La semana pasada, luego de la fracasada negociación de la oposición para realizar Primarias presidenciales (una verdadera telenovela en vivo y en directo), Álvaro Elizalde, el presidente del PS, salió enfurecido declarando: “Nos sentimos engañados, así no se humilla al Partido a Allende”. Pero lo cierto, es que desde hace décadas que el PS ya no es como el antaño partido del presidente Allende, incluso desde antes del retorno de la democracia, el socialismo chileno había adoptado otra ruta. Es cosa de ver cómo han renegado de sus propios símbolos:
La bandera del partido se compone del hacha toqui mapuche, que simboliza la destrucción y construcción de un nuevo régimen, así como la liberación y combate antiimperialista. Ésta se encuentra sobre el continente latinoamericano, reflejando el carácter latinoamericanista del partido. Finalmente, todo está sobre un manto rojo, símbolo universal de los trabajadores del mundo. Pero ese discurso antiimperialista de los primeros líderes no se condice con los acuerdos de Libre Comercio impulsados por Lagos y Bachelet, como tampoco el deseo de construcción de un nuevo régimen, pues han aceptado de buena gana la tercera vía socialdemócrata, y mucho menos la preocupación hacia los trabajadores, especialmente de parte de Ricardo Lagos, un “socialista pro-empresarios”
La imagen de Allende tampoco fue siempre tan valorada por el PS, de hecho, en 1969 no fue la primera opción del partido. En 1969 uno de los principales problemas fue la designación del candidato, pues si bien Allende era el candidato lógico (tenía tres campañas presidenciales: 1952, 1958 y 1964), el PS, dirigido por Aniceto Rodríguez, no lo apoyaba completamente. El Comité Central nominó a Rodríguez como su candidato presidencial, pero existían dudas sobre la unidad del partido, así que éste declinó su candidatura a favor de Salvador Allende. Sin embargo, tras tres fracasos previos, en el PS había dudas sobre la capacidad de triunfo de Allende, de hecho, en esa votación existieron más abstenciones que votos favorables a su designación. Tal vez por eso no apoyaron con mucha convicción al presidente durante su gobierno, incluso extremando sus posiciones.

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Luego, a fines de los 70, el PS realizó su viraje ideológico, alejándose de sus socios comunistas de la Unidad Popular. Fue el mismo Carlos Altamirano, ex secretario general del PS, el que durante la UP llamaba a radicalizar el proceso político, quien lidera el viraje ideológico hacia la socialdemocracia, renegando del marxismo. Esto produjo una fractura profunda dentro del PS, generando varias corrientes. La línea de Altamirano terminó por aliarse con ex dirigentes del MAPU y con demócratacristianos. En los años 80, muchos ex MAPU (Enrique Guatón Correa, José Miguel Insulza, José Antonio Viera Gallo, Juan Gabriel Valdés, Eugenio Tironi, Carlos Montes) ingresan al PS o al recién creado PPD. Ricardo Lagos Escobar, un ex radical y reciente socialista, forma el PPD como un partido instrumental, sin ideología clara y cuyo único fin era movilizar a la gente para que se inscribiera en los registros electorales para participar en el plebiscito de 1988. De esta forma, vemos cómo se creó una trenza de poder en torno al PS renovado, a los ex MAPU provenientes de la DC y el PPD. A pesar de que el PS logró reunificarse en 1990, los siguientes presidentes del partido: Camilo Escalona, Osvaldo Andrade, Elizalde, etc. adoptaron una línea pragmática, muy lejano a las posiciones de izquierda transformadora de Allende, solo basta recordar la oposición burlesca de Escalona ante la idea de realizar una Asamblea Constituyente y su apoyo al alcalde de San Ramón (hoy involucrado en casos de narcotráfico), quien incluso llegó a ser vicepresidente del partido.

Durante 30 años, el PS privilegió la alianza política con el PPD y la DC, hasta las últimas elecciones municipales y de constituyentes. Ahora, luego de descalabro electoral de sus socios, y en forma un tanto oportunista, busca aliarse con el PC, alianza que no se veía desde la Unidad Popular. El error de Elizalde y compañía fue no explicitar que también venían a negociar en compañía del PPD, pero el PC-FA también pecaron de imprudentes, al no percatarse que hay una simbiosis entre el PS-PPD, que no se puede negociar con uno sin el otro, pues hace tiempo la falta de ideología del PPD se traspasó hacia el PS, además, ambos partidos tienen dirigentes históricos en común, como Heraldo Muñoz y Lagos.

Pese a todo lo anterior, el PS de Allende aún sigue vivo y vigente en la mayoría de las y los militantes de base, que han continuado en el partido simplemente por convicción y lealtad y no con el afán de apitutarse en cargos públicos, como hizo buena parte de su directiva. Otro tanto del espíritu socialista también vive en grupos disidentes, como Plataforma Socialista, o los movimientos UNIR y Fuerza Común. Por último, no es necesario militar en el partido para sentirse parte de la tradición de la Izquierda transformadora, pues muchos de quienes votaron y apoyaron a Allende en los años 70, le transmitieron a sus hijos y nietos los mismos anhelos de Justicia Social.
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Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político
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