Primero fueron los imperios europeos del siglo XX con sus cañoneros para «cobrar deudas». Ahora, en un alarde de originalidad, Trump y sus cómplices rescatan el mismo libreto, cambiando al “demonizado” de turno. De la “deuda externa” al «narcoterrorismo», el guion se repite: cuando un país del sur se resiste a ser patio trasero, llegan los matones y ladrones, blanqueados por la mediática mercenaria.
Cuando el Congreso de Estados Unidos vota a favor de la masacre, no es solo un acto político. Es un mandato del pueblo. Este texto desgarra el mito de una sociedad inocente y desinformada para revelar una verdad oscura: una cultura que celebra la violencia, la exporta como guerra y la suple con drogas cuando no puede ejercerla. Aquí, hasta el silencio del Papa habla.
Vaya, parece que el “Make America Great Again” en realidad significa “Actuar como un matón con resaca de poder”. Según sus propios asesores, Trump tiene el talante de un alcohólico vengativo y mentiroso. Sueña con bombardear Venezuela, mientras los medios y sus mercenarios aplauden babeando. Trump está escribiendo el manual de cómo una superpotencia puede autodestruirse. El epitafio del imperio, quizás, se escriba en Caracas.
El bloqueo, los apagones y la guerra mediática contra Cuba no doblegan, sino que forjan una resistencia más férrea. Que detrás de la fachada que intentan proyectar, late el corazón indomable de un pueblo educado en el legado de Martí, de Fidel y de generaciones de combatientes. Este pueblo, fiel a su historia, sabe que la unidad es el arma invencible.
Bienvenidos al espectáculo donde Estados Unidos «salva» democracias que casualmente tienen petróleo. Venezuela es hoy el villano de turno, y nuestros medios repiten el libreto de Washington sin ruborizarse. Traidor, en este circo, es el que pide la invasión de su propia patria mientras la llama patria. La hipocresía es el único recurso renovable en esta farsa.
El Caribe vuelve a ser el plató favorito de Hollywood: portaaviones, amenazas vagas y un “cártel” tan ficticio como el guion. La única verdad se les escapó a los gringos: necesitan “entrar” porque Venezuela es un “festín” petrolero y de otros valiosos recursos. Toda una obra maestra del cinismo imperial.
Como ex máximo responsable de la lucha global contra las drogas en la ONU, Pino Arlacchi desmonta con datos irrefutables la narrativa que presenta a Venezuela como un ‘narcoestado’. Frente a las acusaciones de la administración Trump, los informes de su propia agencia, la UNODC, pintan una realidad muy diferente: un país con una cooperación ejemplar, marginal en las rutas del narcótico y víctima de una ficción geopolítica destinada a justificar el acoso por su petróleo.
«Un análisis frío y detallado de la cobertura del New York Times sobre la operación militar estadounidense en el Caribe desnuda los hilos de la maquinaria de guerra psicológica y desinformación del imperio, revelando no solo una agenda oculta contra Venezuela, sino la misma y vieja práctica de fabricar consensos para la intervención.»
La extendida opinión de que lo que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo tiene su origen en el hecho de que “Trump está loco” no deja de ser simplista y banal. Al contrario, creo que tras la actuación de Trump hay un plan muy bien elaborado y concebido por la Fundación Heritage.
Cuál será la postura del nuevo gobierno, con un país que nos ve como su patio trasero y subdito de sus ambiciones imperialistas?. Expresiones del propio Presidente Electo respecto de la situación de países vecinos, nos hacen temer que pudiera dejarse influir por los dictados de Washington.
