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Mercados abiertos a cañonazos, los cierran los calafates
Escribe Luis Casado*
Cada cierto tiempo el Imperio aplaude, se pasma, enmudece y se encandila ante alguna eminencia deslumbrante que les deja privaos con un par de descubrimientos más viejos que el hilo negro, pero cuya noticia no había llegado aún a la Quinta Avenida.
Hace poco le tocó el turno a un tal Patrick J. Deneen, profesor de su estado, sácate el sombrero y saluda. Como buen académico yanqui, Deneen publica un libro saturado de referencias, datos y estadísticas, acompañados del clamor entusiasta de sus pares: ‘hoy por ti mañana por la Alameda, uno nunca sabe y – justamente – estoy terminando un libro que va a necesitar loas, alabanzas, críticas positivas, comentarios, prensa, mucha prensa y, sobre todo, un editor’.
Patrick J. Deneen hace lo que los católicos llaman un examen de consciencia para la confesión y, con una candidez -real o simulada- que fuerza la admiración, responde a algunas cuestiones aparentemente novedosas que ya eran vetustas en el Antiguo Testamento. Tú ya sabes… ¿He dudado de las verdades de la fe católica? ¿Rezo en algún momento de la jornada? ¿He callado por vergüenza algún pecado mortal? ¿He blasfemado? ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de guardar? ¿He cumplido los días de ayuno y abstinencia?… y cosas por el estilo.
Lo que inquieta a Patrick J. Deneen y le lleva a evacuar un resto de sinceridad es el muy conocido neoliberalismo impuesto urbi et orbi a sangre y fuego en las últimas décadas, justo ahora que el tan vituperado proteccionismo se pone de moda en los países dizque desarrollados.
EEUU, dice Deneen, fue fundado en un zócalo constituido de libertad, de un gobierno reducido al minimum minimorum, del imperio de la ley, de una Justicia independiente de la política, de la virginidad de Wendy y otras maravillas. Pero… Patrick escribe:
En la actualidad, alrededor del 70% de los estadounidenses cree que su país avanza en la dirección equivocada, y la mitad del país piensa que sus mejores días han quedado atrás. La mayoría cree que sus hijos serán menos prósperos y tendrán menos oportunidades que las generaciones anteriores. Cada institución de gobierno de los ciudadanos, y el profundo cinismo hacia la política se refleja en un levantamiento a todos los lados del espectro político contra las élites políticas y económicas.
El sistema legado por los Padres Fundadores incluía elecciones extremadamente democráticas, el recurso del ciudadano de a pie para rectificar rumbos. No obstante, dice Deneen:
Las elecciones, antaño consideradas manifestaciones bien organizadas destinadas a transmitir legitimidad a la democracia liberal, se consideran cada vez más la prueba de un sistema inexpugnablemente amañado y corrupto.
Sistema inexpugnablemente amañado y corrupto…
No lo digo yo. A estas alturas creo necesario precisar, una vez más, que quién se expresa es un académico yanqui, a priori respetable y respetado. Servidor no hace sino citarle, sin lavarse las manos como Pilatos porque lo que Patrick J. Dennen dice como algo nuevo, este pechito lo viene diciendo desde hace un buen rato, después de haber visitado el Imperio no menos de cuatro veces.
Patrick no siente la necesidad de detenerse en tan buen camino, y continua desarrollando su furia analítica:
Es evidente para todos que el sistema político está roto y que el tejido social se está deshilachando, sobre todo a medida que aumenta la brecha entre los ricos y los marginados…
Al respecto, si buscas datos frescos, la mayor parte busca desviarte hacia las diferencias de género, visto que la lucha de géneros remplazó la lucha de clases. No obstante, la verdadera brecha es la que se agrava cada año entre currantes y patrones. Business Insider ofrece esta edificante información:
Según la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, la relación salarial entre un CEO y un trabajador fue de 299 a 1.
El salario medio de los CEO creció casi 3 millones de dólares en 10 años mientras que el de los trabajadores creció menos de 10.000.
El paraíso yanqui muestra así una cara de discriminación atroz, entre los privilegiados y los pringaos. Otro dato:
El año pasado (2023), los directores ejecutivos de las empresas del índice S&P 500 ingresaron 15,5 millones de dólares de media…
Mientras un trabajador normalmente constituido gana U$ 48 mil al año, o sea 323 veces menos. Entonces uno comprende lo que dice Patrick J. Deneen:
Es evidente para todos que el sistema político está roto y que el tejido social se está deshilachando, sobre todo a medida que aumenta la brecha entre los ricos y los marginados…
El yanqui que viene a anunciar la desaparición del Reino de Dios sobre la Tierra hace un balance crudo y descarnado del Estado de la Unión:
Casi todas las promesas que hicieron los arquitectos y creadores del liberalismo se han hecho añicos. El Estado liberal se expande para controlar casi todos los aspectos de la vida, mientras que los ciudadanos consideran al gobierno como un poder distante e incontrolable, que sólo amplía su sensación de impotencia haciendo avanzar implacablemente el proyecto de «globalización.»
No. No está hablando de Chile, sino de los EEUU. Pero para el caso da igual, porque la descripción de Patrick J. Deneen se ajusta a la realidad de todos los países que impusieron el libre mercado como un dogma, y la dominación del gran capital como una religión.
Que esto no es nuevo lo demuestra la Ley que hicieron aprobar Danton y sus secuaces al triunfo de la Revolución Francesa:
“La propiedad privada es sagrada” (sic)
Después del Altísimo, ¡qué digo!, junto al Altísimo, la propiedad privada.
Patrick J. Deneen explica las consecuencias que tal sacralización genera a lo largo del tiempo:
La economía favorece una nueva «meritocracia» que perpetúa sus ventajas a través del relevo generacional, apuntalada por un sistema educativo que separa implacablemente a los ganadores de los perdedores.
El sistema educativo transformado en un pijotero mercado de las pulgas contribuye poderosamente a eternizar y a ampliar esa brutal separación -ese abismo insalvable- entre ganadores y perdedores.
La progresía contemporánea, esa que renunció a hacerse llamar social-democracia por vergüenza, sentimiento de culpabilidad, cambio de brand, remozamiento de la imagen o sustitución del amo, sugiere que las dificultades actuales se deben a una falta de entusiasmo en la fiebre privatizadora, a una incompletud del giro ultra-liberal, y propone profundizar y acelerar la vía que condujo al desastre, en una demostración de la locura que hace creer que haciendo más de lo mismo se obtienen resultados diferentes.
Patrick J. Deneen no cae en esa trampita para políticos asopados. Patrick ofrece otra explicación:
El liberalismo ha fracasado, no porque se haya quedado corto, sino porque ha sido fiel a sí mismo. Ha fracasado porque ha tenido éxito. A medida que el liberalismo «se ha hecho más plenamente a sí mismo», a medida que su lógica interna se ha hecho más evidente y sus contradicciones manifiestas, ha generado patologías que son a la vez deformaciones de sus pretensiones y realizaciones de la ideología liberal.
El liberalismo fracasó… porque triunfó. La desagregación de las sociedades occidentales -que no existen como proclamó Margaret Thatcher para quién solo existe el individuo- es el producto de la victoria neoliberal.
Las consecuencias son terribles, y han llevado al Imperio -primero con Trump, luego con Biden, y ahora de nuevo con Trump- a recoger cañuela y a proclamar esa célebre consigna cuyo acrónimo es MAGA: Make America Great Again. Dicho de otro modo, primero el Imperio, y a la mierda el resto.
El Protectorado occidental, resumido (de resumidero) en la Unión Europea y Japón, no tiene ni fuerza, ni poder, ni voluntad, ni la inteligencia para hacer lo mismo, y por ende sigue siendo una víctima de la sinrazón librecambista.
Sus otrora imperios -Francia, Alemania, Gran Bretaña, España…- que hace un par de siglos abrieron mercados a cañonazos, bombardeando los puertos de las que fueron sus colonias, no están en situación de imponer la protección -el cierre- de sus propios mercados por la sencilla razón que no pueden vivir sin el llamado Sur Global que ahora la lleva. Estos would be calafates, carecen hasta de la estopa indispensable para carenar sus mercados.
Mientras otros construyen Chancay, y otros aún aspiran a devenir picapedreros de un puerto alternativo, la UE se devana los sesos para encontrar el modo de calafatear su territorio. Demasiado tarde.
*Luis Casado, editor del diario electrónico POLITIKA
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