Análisis Internacional

“¿Cuándo se jodió el Perú?”

El problema del Perú, al igual que Chile, es que tiene una institucionalidad originada en dictadura que beneficia a una pequeña elite, y un sistema de partidos atomizado y corrupto.

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En 1969 un joven novelista peruano miembro del “Boom Latinoamericano” publicaba una de sus mejores novelas. Ese novelista se llamaba Mario Vargas Llosa y la novela en cuestión era “Conversaciones en La Catedral”. De esa extensa novela surge una frase que ya para entonces cuestionaba el estancamiento y la constante crisis política de su país: ¿Cuándo se jodió el Perú?, aunque esa pregunta se puede extrapolar a otras realidades: ¿Cuándo se jodió Chile? ¿Cuándo se jodió América Latina?

La hemos incorporado como el encabezado de este texto para intentar explicar lo que ha sucedido recientemente en Perú, la vacancia del presidente Castillo, y el golpe de facto llevado a cabo por el Congreso. Sin embargo, este drama político no comienza ni termina con Castillo. Para poner una fecha sobre el origen de esta crisis debemos remontarnos a 1990, cuando un outsider Alberto Fujimori sin partidos que lo apoyaran triunfó sorpresivamente por sobre el novelista Vargas Llosa, que era apoyado por fuerzas conservadoras (En ese entonces, el escritor ya había dado un giro ideológico hacia la derecha). Lo que nadie preveía es que el humilde profesor Fujimori realizaría un auto golpe en 1992, implantando una cruenta dictadura cívico militar (precisamente cuando en el resto de América Latina las dictaduras habían dado paso a gobiernos de transición). A Fujimori no le bastó gobernar con mano de hierro apoyado por las FFAA y la corrupción (simbolizada en su asesor Vladimiro Montecinos, quien incluso hizo turbios negocios con el “honorable empresario chileno” Andrónico Luksic), Fujimori también creó una Constitución ad hoc a su régimen político que le permitía su reelección y manipular a los partidos políticos y a un Congreso títere. Con la caída del dictador en 2000 y el retorno la democracia los gobiernos continuaron con la institucionalidad heredada del Fujimorismo, al punto que el principal partido en el congreso era el que representaba el legado de Fujimori (En Chile la UDI el partido del pinochetismo también llegó a ser el más poderoso y popular, aunque tardó una década para ello). Desde el 2000 hasta la fecha, todos los presidentes peruanos, a excepción de Allan García, fueron unos outsiders con una nula densidad ideológica y que no respondían a las líneas de ningún partido político. Fue así como se sucedieron Toledo (hoy fugitivo en EEUU), Humala (involucrado en dineros del caso Odebretch), Allan García, proveniente del APRA (uno de los partidos más antiguos del Perú) pero que se suicidó antes de declarar en fiscalía, Pedro Pablo Kucznsky (con arresto domiciliaria debido a si elevada edad), Vizcarra también vacado por corrupción, aunque lo que se manifestó fue la pugna entre el congreso y el Ejecutivo, y el ultimo eslabón de mandatarios fallidos es el profesor Castillo, quien desde el primer día de su gobierno recibió la enemistad de parte de los partidos presentes en el Congreso.

Hoy el establishment peruano considera que Castillo fue un tirano, y la fiscalía pretende condenarlo a 20 años. Alberto Fujimori tiene una condena de 25 años por reiterados crímenes y violaciones a los DDHH, por casos de corrupción (donde incluso recibió coimas de empresarios chilenos). A Castillo se lo puede acusar de inepto, de inoperante, de inexperiencia para manejar las riendas del poder Ejecutivo, pero compararlo con Fujimori es excesivo. Quizás la clase alta limeña habría estado más conforme si Keiko Fujimori, la hija favorita del ex dictador, hubiera ganado las elecciones ante Castillo y llegado a la Casa de Pizarro con las mismas malas prácticas de su padre.

Para analizar con más profundidad esta crisis, que lleva más de 30 décadas de inestabilidad política hay que observar con detención otros factores: Según una reciente encuesta IPSOS, Perú es uno de los países con menos confianza hacia la democracia y el Congreso tiene casi de 90% de rechazo. El país requiere de una profunda reforma electoral: en la actualidad existen más de 13 partidos políticos con representación en el Congreso Unicameral, lo que provoca fragmentación y polarización y dificultad para lograr grandes acuerdos. (En Chile esa realidad es peor, existen más de 21 partidos en el Congreso, sin considerar a los independientes y díscolos). Si a un frágil sistema de partidos le sumamos las prerrogativas heredadas del Ejecutivo Fujimorista, estamos en el peor de los mundos, y el choque entre Congreso y la Presidencia serán una constante. Por eso es necesario reformar la Constitución Fujimorista, y desde hace tiempo varias fuerzas sociales vienen empujando la necesidad de realizar una Asamblea Constituyente en el Perú (Cualquier semejanza con la realidad chilena NO ES mera coincidencia). El problema del Perú, al igual que Chile, es que tiene una institucionalidad originada en dictadura que beneficia a una pequeña elite, y un sistema de partidos atomizado y corrupto.

Hoy los muertos en el país hermano, al igual que sucedió en Chile, provienen del pueblo, que no se deja amedrentar con la violencia de las FFAA obsecuentes a los poderes fácticos de Lima. La usurpadora Dina Boluarte dice que es la representante legítima del Ejecutivo, parece que se le olvida que llegó al poder junto con Castillo, y que, al igual que él, no posee respaldo partidista y el Congreso se puede deshacer de ella en cualquier momento.

Lo más vergonzoso en materia de Relaciones Internacionales es lo que acaba de cometer Gabriel Boric, “El presidente chileno en la medida de lo posible”. Una semana antes de ser vacado Castillo, lo tuvo como huésped en La Moneda, con fraternales abrazos y gestos. Sin embargo, tan pronto se enteró de su derrocamiento, Boric fue el único gobernante de América Latina en reconocer el gobierno de facto de Boluarte. Mientras tanto Castillo aún es reconocido como presidente legítimo por los gobiernos de México, Bolivia, Colombia, Argentina. Estos pérfidos actos por parte de Boric lo alejarán cada vez del grupo de países progresistas del Cono Sur. Además, tal como señalé, compartimos los factores institucionales que han detonado la actual crisis peruana. En Chile no estamos tan distantes de esa realidad, y el torpe de Boric debiera tomar nota de aquello.

Por Cristián Martínez Arriagada, Cientista Político

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