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LOS COMBATES DE LA CLASE OBRERA Y EL PUEBLO EN EL CHILE DE 1957 (1)
Casi a finales del siglo XIX, el despertar del proletariado se da con sucesivas protestas en función de las demandas e intereses populares, luchas que hasta hoy son el reflejo de la lucha de clases, luchas que hasta hoy, advierten a la clase dominante que el pueblo no se cansa de luchar, y una clara expresión de ello es la revuelta del 18 de octubre del 2019, pero no hablaremos de esta última sacudida social , sino de otras batallas que se hicieron parte importante de la historia del movimiento obrero y popular chileno, que también ha jugado un papel relevante en la historia de nuestro país y de América Latina.
El 2 de abril del año 1957, en el último año del segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, estallan una serie de protestas que se extendieron por varias ciudades del país, comenzando por Valparaíso, repercutiendo rápidamente en Santiago la capital. A estos hechos se les conoció como la “Batalla de Santiago” o los sucesos del “2 de abril”, por la fuerza que alcanzó en esta ciudad. En estricto rigor, los sucesos ocurrieron el 2 de abril de 1957 y se desenvolvieron prontamente en enfrentamientos con la policía y posteriormente con el ejército, debido a que el gobierno determinó declarar el Estado de Sitio, dejando como resultado trágico una veintena de muertos y más de quinientos heridos, según las cifras oficiales, pero los hechos indicaron que fue mayor el número de víctimas.
En el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958), el país sufrió una gran crisis económica y un aumento dramático de la pobreza en el país, situación que no pudo ser controlada ni resuelta por las medidas y bajo los lineamientos del capitalismo. El gobierno empezó a tomar una serie de medidas de corte liberal, con la asesoría y la supervisión de la misión Klein-Sacks. Todas estas medidas eran contrarias a las políticas proteccionistas, establecida hasta entonces en nuestro país amparadas en el modelo Industrial de Sustitución de Importaciones. Entre las medidas de esta misión estaba la de congelar el aumento de salarios y eliminar la fijación de precios en algunas áreas y el alza de tarifa del transporte público.

Es esta última, la que desata el malestar de la población.
La Central Única de Trabajadores junto con las organizaciones estudiantiles, y con el apoyo de algunos de los partidos de oposición, encabezan las protestas, convocando a una gran movilización nacional los días 2 y 3 de abril del año 1957, previo a esta convocatoria ya se habían manifestado protestas en algunas ciudades del país, principalmente en Valparaíso, donde ya existía un Comando contra las Alzas, que dirigió el levantamiento de barricadas y acciones de enfrentamientos con la policía que había recibido órdenes de reprimir a los manifestantes.
También en esa ocasión, el gobierno desató toda una campaña, que buscó criminalizar la protesta social. No estuvo ausente en los titulares y reportes de la prensa reaccionaria, el asalto a la imprenta horizonte por parte de infiltrados y miembros de la policía, de lo cual, el gobierno aseguraba que los responsables eran los sectores populares movilizados. La lucha popular en Santiago contó con el apoyo de sindicatos, centros de estudiantes y otras organizaciones sociales. A diferencia de lo ocurrido en Valparaíso, las protestas en Santiago surgieron de forma espontánea, con una convocatoria de 22.000 personas en el centro Santiago.
En medio de todos estos acontecimientos en los cuales el proletariado, demostró un marcado protagonismo histórico, inesperadamente surge una amenaza de salud, en el invierno de ese mismo año, arriba al puerto de Valparaíso, en un barco norteamericano proveniente de Hong Kong, un virus que ligeramente se propaga por todo Chile, provocando una pandemia que le costaría la vida a 20.000 personas, en su mayoría ancianos y niños, colocando al país como unos de los países con los más altos índices de muertes en comparación con el resto del mundo. Todo esto, por si fuese poco, debido a las miserables condiciones en que vivía un importante sector de la población de este país, sumándose a esto un deficitario sistema de salud pública.
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Haciendo un resumen de los eventos de aquel año, podemos afirmar que la lucha de los oprimidos por su dignidad y por liberarse de sus cadenas, constituye siempre un enorme costo, cuya épica siempre inconclusa, se acompaña de una conciencia, que a pesar de las derrotas, posterga y al mismo tiempo perspectiva para el futuro las próximas refriegas con el enemigo de clase, en el entendido que la guerra, es una larga cadena de enfrentamientos, que finalmente serán coronados por el triunfo de los pobres sobre el capitalismo y la burguesía. los hechos de la “Batalla de Santiago” como los enfrentamientos en las distintas ciudades del Chile de 1957, se hermanan con el levantamiento popular del 18 de octubre del 2019, estimulados por las mismas contradicciones que impone la lucha de clases en una relación de opresión/liberación, capital/trabajo, y que los trabajadores y el pueblo con su conciencia, unidad y organización independiente de clase, deben definir a favor de las transformaciones revolucionarias.
“Callados eran los rostros / del tiempo que se vivió / oscuras eran las manos / en noches de explotación. Los puños duros del pueblo / derriban sombra y silencio / y hay voces que nos remecen / llamándonos a cantar.”
Canción “Comienza la vida nueva” de Luis Advis
LA BATALLA DE SANTIAGO Y LA INSOLENCIA POPULAR (2)
EL ILUSTRE “LUMPEN” NO SUCUMBE
El asfalto y muros de esta larga y angosta faja de tierra nos revela a punta de rebenque las penas y dolores de los marginados y explotados, de aquel “bajo pueblo” mestizo maltratado impunemente, palomeados, desaparecidos, humillados y hundidos en la miseria del inquilinaje, del trabajo asalariado precariamente remunerado, fraguado al alero de la patronal y sus partidos, custodiado por las metrallas de pacos y milicos; y una iglesia que apacigua toda luz de querer cambiar el orden de las cosas.
Pero este país y sus callejones, nos revelan cómo los sectores populares hastiados y asqueados del abuso, se han articulado históricamente para expandir o imponer sus derechos, frenar la explotación y desafiar al mando con la defensa de otro proyecto de vida, cosechado desde el sufrimiento y la rebeldía de cientos de miles.
“La historia de Chile es la historia de la explotación / latigazos del patrón castigo y represión”
Canción “Memoria rebelde” Subverso
“EL GENERAL DE LA ESPERANZA”
En 1952 sería electo presidente con mayoría absoluta, el dictador Carlos Ibáñez del Campo, anteriormente derrocado en julio de 1931 tras intensas jornadas de protestas, quien prometía barrer la corrupción y la politiquería y sacar al país de la pobreza.
Para 1957 aquella “esperanza” se había esfumado. Problemas salariales, incumplimiento de leyes laborales y cesantía aquejaban al mundo obrero. El oleaje de industrialización y sus promesas de empleo y oportunidades había arrojado a miles de familias a los cordones de miseria que rodeaban la ciudad. Los problemas de vivienda, educación y sanidad eran graves y se tornaban cada vez más insostenibles. Las “políticas de rectificación económica”, de carácter neoliberal, propuestas por la Misión Klein Sacks que instauró Ibáñez del Campo, volvían aún más crítica la situación de los trabajadores y sus familias, congelando salarios y eliminando la fijación de precios.
Tras aquellas medidas económicas, el gobierno de Ibáñez del Campo decreta un alza en el precio del transporte público, siendo ésta la chispa que encendería la rebelión popular que se extiende por las grandes ciudades del territorio nacional de la cual la Central Única de Trabajadores haría eco llamando a las jornadas de huelga general del 2 y 3 de abril.
En Valparaíso el Comando Contra las Alzas diseñó un plan de acciones que se inició con concentraciones el 27 de marzo y culminó con marchas no autorizadas en la Plaza O’Higgins. La policía disparó contra los manifestantes allí reunidos, asesinando a uno de ellos y dejando numerosos heridos. En respuesta, el Comando llamó a paros que el 2 de abril detuvieron completamente la producción en Valparaíso.
De manera paralela, en Santiago el 2 de abril marcó el punto más alto de la rebelión: “La batalla de Santiago”. 20 mil personas marcharon desde distintos puntos de la periferia hacia el centro de la ciudad y la policía no tuvo la capacidad de contener las manifestaciones, debiendo buscar refugio en sus cuarteles. Hubo destrucción de alumbrado público, ataques al Congreso, a medios de comunicación y al transporte público. La insolencia y rebeldía popular estaba desatada. El diario La Nación escribía al respecto que “Hechos sintomáticos se produjeron durante la asonada de ayer. Las turbas, en su afán sedicioso, no respetaron ninguno de los poderes constituidos del Estado. Pretendieron asaltar La Moneda y atacaron de hecho los edificios en que funcionan el Congreso Nacional y los superiores Tribunales de Justicia. La prensa no escapó, tampoco, a este afán destructor…”
Solo la reacción, violenta en extremo, del gobierno pudo aplacar la fuerza de la rebelión, quienes, utilizando a las tropas del ejército al mando del Gral. Humberto Gamboa, el estado de sitio y suspendiendo provisionalmente las sesiones del congreso; no dudaron en teñir las calles con la sangre roja del pueblo.
Finalmente, el día 5 de abril el Gobierno creó una comisión para revisar las tarifas de la locomoción colectiva y enviar un proyecto de Facultades Extraordinarias que fue aprobado por la mayoría del Congreso, con el que pudo encarcelar, asesinar y expulsar del país a decenas de opositores.
SEGUIMOS ESTANDO DONDE SIEMPRE ESTUVIMOS
En las grietas subterráneas de los callejones, en las demacradas esquinas de los barrios de hambre y miseria, existe una rasgadura en el tiempo que queda ahí, como el sedimento de un pueblo que no acepta arrodillarse ni claudicar, que siente el peso de la historia y mantiene viva la memoria. Allí, sentado sobre los muertos, viviendo ancho como las paredes y muriendo con el pecho ante las balas; se encuentra este pueblo de cien mil poderes, que derrota al miedo y se funde en un mismo aliento, arropado de valor y resistencia, con la conciencia clara de que, solo acumulando un caudal de pueblo indómito, audaz y combativo, otra vida será posible. Una vida por las y los trabajadores, con un pueblo sin explotación ni patrones.
“Toda la opresión va a levantar la raza y la sonrisa de los niños llegará a las casas algún día / y sonreiremos y venceremos, porque la burguesía a forjado a sus sepultureros”
Canción “Pinganos” de Zonyko
(1) Por PATRICIO ARAYA
(2) Por SERGIO RIQUELME
Publicado en Revista Cono-SUR