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La dicotomía de neoliberalismo y democracia

Se acuerdan de esa frase rimbombante pronunciada por un exaltado ex candidato a La Moneda, hoy Presidente : “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. Si no lo recuerda no importa, hace décadas que nos vienen con el mismo cuento de los cambios, pero no cambian nada.

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Escribe : Tomás Pérez

A inicios del siglo XX, el modelo económico imperante a nivel global era el liberalismo económico. Así pues, el mercado asumió una libertad plena para la comercialización de bienes y servicios, mientras que el Estado poseía una nula participación en esta materia.

Sin embargo, a raíz de la Gran Depresión de 1929, se impulsó un modelo fundado en la teoría económica de Keynes, cuyos cimientos soldaron las bases de un sistema capitalista orientado en un Estado benefactor. En ese sentido, se buscó disipar el desempleo, la perdida de producción y la deplorable situación financiera mediante el intervencionismo estatal. De este modo, el Estado adquirió un rol hegemónico en asuntos como la creación de trabajos, la política monetaria o la regulación de la tasa de interés.

Dicen que las Mineras “mueven montañas”, pero también mueven a gobiernos autodeclarados como ecologistas, mueven a los medios que lavan su imagen, a las corporaciones “culturales” que “entretienen” con cuanta exposición, concierto u obra de teatro, disfrazando el terrorismo empresarial que cotidianamente destruye lo poco que va quedando. Lo que no se mueve, es un pueblo adormecido por la droga mediática y enfermo de individualismo....Por Cefiro Humor Gráfico

 

A poco andar, este modelo de economía mixta se desenvolvió nuevamente en una crisis, generada por los altos niveles inflacionarios y la globalización desmesurada del capitalismo.

Por motivo de lo anterior, se impulsó el sistema neoliberal bajo el objetivo de reducir la injerencia del Estado en el mercado. Inicialmente, este se asentó en América Latina mediante los procesos encarnados por los regímenes dictatoriales. Con posterioridad, naciones como Inglaterra y Estados Unidos se adhirieron a esta línea.

A día de hoy, el neoliberalismo alude a una fase del capitalismo en la cual se derogan las barreras morales que el fundador de esta escuela de pensamiento, Adam Smith, había estipulado para el alcance del mercado. No solo se deja en manos del sector privado a materias como la educación, salud o defensa, sino que también se orientan a los aparatos estatales bajo el beneficio del libre comercio.

Tomando en consideración lo anterior, el neoliberalismo nace como un modelo que busca fortalecer exclusivamente a los sectores más acomodados de la burguesía empresarial. Lo anterior, inherentemente se contrapone a cualquier régimen que pretenda que la soberanía resida en el pueblo. Por lo tanto, esta prótesis del capitalismo es totalmente opuesta a la concepción económica de la democracia.

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En esa dirección, este modelo priva a las y los trabajadores de su actividad productiva y, por tanto, del resultado de sus labores. Tal como indicaba el sociólogo Tomás Moulian, respecto a la construcción de una sociedad capitalista:

«Al convertirse el consumo en un aspecto decisivo de los proyectos vitales, se tiene que producir simultáneamente una transformación del concepto de trabajo. Tiene que producirse una generalizada mercantilización de este. Debe desligarse del placer, de los aspectos vocacionales o de realización, para pasar a ser vivido como proveedor de dinero».1

Aquel fenómeno era explicado por Karl Marx bajo el concepto de la alineación. El proletariado, aseguraba el intelectual de origen prusiano, pierde el manejo sobre el producto y el proceso de su trabajo. Por consiguiente, no se encuentra un mayor significado de las tareas laborales que la consecución del dinero como medio adquisitivo.

Bajo la misma jerga de Marx, de aquí se desprende la enajenación. Esta es el resultado de la separación entre el proletariado y los productos de su trabajo. Así pues, el fruto del esfuerzo de los obreros pasa a ser una mercancía aneja a ellos, la cual es utilizada a beneficio propio de la elite económica para incrementar su capital.

Pero más allá de los términos laborales, el capitalismo inherentemente requiere instalar de forma hegemónica al consumo desde una perspectiva adquisitiva. Es decir, este se aloja como una búsqueda del placer inmediato que se antepone a la satisfacción de las necesidades concretas.

Así pues, se forja una operación cultural destinada a enaltecer deliberadamente al consumo. En ese sentido, se imponen valores familiares, proyectos escolares, estrategias publicitarias y discursos ideológicos destinados exclusivamente a la construcción de un espíritu adquisitivo. Continuando con la línea de Tomás Moulian, él plantea con respecto a este parámetro:

«El desarrollo y expansión de una matriz cultural individualista-hedonista es una herencia de las dictaduras militares o de otros procesos de constitución de un capitalismo neoliberal. Ellas han hecho culminar la mercantilización de las sociedades y producido por tanto el “aburguesamiento” de la cultura. Los sentidos de vida ligados a la matriz comunitaria han sido sustituidos por otros.

Se trata de sentidos de vida centrados en una visión individualista de la realización humana, lo cual exige eliminar las motivaciones altruistas…».2

En definitiva, el argumento funcional del capitalismo es la imposición de una tiranía económica por parte de un sector acomodado de la burguesía empresarial. Bajo esa dirección, el modelo librecambista orienta al aparato estatal en la consecución de la acumulación exacerbada de capitales. Asimismo, este sistema busca instalar al consumo como la piedra angular de la cultura; por consiguiente, aquella práctica se termina transformando en el placer de la satisfacción inmediata, mas no en una necesidad.

Por lo tanto, ante la evidente contradicción entre el neoliberalismo y la democracia, resulta menester abolir las bases del capitalismo. No basta, pues, reformar este sistema de enajenación ni humanizar la acumulación del capital en manos de una elite minoritaria. Es imperativo la construcción de un sistema económico direccionado a las grandes mayorías populares.

Notas :

1.- Moulian, T. (2014). El consumo me consume. LOM Ediciones.

2. Moulian, T. (2014). La construcción hedonista del mundo. El consumo me consume (pp. 23-27). LOM Ediciones.

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