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El año pasado, en el contexto de las primarias presidenciales, el candidato Daniel Jadue planteó la necesidad que en Chile se estableciera una Ley de medios para regular, evaluar y fiscalizar el modo en que se relacionan los medios de comunicación con la Sociedad civil. Su propuesta recibió todo tipo de burlas y ataques, acusándolo de tener una “postura trasnochada, totalitaria, estatista, chavista” y que atentaba contra la Libertad de expresión. Dichas acusaciones no vinieron solo de la extrema derecha, también del círculo del otro candidato de AprueboDignidad. Sin embargo, hoy, ante el riesgo del cierre del canal LaRed, resulta muy pertinente recoger dichas ideas, pues no es posible que los medios de comunicación deban estar sometidos a la lógica del Mercado, y que tengan que ofrecer a las audiencias solo lo que permiten los auspiciadores y el poder político y económico, y que aquellos que no se someten a estas reglas del juego corran el riesgo de terminar clausurados.
La historia del canal La Red ha sido un constante cambio de dueños y de líneas editoriales. En 1990, el gobierno de Aylwin comenzó con un política de licitación y una sociedad de privados obtuvo la concesión de la señal. Su primer director general fue Sergio Melnick, el ex ministro de la dictadura, y primó una lógica mercantil y economización de gastos. En los años 2000 el canal fue adquirido por el consorcio mexicano Albavisión y la parrilla programática se sustentaba en contenidos envasados del exterior. El ultimo capítulo de este verdadero “culebrón” ocurrió el año 2020 cuando asume la dirección el periodista Víctor Gutiérrez, quien da un giro a la línea editorial, apostando por programas periodísticos, de humor político, de minorías sexuales, de análisis político, de conversación, etc. Fue también el único canal que se atrevió a dar conciertos de música clásica en hora prime o de exhibir documentales como los de Patricio Guzmán (TVN también los posee pero nunca los ha proyectado).
Siempre se ha sabido que la finalidad de poseer un canal de televisión no es para enriquecerse, y a menudo los números son rojos, pero la capacidad de incidir en la vida social y la conducta de las personas es mucho más importante, por algo en su momento Sebastián Piñera compró Chilevisión, y por lo mismo Andrónico Lúksic posee Canal 13 y unas radios, porque aunque no sea un negocio rentable lo importante es influir e incidir en la agenda pública para beneficiar sus propios intereses. A tal grado es la importancia de la televisión para el poder político y económico, que durante el estallido social de 2019 Piñera y La Moneda pauteaban a los canales sobre lo que debían y no debían exhibir a las audiencias. Sin embargo, parece que el actual gobierno aún no toma el peso de la necesidad de un canal público para educar e informar. Lamentablemente no hay señales de que TVN cambie su política de “desinformación”, sobre todo porque han sido ratificados en sus cargos los mismos gerentes y directivos del periodo de Piñera.

Pero lo que sucede con LaRed o TVN no es sino la culminación de una política que ha permitido que una serie de medios hayan desaparecido, con la consiguiente pérdida de pluralismo a favor de la implantación de un discurso hegemónico. La historia parte en 1990, cuando el gobierno de Aylwin opta por financiar mediante el avisaje estatal a medios como El Mercurio y COPESA, en detrimento de los medios alternativos que habían dado la cara ante la dictadura, fue así como fueron desapareciendo las revistas CAUCE, APSI, ANÁLISIS, Fortín Mapocho, el diario La Época, etc. Vaya paradoja, había más pluralismo periodístico en tiempos de dictadura que en la reciente “democracia”. Pero esta operación de apoyar a los grandes medios de derecha continuó durante la transición, y quizás la última víctima de aquella política fue el cierre del diario La Nación durante el gobierno de Piñera.
Patricio López, director de la Radio Universidad de Chile (una de las pocas emisoras que realiza una verdadera labor informativa y cultural) ha señalado que dicho medio recibe “cero apoyo estatal”. En cambio otras, como Radio BioBio, donde sus dueños son verdaderos voceros de la campaña por el Rechazo en el plebiscito, no solo tienen financiamiento del Estado, también de la publicidad de grandes y turbias empresas como SQM o la Asociación de AFPs.
Aún queda por saber cómo concluirá la historia de LaRed, si es que se llega a poner en venta será el triste epílogo de una apuesta novedosa y progresista, y por otro lado, tal vez el empresario Juan Sutil pueda cumplir su sueño de poseer un medio propio para difundir su ideología y censurar voces disidentes
Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político
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