El partido que no se jugó
En 1973, la URSS renunció a un Mundial por no jugar en el Estadio Nacional de Chile, convertido en centro de tortura y exterminio. Medio siglo después, Rusia es sancionada deportivamente por la operación especial en Ucrania, mientras que EE.UU. e Israel —responsables de genocidio, invasiones y golpes— nunca han visto a sus atletas excluidos. Lo que revela la doble moral del deporte global.






