Gestor Ambiental. Docente del Instituto Nacional de Aprendizaje y de la Universidad de Costa Rica.
Foto principal: ANRED- Argentina
Referencias:
- Andersen, K. (2021). Documental Seaspiracy. Accesado en: https://www.netflix.com/cr/title/81014008
- De Santos, B. (2020). La cruel pedagogía del virus. CLACSO. Buenos Aires, Argentina.
- Klein, N. (2007). La doctrina del Shock: El auge del capitalismo del desastre. Editorial Paidos. Argentina.
- Leff, E. 2004. Racionalidad Ambiental, la reapropiación social de la naturaleza. Argentina: Siglo XXI Editores.