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La cruenta Dictadura cívico militar llevaba 13 años en el poder, cuando el 7 de septiembre de 1986, un grupo de operaciones especiales del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, estuvo a punto de concretar un “tiranicidio”, el ajusticiamiento de Augusto Pinochet, uno de los responsables del asesinato de miles de personas, la desaparición, el exilio, la tortura y sistematización del terrorismo de estado en Chile.
La dictadura iniciada el 11 de septiembre de 1973, que derrocó al gobierno democráticamente elegido del Presidente Salvador Allende en 1970, “no fue un cuartelazo, menos el inicio de una dictadura para restablecer a la oligarquía chilena el poder perdido bajo el gobierno de la Unidad Popular. Fue una intervención completa, del conjunto de las Fuerzas Armadas y de Orden, para reconfigurar a la sociedad chilena sobre nuevas concepciones sociales, políticas y económicas. Fue por tanto, una refundación” (1).
Las fuerzas que llevaron adelante el golpe de Estado y dieron forma y contenido a la dictadura, no se encontraban solas en este objetivo refundacional, ni tampoco aisladas desde el punto de vista político interno. Su correlación de fuerzas fue muy amplia y significativa, la conformaron, el aparato militar del Estado, constituido por las tres ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden (Carabineros), además de sus cuerpos de seguridad. Se aglutinaron con ellas, la Corte Suprema de Justicia y un importante segmento de magistrados del Poder Judicial; los sectores tradicionales de la sociedad chilena en torno oligarquía terrateniente; el grueso de la burguesía financiera y comercial, también los sectores industriales. De igual forma, fueron parte del entramado golpista, importantes sectores de las capas medias (aunque luego se sumaron a la oposición). Sobre todo, los aglutinados en los colegios profesionales como el de abogados, médicos, ingenieros y profesores. Así como transportistas y comerciantes (2).
La obra de refundación, según documentos secretos desclasificados por EEUU, también fue financiada por el departamento de estado norteamericano, quien a través de la CIA prestó colaboración para la desestabilización y los atentados terroristas.
Desde el punto de vista político, destacan los apoyos irrestrictos de la derecha chilena y de una parte importante de la Democracia Cristiana, encabezados por los ex presidentes Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin Azocar. Con estas fuerzas y apoyos, la dictadura llevo adelante la refundación de la sociedad y la economía chilena en torno a la matriz neoliberal. La nueva economía, reforzó el carácter dependiente y exportador de materias primas. Fomentando la inversión extranjera (aparte del cobre) en las áreas forestales, de pesca y agroindustrial. Se privatizaron las empresas del Estado y se privilegió la importación de manufacturas, ahogando y terminando con gran parte de la industria nacional (3).
Pero sin duda, la obra que consolidó a la dictadura y fijó la ruta principal de la refundación capitalista fue la Constitución Política de 1980. Este ordenamiento, en lo fundamental y a modo de herencia, configuró a la sociedad chilena en torno al mercado y estableció los criterios y marcos formales por los que debía desenvolver y caminar el régimen político en Chile hasta nuestros días (3).
No obstante, el proceso de transformación económica y de refundación institucional llevado a cabo por la Dictadura Militar chilena a partir de 1973, se vio obstaculizado, desde 1982, por una severa crisis económica y, un año más tarde, por multitudinarias y radicales protestas sociales con importantes grados de violencia (4).
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En ese contexto de confrontación político social a la dictadura, nace como respuesta política-militar el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) el 14 Diciembre de 1983, que se venía gestando bajo la tutela de la triunfante experiencia revolucionaria y la decisión de un Partido Comunista para llevar adelante la politica de “Rebelión Popular de Masas” RPM, la lucha contra la dictadura en todas sus formas.
Tres años más tarde en 1986, con una álgida y ascendente movilización social y resistencia, se define como “el año decisivo”, para derrocar a la dictadura. La internación masiva de armas por la localidad costera de Carrizal Bajo, daba inicio a una operación de envergadura, que no solo pretendía crear las condiciones de sublevación total del pueblo, si no que también el anhelo de justicia.
Es así como se planificaría la operación político/militar del FPMR, denominada internamente como “Patria Nueva”, que tenía como principal objetivo el ajusticiamiento del tirano, pero también el demostrarle a la lucha organizada del pueblo, la vulnerabilidad del régimen, y con ello motivar el alzamiento generalizado.
La acción fue diseñada y planificada hasta el último detalle por la dirección del FPMR, lo que implicó varios escenarios posibles en cuanto a método y teatro de operación, concluyendo finalmente en la acción que terminaría concretándose la tarde del domingo 7 de septiembre de 1986, cuando Pinochet bajaba de su mansión ubicada en El Melocotón, rumbo a Santiago en caravana de autos con escoltas integrada por miembros de los boinas negras y agentes de servicios de seguridad de la Dictadura(5)
Lo que sucedió esa tarde en los inicios de septiembre, una vez concretada la operación “patria nueva” es conocida e interpretada al antojo de quienes hacen el relato, lo cierto, es que con ese hecho se marcó un antes y un después, y definió el destino de la dictadura. En ese momento Washington encendió las alarmas y por cautela a que se repitieran las experiencias revolucionarias anti-imperialistas de otros países, ordenó a los sectores reformistas (que después se conformaron en la “concertación”) a negociar un pacto con la dictadura, un pacto que lleva más de treinta años salvaguardando los intereses transnacionales, manteniendo un modelo de explotación y despojo.
El manoseado concepto de “Patria” ocupado por las Fuerzas Armadas golpistas, para justificar la dictadura, y que contradictoriamente terminó siendo entreguista a los intereses y capitales foráneos, carga además con el lastre de la delincuencial figura de Pinochet, y actualmente más aún, con los casos de desfalco y corrupción cometidos por miembros del Ejército y Carabineros.
La operación “Patria Nueva” no logró liquidar al tirano, pero demostró que una organización disciplinada, con conciencia política, con moral combativa, con el apoyo irrestricto y solidario del pueblo, pudo hacer temblar a una dictadura títere del imperialismo norteamericano.
Antes que los combatientes Rodriguistas salieran del acuartelamiento para emboscar al dictador y sus esbirros, escucharon desde una radio-cassette el último discurso de Salvador Allende, “Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Notas:
3..-http://www.pacarinadelsur.com/dossier-9/816-la-politica-de-rebelion-popular-de-masas-y-el-movimiento-democratico-popular-mdp-una-mirada-a-la-politica-de-alianzas-del-partido-comunista-de-chile-bajo-pinochet-1980-1988 –
4 (GOICOVIC, 2006; Cf. GUILLAUDAT y MOUTERDE, 1998; SALAZAR, 1990; WEINSTEIN, 1989; DE LA MAZA y GARCÉS, 1985; BRAVO, 2012).
5.-https://www.resumenlatinoamericano.org/2018/09/07/chile-el-atentado-al-tirano-del-7-de-septiembre-de-1986/