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“Putin o el Arte de la Guerra”

Intentar analizar el actual conflicto ruso-ucraniano resulta un ejercicio sumamente complejo por varias razones: en primer lugar, resulta difícil corroborar los datos que andan circulando, muchos de ellos abiertamente fakes news, y como se suele decir: “la primera víctima de una guerra es la verdad”,

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Intentar analizar el actual conflicto ruso-ucraniano resulta un ejercicio sumamente complejo por varias razones: en primer lugar, resulta difícil corroborar los datos que andan circulando, muchos de ellos abiertamente fakes news, y como se suele decir: “la primera víctima de una guerra es la verdad”, por otra parte, está la distancia geográfica y que los medios hegemónicos suelen contar solo parte de la historia. Por si fuera poco, tenemos al principal actor de este conflicto que es un estratega consumado. Por todo lo anterior, me remitiré a un análisis más bien histórico.

Guardando las diferencias, resulta imposible no comparar la anexión del Donbas por parte de Putin con la anexión que hizo Hitler de los Sudetes de Checoslovaquia. En 1938, muchos políticos aún veían la posibilidad de lograr negociar con Hitler, uno de ellos fue el primer ministro británico, Chamberlain, pensaron que si le entregaban Checoslovaquia, sería una “política de apaciguamiento”, Hitler justificó la anexión aplicando el principio de autodeterminación nacional en favor de una minoría, en ese sentido, invadió en defensa de una población alemana minoritaria que estaba siendo acosada por parte de las autoridades oficiales. Aunque Putin hizo un llamado justifcando la guerra para “acabar con los nazis” (una suerte de Guerra santa, porque quién en su sano juicio podría defender a un nazi), sin embargo, él mismo ha actuado recordando al máximo nazi de la historia.

Pero Putin ya había utilizado este mismo modus operandi: invadiendo Estados independientes apelando a la defensa de una minoría, sin embargo, siempre oculta sus verdaderas motivaciones: desde la división de la URSS quedaron dos pequeñas provincias, Osetia del Sur y Abjasia, que se negaron a ser incorporadas a Georgia, y gracias al respaldo militar de Rusia pudieron continuar siendo independientes.

En 2008 Rusia invade a Georgia con la excusa de defender a las minorías, pero el presidente Mijail Saakashvili estaba negociando una posible incorporación a la OTAN. La guerra duró un semana y dejó 600 muertos. La comunidad internacional guardó silencio, quizás pensando que era parte de la órbita de influencia rusa, y mejor no meterse.

El año 2014, Putin ya llevaba años apoyando a los secesionistas de Ucrania, y casi sin disparar un tiro se apoderó de la península de Crimea, un punto estratégico pues desde allí históricamente tenía salida la escuadra soviética hacia el Mar Negro. Nuevamente se prefirió negociar por las buenas, y quizás con eso Putin quedaría satisfecho. Sin embargo, este oportunismo también puede ser un arma de doble filo.

En los años 90, Rusia actuó en forma implacable en contra de los separatistas chechenos, y Putin sabe muy bien de esos hechos, porque era la mano derecha del presidente Yeltsin en materia de seguridad. Es loable que hoy quiera apoyar a un grupo minoritario de la población ucraniana que desea ser una república independiente, es de esperar, que si vuelven a surgir aires independentistas entre la población chechena Putin sea el primero en reconocer su condición de independencia de la Federación Rusa.

Una de las razones que esgrimió Putin para justificar la actual intervención en Ucrania es que la minoría pro-rusa ha estado siendo atacada violentamente desde hace 8 años. Si es así, ¿por qué no actuó antes? es que como buen estratega, esperó el momento preciso, un momento internacional que juega a su favor: la desaparición de la escena pública de la ex canciller Ángela Merkel (la única capaz de haberlo enfrentado), en Estados Unidos hay un líder anciano y dubitativo, En Inglaterra gobierna Boris Johnson, un tipo de pocas luces. Ante este grupo de líderes con tan poco talento, Putin parece un consumado maestro en el arte la Guerra.

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Por último, independiente del resultado del conflicto, queda claro que esta no fue una invasión militar como la que nos tenían acostubrados las grandes potencias. Por una parte, parece que los organismos internacionales y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas resultan inoperantes y caducos a la hora de imponer sanciones a una potencia como Rusia, (después de todo, el origen de la ONU respondió a la realidad de la postguerra, y tiene escasas atribuciones para plantarse ante partes en conflicto, especialmente si una de ellas es una potencia nuclear), en tal sentido habrá que pensar en otro tipo de organismo supranacional, que disponga de otras reglas a la hora de mediar.

En segundo lugar, y a pesar de toda la crisis institucional que ha vivido Europa los últimos años, Putin logró algo impensado: unificar a todos los paises europeos, independiente de sus diferencias, para hacer frente en forma conjunta a la amenaza rusa, pero es más que eso, se potenció un “ethos europeo”, donde se reconen como herederos naturales de una tradición de pensamiento y de entender el mundo, que para decirlo en palabras simples, representan la tradición de la Democracia Liberal Occidental v/s el Régimen Autocrático de Putin o de Lukachenko.

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La amenaza para Putin no sería solo la presencia de la OTAN, también le debe incomodar que algunas ex repúblicas soviéticas hayan optado por un modelo de gobierno democrático, porque de proliferar, también corre riesgo su propio régimen, y puede que los rusos intenten implantar una democracia con alternancia en el poder y se harten de un liderazgo que pretende proyectase hasta el año 2036.

Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político

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