Los debates sobre la Gnoseología -viejos como el mundo- no han terminado. Cada descubrimiento cuestiona lo que ya sabíamos, o creíamos saber (salvo en Economía, evidentemente…). ¿Cómo conocemos el mundo real empírico? ¿A partir de qué elementos? ¿Hay alguna relación entre el objeto y el sujeto? Una interesante reflexión de Gloria Clavero.
Los primates superiores, humanizados por el lenguaje y el deseo, tenemos un grave problema con lo que creemos que sabemos, y lo que queremos. Esta condición, en algunos sapiens más que en otros, se desarrolla desde una perspectiva omnipotente, una posición narcisística, desmesurada por el deseo inconsciente de permanecer para siempre en la existencia humana, ignorando otras realidades…
Hasta ahora hemos creído que el razonamiento humano era capaz de reconstruir todos los ciclos de la existencia del universo, como si solo hubiera uno, y lo pudiéramos abarcar con nuestro precario conocimiento.
Las Clases Dominantes del mundo se han creído capaces de controlar la Naturaleza, sometiéndola, para utilizarla según sus intereses. Así, en todos los continentes, la han ido aplastando, intentando doblegarla a sus caprichos, como demostrando que el Poder de los Poderosos dueños del mundo es capaz de cambiar el suelo, el mar, el cielo, trasmutando los cuatro elementos que nos dan la vida, cambiando los ciclos de la Madre Naturaleza, que lo contiene todo, y contiene a todas las especies vivas que habitamos este planeta…
El descubrimiento Darwiniano de la evolución de las especies en la tierra nos llevó a creer que todo estaba muy claro, pero no era así. Por otro lado, la materia, algo que nos parecía tan obvio hasta ahora, una cosa consistente, que podíamos tener y entender fácilmente, que se suponía algo controlable y manipulable según conviniera a la especie dominante, cada vez más se nos revela como un misterio.
El Conocimiento Científico nos está mostrando que no entendemos nada. La materia, según las ciencias biológicas, la cosmología, la física, es algo que está en constante movimiento, desde hace millones de años… La cosmología está descubriendo universos pluriversales, inalcanzables.
Si nos acercamos, desde la total ignorancia, a este panorama científico, para tratar de comprenderlo, nos causa vértigo. Estamos ante lo inconmensurable, lo no medible, lo desconocido. Lo inefable, lo verdaderamente, inédito, el misterio de lo desconocido, la incógnita del origen de otras existencias, no solo en nuestro universo, nos deja, a todas y a todos, atónitos… hay demasiados enigmas, bajo la tierra, bajo el mar, en el cielo…
Ante esta realidad, aportada por la ciencia, lo sabio es reconocer que no sabemos nada de nada… Somos seres ignorantes de lo que hay más allá de nuestros sentidos básicos… Pero, la existencia de otros mundos no ha hecho más que despertar el viejo mito de la inmortalidad, la posibilidad de congelarnos, para despertar de aquí a cien, doscientos, o quizás mil años, en otro lugar para ser colonizado y habitado, dado que la tierra, según ciertas opiniones tendenciosas, producidas por la estupidez, y las ansias de poder, más que por la ignorancia, tiene contado su tiempo.
Sin embargo, lo que nos están revelando las gentes de ciencia con sus nuevos descubrimientos nos deja en total perplejidad, impotentes, mortales al fin y al cabo, pero siempre constriñendo el deseo de vivir eternamente…
Nos cuesta mucho asumir que nuestros ancestros eran primates, y nosotros, nosotras, sus descendientes, somos apenas monos hablantes, consumidos por el deseo de poder hacer lo que nos dé la gana.
Es posible, psicológicamente hablando, que ese deseo de conseguir lo que queremos, a toda costa, nos obnubile el entendimiento, achicándonos la psique, haciéndonos pequeños de alma, disminuyéndonos espiritualmente, no dejando lugar para la interrogación, el cuestionamiento, las dudas que nos hacen buscar para conocer y conocernos, para saber quiénes somos, de dónde venimos, y donde pretendemos ir…
El deseo es esa condición humana que nos coloca en la frontera entre el querer y el poder, entre la luz del entendimiento, y la oscuridad del desconocimiento…
Buscar el equilibrio en el conocimiento requiere algo de sabiduría. Necesitamos humildad y prudencia. De esto dieron cuenta los filósofos de la Grecia antigua, cuando describieron a los dioses y a las diosas del Olimpo que, muy sabiamente, dejaron en manos de ciertos oráculos el Poder de Saber, de alguna manera negado a los humanos que se creían tan poderosos como los dioses.
Odiseo fue castigado, por creerse igual, o mayor que ellos, y ellas… para descubrir la sabiduría; Edipo, se arrancó los ojos… quizás, para sumergirse, desnudo, ciego, desde la ignorancia de este primordial sentido, en el alma, su alma, como si fuera un planeta a descubrir, un mundo desconocido que permanecía en su inconsciente, como otro universo…
Pienso y creo que el desarrollo de la psiquis es más que el puro absolutismo del razonamiento lógico. El logos cobra sentido universal en el ser humano cuando se articula con el mito… Quizás, hace miles de años, según la mitología universal, los dioses, que eran seres inmortales, hablaban y vivían mundos inalcanzables para los mortales…
Podría pensarse, entonces, que la mitología llevaba en ciernes la idea de otros mundos, otros universos… quizás, los seres humanos inventamos a los dioses para poder existir como sujetos de algo, de alguien; quizás los necesitamos para llegar a sentir que no estamos tan solos con nuestras imperfecciones y nuestro eterno deseo de completud… quizás no nos basta con el lenguaje que inventamos, quien sabe…
He aprendido, con el tiempo y la garuga, que las personas ateas, las agnósticas, incluso las gentes ácratas, solo queremos respuestas porque “no sabemos”, somos ignorantes…
Albert Einstein, en su gran sabiduría, escribió: “el Hombre encuentra a Dios en cada puerta que la Ciencia logra abrir…”
Por Gloria Clavero Aranda. Quillota, abril 2021, enviado por diario electrónico POLITIKA