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A pesar de que nos rigen regímenes políticos distintos: España es una Monarquía constitucional con sistema parlamentario y Chile tiene un presidencialismo exacerbado, es posible hacer varios paralelos en la historia de ambos países. Por de pronto, ambos vivieron horribles dictaduras, aunque la española fue más prolongada y más cruenta, sin embargo, la admiración de Pinochet por Franco era tan grande que incluso fue al funeral del dictador español. Pero no solo Pinochet tenía admiración por el franquismo, también el joven Jaime Guzmán tiene escritos donde ensalza a Franco como el Salvador de la Cristiandad frente al comunismo ateo, misma idea con la que luego justificará el golpe en Chile. Posterior a la muerte del tirano, y como una forma de llevar a cabo una Transición civilizada, se llevó a cabo El Pacto de La Moncloa, que permitió que las fuerzas políticas tanto tiempo proscritas pudieran volver a participar del juego democrático. Los políticos e intelectuales de la Concertación tomaron muy en cuenta este pacto para replicarlo posteriormente en Chile a comienzos de nuestra Transición, aunque en el caso chileno se cedió en demasía ante las fuerzas del pinochetismo, lo que entrampó toda posibilidad de una verdadera transformación institucional.
Uno de los tantos puntos negros del gobierno del socialista Felipe González, además de los casos de corrupción, se relaciona con los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), quienes tenían la misión de desactivar las células de ETA, sin embargo, muchas veces cometieron ajusticiamientos y crímenes politicos, a vista y paciencia del poder político. En Chile tuvimos a La Oficina, en el gobierno de Aylwin, a cargo de Jorge Burgos y Schilling, que tenía el mismo fin de desactivar a los “grupos subversivos”, y también cometieron crímenes. A nivel institucional, la transición española favoreció que solo dos grandes fuerzas lograran competir a nivel nacional: El Partido Popular (herederos de Franco) y el PSOE (izquierda moderada), esto mismo se replicó en Chile con el binominal que favorecía a dos grandes coaliciones, dejando a otras fuerzas fuera del Congreso. En España el bipartidismo se acabó con la irrupción de PODEMOS en 2014, con el joven académico Pablo Iglesias a la cabeza. Este movimiento logró captar el malestar ciudadano de los afectados por la crisis económica de 2008, cansados de la alternancia en el poder del PSOE y el PP, que solo había generado corrupción. En Chile, su coalición hermana, el Frente Amplio se consolidaría en 2017, conformado por ex dirigentes estudiantiles y otros movimientos sociales, también venían a impugnar a la Concertación y sus acuerdos con la derecha, que había generado una inmovilidad de casi 30 años.
Después de llegar a una alianza de gobierno con el PSOE, y obtener el cargo de vicepresidente, Iglesias se la jugó el todo o nada y postuló a las legislativas de Madrid, sin embargo, debió competir con su ex aliado Iñigo Errejón, que lidera un grupo escindido de PODEMOS. Esto no solo provocó la derrota de Iglesias, sino también que se le diera el triunfo del gobierno local al PP. Y aunque los socialistas también vieron mermada su votación, desde el gobierno salieron a declarar que estas elecciones no se pueden extrapolar a nivel nacional, mientras que tras su derrota, Iglesias señaló que se retiraba de la política (un político chileno, en cambio, volvería cómodamente a su antiguo asiento en el senado o el gobierno, como se ha visto innumerables veces después de un fracaso electoral).

Guardando todas las diferencias, esto me hace recordar el periplo político de Gabriel Boric. Un líder estudiantil que salta a la cámara de diputados, pretendió impugnar el modelo desde adentro, pero, muchas veces se le vio en negociaciones con las mismas personas a quienes atacaba ante un micrófono. Es injusto comparar el devenir del FA con PODEMOS, en primer lugar, porque el régimen presidencial otorga muy pocas atribuciones a los parlamentarios, pero hay algo de intrepidez infantil en ambos casos, que hace que liderazgos prometedores terminen por autosabotearse por decisiones cortoplacistas, y por no saber articular jugadas a mediano y largo plazo. Es lo que le acaba de ocurrir a Iglesias, y que podría pasar con Boric. Por otra parte, las energías del FA se han diluído en criticar el modelo concertacionista, pero han sido menos hábiles a la hora de proponer un modelo post neoliberal, que sea realmente rupturista y no meramente cosmético o reformista. Las dificultades que ha tenido Boric al momento de reunir firmas para una precandidatura quizás revelen que el mensaje no está llegando adecuadamente a la población, y que es visto como “otro más de la clase política”. Resulta loable que haya tomado el peso de representar a su joven coalición en primarias presidenciales, pero tal como ocurrió con Iglesias, quizás Boric no sea el hombre indicado para esta elección y una derrota suya puede afectar el futuro del Frente Amplio.
Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político.
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Un artículo pretencioso que podría haber sido mucho mejor, y que guarda inexactitudes notables (que dejan claro el enfoque); entre otras, hablar del PSOE como izquierda ‘moderada’ pese a que de “socialista” y de “obrero” no le queda nada, que afianzó el neoliberalismo e, incluso, ingresó a España a la OTAN…