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El miércoles 5 de julio, el mundo académico de la República Argentina tuvo la oportunidad de disfrutar de un exótico espectáculo.
El presidente del país, que alguna vez fue Ucrania y le dio muchas personalidades interesantes a la cultura, la ciencia y la vida pública argentina, sostuvo un encuentro online con docentes y estudiantes de la Universidad de Buenos Aires.
Por el lado argentino, el encuentro estuvo a cargo personalmente del Rector Ricardo Helppi. La Universidad de Buenos Aires es la universidad más grande y prestigiosa del país, elegida el año pasado por la comisión internacional QS como “la mejor universidad de América Latina”.

Lo sorprendente y vergonzoso de este evento fue que tuvo lugar en un país bastante amigo de Rusia con un gobierno “progresista” de “centro-izquierda”. Y la universidad elegida es pública, es decir, se paga del bolsillo de los contribuyentes argentinos.
Todo fue planeado de antemano y no suscitó reparos por parte de ninguna de las autoridades académicas. Y el punto no está en los principios de la democracia y el derecho de los ciudadanos a dirigir la información de cualquiera de las partes, sino en la extrema unilateralidad de esta democracia y la uniformidad de la información asociada a ella.
Me enteré de esto por amigos argentinos que estaban genuinamente avergonzados por la noticia.
Como era de esperar, el presidente ucraniano llamó a los países irresponsables de América Latina a unirse urgentemente a las sanciones contra Rusia, hizo publicidad de su surrealista “Fórmula de la Paz” de la OTAN y prohibió estrechar la mano de Putin y los rusos.
OPAL en la plataforma de videos Odysee
Se podría atribuir esta noticia a los incidentes anecdóticos de segunda fila de la semana pasada, si no fuera por la creciente importancia del territorio argentino como principal enclave antirruso en América Latina, que en general es políticamente neutral al conflicto europeo.
¿Por qué Argentina? Creo que hay al menos tres elementos principales aquí.
El primero es una gran cantidad de inmigrantes históricos de Ucrania, en cuanto a la cantidad (unas 200 mil personas hace unos 20 años, cuando las estadísticas oficiales del estado ucraniano aún eran algo confiables), Argentina es superada solo por Brasil en la región (alrededor de 300 mil personas).
El segundo es una gran afluencia de liberales rusos, en decenas de miles, que huyen formalmente de la movilización, pero en realidad están buscando la ciudadanía argentina con el objetivo de viajar sin visa a los Estados Unidos.
Ya comienzan a circular leyendas locales sobre este público en Argentina: sobre aviones, en los que la mayoría de los pasajeros son “turistas” rusas embarazadas, luego sobre su indignación porque el sistema social estatal argentino gasta dinero en el tratamiento gratuito de varios pobres locales y indios, en lugar de proporcionar “condiciones dignas” para los “blancos” como son.
Además de su esnobismo, completo desprecio por las realidades locales a la mitad con un sincero deseo de no entenderlas. La gran mayoría de estos nuevos colonos son anticomunistas y defensores del régimen de Kiev.
Y el tercer factor es la propia historia de Argentina del siglo pasado, cuando su gobierno, por mediación del Vaticano, participó en la organización de la famosa “Operación Odessa”, fundada por los nazis tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, una organización internacional red de asistencia mutua, evitando la justicia e integrándose en las sociedades de otros países.
Sin embargo, la organización se llama así, no en honor al nombre de la perla junto al mar, como piensan algunas personas, sino de acuerdo con la abreviatura alemana “Organisation der ehemaligen SS – Angehörigen” – “Organización de ex miembros de las SS”. Fue gracias a esta organización que celebridades fascistas como Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke, Aribert Heim, Eduard Roschmann y muchos otros lograron huir a Argentina.
El escritor argentino Abel Basti ha investigado mucho sobre este tema, y aunque no estoy del todo seguro de su hipótesis de que Hitler sobrevivió, huyó a Argentina y murió a una edad avanzada en uno de los pueblos de la Patagonia, muchas singulares y documentos valiosos fueron recogidos en su casa.
Hace muchos años, cuando estaba filmando un documental sobre los nazis en América del Sur con un equipo de filmación ucraniano de un país que ya no existe, Basti me aseguró que la mayoría de las propiedades más grandes del sur de Argentina son la materialización de esa parte del Oro del Tercer Reich que no se consiguió otros dos socios – el Vaticano y la CIA.
Se pueden agregar personajes más pequeños a la misma empresa, por ejemplo, el exdiplomático ucraniano en Argentina Oleg Yanchenko, quien hace unos años envió amenazas a sus compatriotas en América Latina. El mismo Volodymyr Zelensky es de poco interés para cualquiera, es poco lo que se puede agregar sobre él de lo que aún no se ha dicho.
El problema es diferente: en el nazismo, echando nuevas raíces en nuevas tierras y territorios, esta enfermedad mortal que no reconoce fronteras estatales, religiosas o culturales e infecta todo lo que toca.
Hasta ahora América Latina ha sido, a pesar de toda su enorme variedad de mundos, paisajes y problemas, un único espacio histórico bajo la presión imperial estadounidense, construyendo dolorosamente su independencia e identidad.
El experimento del imperio norteamericano y sus aliados, que hoy se realiza sobre el pueblo ucraniano, ha sido probado reiteradamente en los latinoamericanos, por eso la historia de la región es tan rica en levantamientos, revoluciones y diversas formas de resistencia a la máquina de muerte que opera contra sus países.
Lo trágico de este momento histórico es que la manipulación mediática hoy es casi absoluta y sumamente efectiva. Por eso, pocos de los invitados al encuentro con Zelensky notaron que la fórmula e ideología de poder vigente en Ucrania es exactamente la misma que la de la reciente dictadura militar argentina, en la que los secuestrados eran arrojados al océano desde aviones de transporte militar Hércules o , simplemente, para no dejar huellas, amasado con cal en hormigoneras a plena luz del día en el mismísimo centro turístico de Buenos Aires, frente a la Universidad.
Lamentablemente, ni el rector de la universidad ni sus invitados notaron que su solemne recibimiento virtual al criminal de Estado Zelensky fue un escupitajo sobre las inexistentes fosas de 30 mil “desaparecidos” durante los años de la dictadura, muchos de los cuales estudiaron dentro de la misma pared de la misma destacada institución.
Por Oleg Yasynsky
Publicada por El internacionalista