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“Mi pueblo necesita a Europa, mi pueblo necesita que Europa señale al maltratador”, proclamó Yotuel, un rapero cubano afincado en España, en un acto del Parlamento de la UE convocado por legisladores de derechas antes de ceder el micrófono al golpista venezolano Juan Guaidó. Días después, Yotuel mantuvo una llamada de Zoom con funcionarios del Departamento de Estado para hablar de “Patria y Vida”, el himno rapero anticomunista del que fue autor.
Mientras se despeja el polvo de un día de protestas en las ciudades cubanas, el Wall Street Journal ha calificado a “Patria y Vida” como el “grito de guerra común” de los opositores al gobierno de Cuba, mientras que Rolling Stone la ha calificado como “el himno de las protestas en Cuba”.
Además de Yotuel, los dos raperos que colaboraron en la canción forman parte de un conjunto de artistas, músicos y escritores llamado Movimiento San Isidro. Los medios de comunicación estadounidenses han atribuido a este colectivo el mérito de “ser el catalizador de los actuales disturbios”.

A lo largo de los últimos tres años, a medida que las condiciones económicas empeoraban bajo la escalada de la guerra económica de Estados Unidos, mientras el acceso a Internet se ampliaba como resultado de los esfuerzos de la Administración Obama por normalizar las relaciones con Cuba, el Movimiento San Isidro ha invitado a un conflicto abierto con el Estado.
Con actuaciones provocadoras en las que sus figuras más destacadas han desfilado por La Habana Vieja ondeando banderas estadounidenses, y con flagrantes muestras de desprecio por los símbolos nacionales cubanos, San Isidro se ha enemistado con las autoridades, provocando frecuentes detenciones de sus miembros y campañas internacionales para liberarlos.
Al establecerse en una zona mayoritariamente afrocubana de La Habana Vieja y trabajar a través de medios como el hip-hop, San Isidro también ha maniobrado para poner en entredicho la imagen racialmente progresista que el gobierno cubano de izquierdas se ganó con su histórica campaña militar contra la Sudáfrica del apartheid y el asilo que ofreció a los disidentes negros estadounidenses. En este caso, el Movimiento de San Isidro parece seguir un modelo articulado por el grupo de presión estadounidense para el cambio de régimen.
Durante la última década, el gobierno de Estados Unidos ha gastado millones de dólares para cultivar raperos, músicos de rock, artistas y periodistas cubanos antigubernamentales en un intento explícito de convertir en un arma a la “juventud desocializada y marginada.” La estrategia implementada por Estados Unidos en Cuba es una versión en la vida real de las fantasías que los demócratas anti-Trump entretenían cuando se preocupaban de que Rusia estuviera patrocinando encubiertamente a Black Lives Matter y Antifa para sembrar el caos en la sociedad norteamericana.
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Tal y como revelará esta investigación, los principales miembros del Movimiento San Isidro han recibido financiación de organizaciones para el cambio de régimen como la Fundación Nacional para la Democracia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, al tiempo que se han reunido con funcionarios del Departamento de Estado, con personal de la embajada de Estados Unidos en La Habana, con parlamentarios europeos de derechas y con golpistas latinoamericanos, desde el venezolano Guaidó hasta el secretario general de la OEA, Luis Almagro.
San Isidro también ha recibido el apoyo de una red de think tanks fundamentalistas del libre mercado que no ocultan su plan de transformar Cuba en una colonia para las corporaciones multinacionales. Días después de que estallaran las protestas en Cuba, la dirección de San Isidro aceptó un premio de la Fundación Memorial de las Víctimas del Comunismo, un think tank republicano de derechas de Washington que incluye a los soldados alemanes nazis en su recuento de muertes históricas a manos del comunismo.
Detrás de su marca como intelectuales cosmopolitas, raperos renegados y artistas de vanguardia, San Isidro ha abrazado abiertamente la política extremista del lobby cubano de Miami. De hecho, sus miembros más prominentes han expresado un efusivo apoyo a Donald Trump, han respaldado las sanciones estadounidenses y han clamado por una invasión militar de Cuba.

No obstante, el colectivo cultural ha hecho incursiones en los círculos progresistas de la intelectualidad norteamericana, trabajando para debilitar los tradicionales lazos de solidaridad entre la revolución cubana y la izquierda estadounidense. Como veremos, el ascenso del Movimiento San Isidro es el último capítulo del libro de jugadas emergente del imperialismo interseccional.
Por Max Blumenthal – Granma
Tecnologia, guerra híbrida y neo contrarrevolución
Existe una bien montada estrategia para desinformar y mentir sobre Cuba, y las “protestas callejeras” son solo una parte del plan. EEUU ha financiado abiertamente programas dirigidos a “apoyar” a “periodistas, blogueros, artistas, músicos” buscando un “cambio de régimen”, una “primavera árabe” en la más grande de las Antillas.