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Escribe Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político
Una de las imágenes más impactantes del último tiempo ha sido ver a cientos de afganos tratando de aferrarse a los aviones que despegaban de Kabul. El retorno de los Talibán no ofrece nada bueno para dicho país, y menos para las mujeres y minorías, que vieron conculcados sus derechos durante el último dominio de ese grupo (1996-2001), cuando muchas fuueron lapidadas o sufrieron azotes públicos por quebrantar la sharia o ley islámica, o se les impidió el acceso a la educación y participación política, pues con la interpretación radical y antojadiza que realizan del Corán, restringen notablemente todos los derechos a las mujeres. Sin embargo, no es primera vez que un grupo “iluminado” pisotea la vida de otros al pretende imponer su visión de mundo.
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Año 1099, los cruzados llegan a Jerusalén. Durante un par de semanas asedian la Ciudad Santa, finalmente rompen la defensa de los musulmanes y logran recuperarla para la Cristiandad, pero primero decapitan a muchos hombres y mujeres. Como señala un testigo: “Se ordenó sacar a los sarracenos muertos fuera de la ciudad, y se formaban montones tan altos como casas. Nadie ha visto ni oído nunca semejante carnicería de gente pagana, nadie, excepto Dios, sabe el número exacto de muertos”. Cuando en 1541 Juan Calvino y sus seguidores se tomaron Ginebra, instalaron un gobierno teocrático, una virtual dictadura religiosa, estableciendo una férrea regla de comportamiento: cerrando teatros y espectáculos musicales, destruyendo iconografía religiosa, persiguiendo a los opositores, incluso quemándolos. De forma no muy diferente actuó la Santa Inquisición, la respuesta católica a la Reforma, verdadero brazo armado de la Iglesia y reconocida por sus prácticas de tortura y régimen de terror en contra de cualquier pensamiento disidente (basta recordar a Giordano Bruno y Galileo).
Con esto no pretendo relativizar la actual situación o realizar una especie de empate moral, solo constatar que ninguna religión se ha salvado de actuar de forma miserable y fanática. Pero no hace falta remontarse en el tiempo para hallar ejemplos de conducta talibán también en Chile. El historial de censura en el país tiene capítulos vergonzosos, como el de “La Última Tentación De Cristo”, cinta de Martin Scorsese de 1988, y si bien se determinó en 1996 que la película sí podía ser exhibida comercialmente, un grupo llamado “El Porvenir De Chile” cercano a la UDI, presentó un recurso de protección para evitar su estreno, argumentando que atentaba contra la dignidad de Cristo. El caso llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que determinó que censurarla atentaba contra la libertad de expresión y que permitió que la cinta por fin pudiera ser vista el año 2003.
Los Talibán chilenos volvieron a hacerse presentes en 2016, en el contexto del debate sobre las tres causales para legislar respecto del aborto. Hubo llamativas respuestas de algunos diputados: el UDI Gustavo Hasbún dijo que “legalizar la eugenesia significa que se acabaría la Teletón, que se acababa con los niños con discapacidad, que nacen con problemas físicos o sicológicos. El RN René Manuel García decía que “por lo menos, el gobierno militar mataba gente grande, no niños inocentes”. El DC Iván Flores, considerado como un “progre” en su partido, afirmó que “una mujer violada no está en libertad de pensar libremente”. En 2021 se puso en tabla el debate sobre la eutanasia, y nuevamente los Talibán redujeron la discusión a caricaturas. El diputado DC Jorge Sabag: “Rechazamos este proyecto porque va a crear toda una industria de la eutanasia y también el turismo de la eutanasia”, mientras el UDI Sergio Bobadilla señalaba: “Comenzaron con el aborto en 3 causales, ahora avanzan casi en forma desquiciada en el aborto libre y rematan en un asesinato. Terminan en un asesinato llamado en forma encubierta como eutanasia”.
Lo que tienen en común los Talibán chilenos con sus pares afganos es que poseen una alta valoración moral de sí mismos, son seres iluminados por su Dios, y parecen conocer mejor que las propias mujeres las necesidades de ellas y la manera de decidir por su sexualidad y su cuerpo. Y si bien en Chile estos grupos son minoría, lo que ocurre en Afganistán nos debe hacer reflexionar que en ninguna sociedad están asegurados los derechos alcanzados luego de años, de décadas de lucha. Ante cualquier crisis se puede revertir todo avance civilizatorio y retornar a una etapa premoderna semifeudal. La democracia nunca es un estado definitivo, ni permanente ni estable, la democracia y los valores racionales en los que se sustenta son un territorio en permanente disputa, y siempre está en pugna ante fuerzas oscurantistas y desestabilizadoras. Ningún país está lo suficientemente inmunizado ante la brutalidad y el fanatismo religioso, y siempre cabe la posibilidad de una eventual regresión, siempre puede triunfar el talibán interior.
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