Las plataformas de META y Google, invisibilizan o bloquean nuestros contenidos. Síguenos en Telegram
La década de los 80´, sin duda fue muy agitada para el mundo popular y La Bandera aportó significativamente a que eso ocurra, abriendo el camino de las movilizaciones que emergen durante ese periodo y que terminan por ponerle fin (al menos narrativamente) a la dictadura de Pinochet. El protagonismo que acompaña a esta emblemática población, desde sus orígenes, la posicionan como un lugar donde la resistencia y las luchas por la dignidad son parte de su esencia. Así se demuestra el 22 de julio de 1980, fecha en la que se realiza la primera gran toma de terreno llevada a cabo en dictadura. Si bien, existen antecedentes de experiencias anteriores, como la realizada un mes antes en la comuna de Pudahuel (el 30 de junio), ninguna tuvo la masividad, la cobertura mediática, ni el impacto de la toma realizada en La Bandera (Valdés, 1986).
Esta toma, para algunos, es parte de un proceso que comienza con una asamblea de pobladores realizada a finales de 1978 en “dependencias de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, ubicada en el 25 de Santa Rosa” (Rojas 2006), donde se constituyó el primer Comité de Vivienda de la Zona Sur, organización que quedó liderada por antiguas dirigencias de la experiencia de la toma “26 de Enero”, realizada en 1970. La toma apareció como una acción necesaria, ante la imposibilidad de resolver por otros medios la necesidad de la vivienda. En palabras de los propios pobladores, este ejercicio de poder popular se materializa cuando:
“nosotros nos unimos, varios del sur, varios del norte, y La Bandera, el cual es el comité que yo pertenezco… Nos tomó seis meses de organización, para organizarnos como ordenar una disciplina adentro del posible campamento que nosotros pensábamos formar. Como ordenar una olla común, como ordenar algo de salud, un policlínico, porque pensábamos que, dentro de nuestra pobreza, dentro de toda nuestra necesidad, somos gente con una moral bien alta, gente organizada” (Museo de la memoria, 7 de mayo del 2021).

La planificación de la acción se abordó mediante comisiones o pequeños comités encargados de tareas específicas como las de: vigilancia, relaciones públicas, salud, etc. Además de una estructura de dirección de la toma (Comando de Toma) que se haría cargo de ser el referente público de esta, al momento de instalarse de manera definitiva en los terrenos elegidos.
El proceso de selección de los terrenos se realizó de manera estratégica y encubierta, ya que el éxito de la operación, en gran parte, se jugaba en mantener en secreto cuál sería el lugar donde se desarrollaría la acción. Entre las opciones posibles, finalmente se decidió por unas multicanchas ubicadas en el 4to sector de La Bandera, que, en su calidad de propiedad fiscal, servirían para interpelar directamente al Estado a modo de denuncia.
El financiamiento de la operación estuvo a cargo de “Manuel” (Manuel era el alias de Nelson Herrera, un reconocido dirigente, que a comienzos de 1980 asumió la dirección del trabajo de masas del MIR, en la zona sur de Santiago), quien “le proporcionó 15 mil pesos (a Rojas) que se distribuyeron entre los pobladores allegados para el arriendo de micros”. (Matus, s.f.) Se esperaba realizar la toma una vez finalizara el invierno para no sufrir sus inclemencias, pero la presión de las y los pobladores no permitió aplazar más la acción, ni siquiera ante el asesinato del teniente coronel Roger Vergara (jefe de la Escuela de Inteligencia Militar del Ejercito) el 15 de julio, atribuido mediáticamente al MIR y que envolvió de dura represión las poblaciones de Santiago los días previos a la ocupación de las multicanchas.
A las 6 de la mañana del 22 de julio, Juan Rojas (dirigente), toma posición de adelantada para coordinar la llegada de las micros a la multicancha. El mismo Rojas cuenta como 3 micros llenas fueron interceptadas y los pobladores detenidos, mientras que a eso de las:
Para sortear la censura de Youtube y Google, nuestros videos en la plataforma de videos Odysee
“6:15 horas aparece por el lado poniente una caravana de al menos 5 micros antecedidas por un camión. Era una parte de los pobladores de la Zona Caro-Ochagavía. Nos saludamos mientras les indicábamos el terreno. Así continuaron llegando micros por todos lados. Micros repletas de gente y sus elementos para las viviendas: nylon, palos, banderas chilenas, etc. Eran los de San Gregorio, de San Ramón, Nueva Paraguay, de Lo Valledor Norte. En menos de una hora se levantaron carpas e improvisadas rucas, mientras los dirigentes trataban de ordenar su instalación. Al menos 350 familias habían logrado llegar al terreno. El resto unas 200 fueron interceptadas en el trayecto.”(Rojas, 2006).
Otras fuentes cifran en 300 (entre ellos: Valdés, T. (1986) El movimiento poblacional… e Iglesias, M. (2011) Rompiendo el cerco…), las familias que lograron asentarse, solo de manera momentánea en el terreno tomado, ya que durante esa misma jornada y desde aproximadamente las 9 de la mañana, las fuerzas policiales dejaron caer todo el peso de la represión sobre los y las pobladoras de la toma, quienes habían acordado previamente no poner en riesgo su integridad y por lo tanto no resistirse de manera violenta al desalojo. El saldo de esa jornada fue de varios detenidos y fichados (50, según el relato de Rojas), y de tres mujeres que abortaron producto de la violencia policial (Iglesias, 2011). La brutalidad policial, fue registrada por los medios de comunicación que alcanzaron a llegar, ante la convocatoria realizada por la comisión de Relaciones Públicas de la toma para entregar el comunicado de la operación.
Finalmente, “La represión lleva a los pobladores a refugiarse en una iglesia donde permanecerán por 7 meses” (Valdez, 1986). Este hecho, para Juan Rojas, terminó significando su persecución por los aparatos represivos del Estado, quienes lo apresaron después de sitiar la Vicaría Sur donde se encontraba junto a otros dirigentes poblacionales, reunidos con los emisarios del Cardenal Raúl Silva Henríquez para informarse sobre las “gestiones que se habían realizado ante el Gobierno para dar solución a su problema” (Matus, s.f.).
El obispo Manuel Camilo Vial, utilizó todos los recursos posibles para interceder ante la detención que realizaría ni más ni menos, que el mismo Álvaro Corvalán, bajo el alias de Álvaro Valenzuela, lo que finalmente aseguró la sobrevida de Rojas. Igualmente fue duramente torturado y “condenado por pertenecer al MIR, según disposiciones de la Ley de Seguridad del Estado, y por porte ilegal de arma” (Matus, s.f.). Cumpliendo presidio por 3 años y luego siendo exiliado a Suecia, desde donde pudo retornar 10 años después. En torno a estos sucesos se construyó el guión del 4to episodio de la serie de televisión chilena “Los Archivos del Cardenal”, disponible junto a los otros documentos de referencia de este artículo, en el siguiente link:

POR MEMORIAS POPULARES DE LA BANDERA, publicado en revista latinoamericana CONO-SUR
