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1934, los nazis convocan a una multitudinaria celebración en Nuremberg con el fin de enaltecer, aún más, la figura de su líder, de convencer a los indecisos y amedrentar a los opositores. Este monumental acto propagandístico quedó plasmado en formato de cine, trabajo que realizó la cineasta-nazi Leni Riefenstahl. El resultado fue “El triunfo de la voluntad”, una obra maestra que causó un gran impacto en los espectadores, sin embargo, el ejercicio de manipulación venía de antes: Joseph Goebbels ya se había puesto al frente del “Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda”, el objetivo era ganarse el favor de toda la nación, y movilizar al pueblo alemán para que se alinease con el Führer. Goebbels comenzó con la radio y la prensa, de modo que para trabajar en ella, había que pertenecer a la Cámara de Radio del Reich. De esta manera, Goebbels y Hitler se hicieron con el dominio absoluto de la radio, acabando con las voces disidentes y difundiendo así sus discursos de odio.
Algo similar ocurrió con la prensa escrita: Antes de la llegada del nazismo, Alemania tenía 4.700 periódicos diferentes, era el país con más diversidad de medios de Europa y reflejaban todas las opiniones políticas. Por su parte, su industria cinematográfica era de las más respetadas, con creaciones como “Metrópolis” o “Nosferatu”, sin embargo, muchos artistas debieron huir del país, como Fritz Lang (director de Metrópolis) que prefirió exiliarse a tener que trabajar para los nazis. Pero no hay que remontarse tanto para encontrar casos de manipulación, ya son emblemáticos los montajes de TVN durante la dictadura, presentando falsos enfrentamientos a cargo de Julio López Blanco, mientras en canal 13 hacía lo mismo Claudio Sánchez. Por su parte, la prensa no se quedaba atrás con el titular de La Segunda “Murieron como Ratas”, o la asquerosa manipulación que realizaron en torno al cuerpo de Marta Ugarte, quien fue lanzada al mar desde un helicóptero del Ejército, pero el periodista Pablo Honorato afirmó que había sido un “crimen pasional”.
Desde los años de la dictadura, la prensa no ha cambiado sustancialmente, al contrario, paradójicamente, hoy tenemos menos periódicos y revistas que en tiempos de Pinochet, todo gracias a la Concertación, que prefirió repartir la torta publicitaria entre El Mercurio y La Tercera. Y la manipulación y censura siguen vigentes hasta nuestros días, como cuando los periodistas exaltaban las imágenes de violencia y los aspectos negativos del Estallido Social pero no se atrevían a decir “Matapacos”, o cuando desde La Moneda, hacían desesperados llamados para censurar programas periodísticos del canal LaRed.

Si Goebbels estuviera vivo, estaría muy satisfecho del trabajo de Desinformación que realizan muchos medios, muchos periodistas y líderes de opinión, y cómo ensalzan y aplauden al candidato más peligroso para la democracia, (incluso algunos académicos y cientistas politicos lo califican como de “centro derecha”). La cadena de radios de los Mosciatti está todo el día emitiendo propaganda de ese personaje, aunque no extraña, pues el mismo medio fue el que dio tribuna a la, hoy constituyente, Marinovic. En la televisión, cuando invitan al candidato Republicano, los periodistas son incapaces de contrapreguntarle y permiten que mienta o lance cuñas absurdas como acusar al PC de querer “expropiar el metro”, pero no cuestionan sus propuestas más peligrosas, como negar el cambio climático, derogar la ley de aborto, o perseguir a adversarios políticos, como su propuesta de una “Coordinación Internacional Anti-Radicales de Izquierda”, lo mas parecido a una Operación Cóndor 2., donde señala: “Nos coordinaremos con otros gobiernos latinoamericanos para identificar, detener y juzgar a agitadores radicalizados”. Por su parte, cuando el candidato de Apruebo Dignidad tuvo un lapsus con unas cifras, los medios fueron implacables y al día siguiente fue portada de La Segunda y La Tercera, donde se cuestionó su capacidad de liderazgo, e incluso su condición mental.
Los medios chilenos no han tomado nota de lo que ocurrió en EEUU con Trump, donde las RRSS y la televisión le dieron tanta tribuna al millonario excéntrico, hasta que éste llegó a la Casa Blanca solo para generar polarización y desgobierno, pero parece no importarles. La violencia de Estado del gobierno de Piñera se verá como un juego de niños comparado con lo que podría ocurrir en un eventual gobierno de Kast, y buena culpa de aquello será de los medios de comunicación y sus rostros, que tratan de escudarse tras una falsa neutralidad, pero han sido sus cómplices y facilitado su ascenso político. Hoy, los Matías del Río, los Iván Valenzuela, Mónica Pérez, los Bofill y tantos otros, son dignos herederos de rufianes como Claudio Sánchez o Pablo Honorato, que fueron tan útiles y serviles a la dictadura de Pinochet.
Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político
Kast: “El Neopinochetista”
Este personaje solo sería otra excentricidad más dentro de la fauna política si no fuera porque los medios lo enzalsan tanto. Kast enarbola una defensa absoluta al modelo neoliberal. Admira la obra de Pinochet, desconociendo las violaciones a DDHH y considera héroes a los criminales de Punta Peuco
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