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Escribe Cristián Martínez Arriagada, Cientista político
Hace poco se estrenó en los cines la película “The Zone of Interest” o “La Zona de Interés” del director Jonathan Glazer, basado en la novela del mismo nombre de Martin Amis. La película nos muestra con todo detalle la vida cotidiana de la familia del encargado del campo de concentración de Auschwitz: El comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa Hedwig, que se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia en una amplia casa con un bello jardín cerca del campo. Su esposa dirige el orden de la casa, tratando de hacer de ella y de sus alrededores un lugar idílico para la vida familiar.
A pesar del horror que hay justo detrás del inmueble, la vida cotidiana es similar a la que podrían llevar junto a una fábrica de automóviles u otra industria, la diferencia es que esta es una “fábrica de exterminio”. Resulta impresionante observar sus tareas domésticas o asistir a las conversaciones, alejadas del horripilante entramado que ocurre a pocos metros de distancia. Como parte de un orden individualizado y meritocrático, el matrimonio hace lo que se espera de ellos y creen merecer lo que obtienen por ello: nada les impedirá conseguir la vida a la que aspiran, aunque desde la casa se pueda ver el humo de los crematorios durante la noche o se escuchen los gritos de los prisioneros. A veces se aprecia el olor, pero ellos viven ajenos: se preocupan por las mejoras en la vivienda, por ampliar el invernadero o por los ascensos y traslados en el trabajo de Rudolf Höss.
Las debilidades de algún personaje ante la situación de la que nadie habla, no interfieren lo suficiente en el cosmos que han creado, sostenidos por el aislamiento, por los muros que les salvan de la monstruosidad que ellos mismos construyen y evitan a diario. Más allá del propio espacio de vida a la que pone el foco, es sobre todo el retrato del holocausto fijando la mirada en la ausencia moral de quienes fueron parte de él, de la responsabilidad ética de quienes se aprovecharon del exterminio para mantener una posición de salvación. La película nos señala que no estaban libres de culpa. Resulta inevitable encontrar paralelismos a gran escala con la vida contemporánea y con el estado de las cosas de los conflictos actuales: ¿no somos parte de algo parecido? En ese sentido, la película no habla sobre el pasado, sino del presente. Por ejemplo, de la comodidad de la comunidad internacional y, especialmente, de la población del Estado de Israel, mientras que detrás del muro que cerca la Franja de Gaza, se comenten los más horrendos delitos contra la Humanidad,
La manera en la que el director nos muestra y contrasta el día a día de la familia de quien comanda Auschwitz, con reuniones de amigos, niños libremente jugando; mientras justo a un lado se están cometiendo crímenes atroces que solo escuchamos de fondo y ver a esta familia actuar con naturalidad a esto, es simplemente petrificante. Pero esta no es otra película predecible sobre el Holocausto, ni siquiera trata sobre el Holocausto, sino más bien habla sobre “la banalidad del mal”, concepto creado precisamente por Hannah Arendt, una pensadora judía y antisionista.
La película trata sobre la indiferencia y la inhumanidad y nos pregunta sobre qué nos hace humanos. El centro del relato es la maldad del que somos cómplices en lo cotidiano, en tal sentido, todos tenemos algo de esta familia alemana, con padres cariñosos y preocupados, pero más preocupados de su jardín que del sufrimiento de sus “prójimos”. De hecho, los actuales judíos se comportan con la misma inhumanidad que sufrieron sus antepasados hace 80 años atrás, pero ahora deshumanizan al pueblo palestino. “The zone of Interest” se diferencia de películas como “La Lista de Schindler” de Spielberg o del lagrimoso “El Pianista” de Roman Polanki, (ambos cineastas de origen judío), que no aportaron nada al lenguaje cinematográfico con esos trabajos, sino que solo reforzaron la “batalla cultural” del Lobby Sionista revictimizando a los “pobres y sufridos judíos”. El talento del buen cine es saber cómo relatar una historia de forma novedosa, creativa y convincente, pues todos sabemos de memoria las atrocidades cometidas en Auschwitz, pero este filme no nos pretende hablar sobre 1943-1945, sino de los conflictos actuales, de los actuales muros y campos de exterminio, y la misma miserable condición humana, sumado que ahora los victimarios, sin una mínima cuota de remordimiento, pretenden seguir lucrando de su rol de víctimas, tal como vienen haciendo desde 1945.
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