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“La propiedad privada sobre los medios de producción incluye
también la propiedad privada
sobre las acciones y las operaciones financieras.
El principal fundamento de la diplomacia actual consiste
en operaciones financieras, que se reducen todas al saqueo
y estrangulación de los pueblos débiles.”
Lenin, Las Tesis de Abril
LOS SIGNOS DE LA DECADENCIA CAPITALISTA
POR LUCIO PAROT
El contexto internacional nos enfrenta a un imperialismo intentando una hegemonía que ya no posee la capacidad de dominio de hace una década, al tiempo que quiere imponer una supremacía desgastada que carece absolutamente de fundamentos ideológicos consistentes y convincentes y que hoy hacen de la “verdad” capitalista, la argumentación más débil y frágil de justificación del sistema y de las relaciones sociales de producción que lo sostienen. Todo lo que hoy el capitalismo no es capaz de generar exprimiendo la ley del valor, lo debe sustituir hasta el extremo con la fuerza de las armas. Tal contexto de cómo se expresa en el marco mundial la lucha de clases, no significa otra cosa, que la ineluctable fase de agotamiento y decadencia en la hoy se encuentra sumido Estados Unidos.
Cuando los medios de comunicación subordinados a los intereses económicos de las transnacionales, nos transmiten la “verdad” de la dominación sin contrapeso de la gran burguesía, el control político y social de sus estados nacionales y cuando. además nos quieren mostrar que nada se escapa a la lectura unilateral que hacen de la realidad sus periodistas e intelectuales, están apuntando a nuestras conciencias como fieros soldados de la guerra ideológica que tienen contra los pueblos, e instalar un clima casi universal de pesimismo y derrota respecto de la sobrevivencia humana. Nos imaginamos que en el Departamento de Estado y en el Pentágono, deben tener desplegados los mapas del mundo, para que civiles y generales a la cabeza del monstruo imperialista dispongan las próximas jugadas de guerra contra los países que serán asediados por sus medidas políticas, económicas o militares, según sea el caso y los intereses que les apremien como capitalismo global. Hoy nuevamente Cuba es el blanco de sus ataques vía gusanera, como llama el pueblo cubano a la oposición pro yanquee que vive dentro y fuera de
la isla, también lo fue hace poco Nicaragua y con Venezuela han mantenido diversas maniobras incluyendo incursiones armadas paramilitares desde Colombia. Muy a pesar del derrumbe del campo socialista europeo, el imperialismo no logró mantener por mucho tiempo un dominio unipolar, habiendo conseguido las ventajas más que suficientes para sostener el unilateralismo que plasmó en un momento a través de las mismas instituciones internacionales como la ONU, el Banco Mundial, la OEA y otras, pisoteando impunemente el derecho internacional y los diversos tratados multilaterales que se forjaron en la postguerra.
Es precisamente en fases de descomposición y de decadencia en diversos planos, que los estados imperiales expresaron las medidas políticas, económicas y militares más agresivas, contra otras civilizaciones, comunidades étnicas extranjeras, o contra su propia población, para cubrir o simular el estado de debilitamiento en que había caído su poder político. Cesares, Zares y Monarcas, a su tiempo fueron derrotados por las historia objetiva y concreta de contradicciones y antagonismos de clase, que sus propias sociedades generaron en siglos o en años de relaciones de poder que acentuaron en el tiempo las situaciones de explotación, abuso y opresión de las clases dominadas. Incapaz la burguesía de superar la contradicción entre las Fuerzas Productivas y las Relaciones
Sociales de Producción, ha ido creando las condiciones de su crisis estructural como Modo de Producción capitalista. El capitalismo no puede ni podrá resolver el hambre y miseria creciente de la población mundial, no puede ni podrá resolver la crisis ambiental y ecológica que su modo de producir ha creado. Hacerlo de una manera diametralmente opuesta a como hoy procede con sus formas de dominación (modelo económico) sería una suerte de suicidio histórico, en lo claro y simple no sería capitalismo. Pasando por alto, los profundos descubrimientos del socialismo científico, ignorando la legalidad dialéctica que rige los procesos históricos, quedan hechos polvo los imperios antiguos, se desmoronan los imperialismos modernos, sacudiendo varios pueblos y nacientes naciones del colonialismo que impuso Europa a tres continentes. Se apresuró a ocupar su lugar la revolución industrial y con ella advino un capitalismo cuya clase dominante maneja con mayor propiedad la Ley del Valor. El surgimiento de los monopolios, que establece la edad madura del capitalismo, al mismo tiempo que se constituye en su fase terminal económicamente hablando, sólo que aún la competencia y disputa por los mercados alienta casi dos siglos de desarrollo científico y técnico y con ello el despliegue extraordinario de las Fuerzas Productivas.
Carl von Clausewitz decía que “la guerra es la continuación de la política por otros medios” y esta concepción explica cómo la competencia y la disputa por los mercados, en el caso de la burguesía se transforma en una lucha despiadada y luego, de afanes territoriales y expansivos, esta competencia económica y política se convierte en una confrontación armada. Los monopolios capitalistas pusieron a la humanidad, no frente sino dentro de los dos conflictos bélicos más cruentos de la historia. Mientras Lenin y Rosa Luxemburgo se esforzaban por razones de principios para que el proletariado se restara del apoyo a la guerra y a las postura Chouvinistas, la socialdemocracia alemana aprobaba los créditos de guerra, regalándose en esa primera gran confrontación como la cómplice futura de miles de muertes proletarias que obviamente no le importaron a la gran burguesía. Con la segunda guerra fue peor, los países involucrados sacrificaron 60 millones de personas de las cuales 20 millones corresponden a los pueblos de la Unión Soviética. En el marco del capitalismo no hay nuevas ofertas, el imperialismo y las burguesías locales, con el llamado neoliberalismo volcaron la totalidad del sistema a jugarse por un nuevo ciclo de concentración de capitales y acumulación de las riquezas, no dejaron mecanismos, engranajes, ni piezas del sistema que no ocuparon para configurar la forma de dominación que requerían, o sea un modelo económico, solo que esta vez no respetaron ni siquiera los raspados de olla de los patrimonios estatales para llenarse los bolsillos.
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EN CUANTO A LUCHA DE CLASES
¿QUÉ NO ESTÁ CLARO?
El levantamiento popular en nuestro país, colocó a la clase dominante a la defensiva, la elite política claramente deslegitimada, queda en una situación de riesgo y todo aquel estado de privilegios del que usufructúa amenaza con desmoronarse. Como parte del Bloque en el poder, en poco tiempo resuelve auxiliar al Gobierno, que ya enfrentaba un 82% de rechazo. A pesar del fuerte impacto del levantamiento, el Congreso que apenas contaba con un 4,7% de aprobación, el 15 de noviembre del 2019, responde con el “Acuerdo por la Paz Social”. Tal Pacto impuso al movimiento social el costo de miles de presas y presos políticos, aproximadamente 2500 personas, 400 con lesiones oculares algunas con resultado de total ceguera, torturas y violaciones sexuales, muertos y desaparecidos, es decir, de la noche a la mañana el gobierno de derecha se convierte en una dictadura civil amparada en un estado de excepción y con toque de queda al nivel nacional. A partir de estos hechos, se comienza a dibujar una nueva fase de enfrentamientos y contradicciones que expresan también los nuevos componentes de la lucha de clases en Chile. El levantamiento popular sorprende a los sectores revolucionarios en una lamentable situación de debilidad y dispersión, lo cual le impide otorgar aunque sean niveles mínimos de conducción a la crisis de gobernabilidad que se abre. Los sectores del reformismo pequeño burgués representados por el Partido Comunista al igual que el neo-reformismo que se expresa en el Frente Amplio, tuvieron mejores condiciones para responder más oportunamente a este ciclo de enfrentamiento político-social. De una u otra forma, la apertura de esta fase nos introduce a la interrupción relativa de la protesta para situarnos en el marco de la salida institucional a la crisis, salida a la que concurren con satisfacción y un ánimo de triunfo las distintas variables del reformismo y a regañadientes pero resignados la derecha y la oposición burguesa al gobierno. Triunfo y derrota se combinarán en el objetivo de cambiar la forma, pero no el fondo de lo que verdaderamente está en juego: la continuidad del capitalismo.
Los procesos históricos que a veces nos ponen en encrucijadas difíciles de sortear, en el Chile nuestro de cada día, las dinámicas sociales y políticas siempre han marchado de la mano en una perfecta comunión de intereses. Tanto es así, que las grandes corporaciones empresariales no se diferencian en nada de los partidos de derecha que representan sus intereses en las instituciones del Estado. Del mismo modo las coordinaciones o mesas sociales de la pequeña burguesía, no expresan contradicciones con las entidades políticas independientes o con liderazgos de la misma denominación, que han optado por hacerse parte del proceso institucional constituyente. Y es así, porque tanto el gran empresariado, la derecha, las coordinaciones o mesas de unidad social y los políticos independientes de improntas reformistas, no se plantean ni una coma, cambiar el capitalismo. Los unos, los burgueses, lo quieren como está o tal vez con un tinte más autoritario o fascistoide, los otros lo quieren con estructuras más flexibles o democráticas o con una democracia burguesa más conciliadora con los derechos sociales. Estos postulados que los hace estar en el mismo espacio y bajo el mismo techo, con matices más o matices menos, generalmente se dejan entrever mediante discursos y mensajes públicos aparentemente contrarios y en pugna.
El reformismo de cuño pequeño-burgués como el reformismo obrero, enquistado en el seno del movimiento obrero y popular, y con claras estrategias de colaboración de clases ha ayudado indefectiblemente a afirmar o consolidar las formas de dominación del capitalismo. Intentar por etapas transformaciones radicales o más profundas al sistema afirmándose en sus propias instituciones, soslayando el carácter irreconciliable de sus intereses históricos con los de los trabajadores y el pueblo, no considerando su conocida esencialidad de la propiedad privada de los medios de producción, esencia que la burguesía nunca pondrá en discusión, es decir, ilusamente confiar en un proyecto que debe enfrentarse a una enorme y sofisticada mole político-jurídica, económica, ideológica y militar, solamente apertrechados de un deseo de cambio y una suma de electores, que aunque triunfen en los votos no triunfarán frente a los otros factores que resguardan al sistema, que incluso lo resguardan de electores y pacifistas, porque así procede dialécticamente la ley de los contrarios. Es cierto que muchos y muchas de la militancia revolucionaria, al margen de sus orgánicas políticas, bastantes diezmadas, decidieron hacerse parte del proceso constituyente votando al menos por candidaturas que consideraron más progresistas o de avanzada, y sin duda con ello contribuyeron a legitimar la misma opción que abrió el bloque dominante para desactivar la movilización y el descontento popular. Sin embargo, a poco andar y alcanzado algunos tramos de este proceso, vino nuevamente la decepción y la sensación de haber sido traicionados por sus candidatos o referentes. Nosotros queremos afirmar, que no es eso lo que pasó, que no hubo traición ni vueltas de carneros, lo que está detrás de estos resultados decepcionantes es una posición política, en estricto rigor, contraria a los intereses históricos y estratégicos de las y los trabajadores y del pueblo. La posición del reformismo sea del cuño que sea, es ampliar y profundizar la democracia burguesa, porque valga la explicación, no existe democracia sin apellido, es superar el capitalismo salvaje, siendo que no existe ni ha existido un capitalismo no salvaje, corregir mediante leyes y constituciones progresistas la concentración económica, la acumulacion desmedida de las riquezas y establecer políticas redistributivas desde el estado, cuestión que se ha mostrado históricamente imposible cuando ese poder económico que se cuestiona tiene para la mantención de sus privilegios otro poder que protege la alteración negativa de sus intereses: el poder armado. No está demás decir que en América Latina contamos con dos constituciones reconocidas como las más progresistas, la de Colombia y la de Bolivia, sin embargo, en Colombia la oligarquía domina a su antojo e impone todos lo días a sangre y fuego sus intereses espurios al margen de toda legalidad y juego democrático. En Bolivia, ni la constitución ni la mayoría social que le sustentaba, impidió un golpe de estado y el posterior saqueo del patrimonio fiscal, ayudados además los golpistas por Estados Unidos y por la OEA. Hasta ahora, el reformismo en sus dos expresiones, ha mostrado muy pocos triunfos simbólicos pero que de paso se convierten en un acto de legitimación del verdadero poder que está detrás de la Convención y que como prueba y testimonio de su alcance, pese a su desprestigio y descrédito, mantiene aún encarcelados a los Presos Políticos de la revuelta.
En términos de participación electoral, se torna necesario decir que el reformismo no fue acompañado de un contexto tan amplio de participación ciudadana, que en la primera contienda, Apruebo versus Rechazo, del universo electoral sólo participa un 50.95% lo cual relativiza enormemente la representatividad de la opción ganadora.

El siguiente evento electoral, profundiza aún más el carácter poco representativo y de legitimidad de la Convención cuando el porcentaje de electores cae más del 10%. ¿A qué aspiraba entonces el porcentaje de chilenos y chilenas que no concurren a votar? ¿Cuánto de ese porcentaje fue parte del levantamiento popular y derechamente repudia y rechaza a la élite gobernante y desprecia su institucionalidad? Sin duda, es un porcentaje que motiva grandes cuestionamientos y dudas para los distintos actores políticos y sociales.
Mientras la dinámica social en cuanto a organización y niveles de movilización, con las características que se ha mostrado, con grados importantes de espontaneismo, y también con grados importantes de autonomismo, distanciada y crítica además de las intervenciones partidarias, condición que el reformismo y los líderes independientes han aprovechado de manera oportunista para allegar simpatías y adhesión orgánica a sus colectivos, entendemos, difícilmente esta dinámica se encauzará a una visión y postura clasista y revolucionaria, difícilmente buscará tornarse en términos del antagonismo social en Sujeto Histórico, si es que en todo este proceso continúa ausente como ha sido hasta hoy, el Sujeto Político, es decir, la necesaria conducción revolucionaria. Conocemos de sobra la resistencia que se ha opuesto a estas categorías del marxismo, aún así, creemos que la superación de la crisis y dispersión que nos afecta, debe ir de la mano con la desafiante tarea de restituir en el seno del movimiento social lo que ayer denominamos la ideología proletaria y en cuyo norte se encontraba la lucha por el socialismo.
Crear condiciones para reconocer en la práctica de lucha de los sectores dominados la lucha de clases, crear condiciones para el rearme teórico de las y los trabajadores y el pueblo para recomponer la desmantelada conciencia de clase, ganar nuevamente la conciencia de que el capitalismo es un callejón sin salida para toda la humanidad, pasa necesaria y urgentemente por recomponer los vínculos políticos y sociales que apunten claramente a la unidad de los revolucionarios y revolucionarias y desde esa práctica de convergencia revertebrar el actual movimiento histórico para reconstruir el Movimiento Obrero y Popular, primer cimiento orgánico del Poder Popular, este es nuestro gran desafío.
Artículo publicado en la revista CONO-SUR, edición N° 10 SUSCRIBETE

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“He pintado como si gritara desesperadamente, y mi grito se ha sumado a todos los gritos que expresan la humillación y la angustia del tiempo que nos ha tocado vivir”. Oswaldo Guayasamín