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PUEBLO, CONCIENCIA Y FUSIL: LA PERSPECTIVA HISTÓRICA DE UNA CONSIGNA

El MIR con la consigna que lo caracterizó como un referente revolucionario por casi tres décadas, sintetizó de una manera muy certera, las tres más importantes condiciones que podían llevar a la clase obrera y al pueblo hacia la toma del poder.

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A los 56 años de la fundación del MIR

El 15 de agosto de 1965, fue fundado el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y con este acto se constituye en Chile, la primera expresión de la izquierda marxista que pone en el centro de la táctica de acumulación de fuerzas, la vía armada y el uso de la violencia revolucionaria. Bajo el influjo de la revolución cubana, toda una franja de la joven generación de nuestro país, ve en el proceso revolucionario de aquella pequeña isla caribeña, una re-postulación de los principios y las tesis que inspiraron y dieron lugar a la revolución de Octubre del año 17. En aquel periodo la lucha de las y los trabajadores y del pueblo venía en un alza sostenida, a pesar de la represión, que imponía lamentables bajas al movimiento obrero y popular. Las fuerzas de la izquierda entraban en un importante y significativo proceso de unidad que ponía a la orden del día la transformación revolucionaria de nuestra sociedad.

Archivo Fortín Mapocho

Salvador Allende se destacaba como el líder indiscutido de los sectores del pueblo más avanzados en organización y conciencia; por segunda vez candidato de la izquierda, Allende posibilitó con su dinamismo incansable y su discurso convincente y persuasivo la unidad política y social de amplios sectores obreros y populares. Para él, se trataba de una lucha que disputaba el apoyo de las mayorías en el propio terreno en el que la burguesía dominaba: la legalidad. Allende muchas veces afirmó que un proceso de profundas reformas al sistema capitalista no se hacía incompatible con la conciencia y la voluntad revolucionaria, en tanto estas reformas democráticas se concibieran como pasos definitivos para el progreso y desarrollo social de las masas. Ganar el apoyo de las mayorías implicaba –según Allende- contar en las urnas con la decisión de copar progresivamente los espacios institucionales y legislar a favor de los cambios sin arriesgar retrocesos, por tratarse de políticas que favorecerían indiscutiblemente a las mayorías pobres de nuestro país. Con este pensamiento, se fue configurando el Programa de la “Vía Chilena Hacia el Socialismo” y en torno a este proyecto se alinea una confederación de partidos que llevará el nombre de “La Unidad Popular” y de la que Salvador Allende Gossens será su abanderado.

“NO HAY QUE GUARDAR NINGUNA POSIBILIDAD DE RETORNO BAJO LA MANGA”

Con la elección del candidato popular Salvador Allende, se introduce en el debate de la izquierda chilena, el viejo dilema reforma o revolución y, junto con ello, el sacar a la luz todos los argumentos que justifiquen una u otra vía táctica, pero en función del mismo objetivo estratégico. Con la Unidad Popular se inaugura un nuevo periodo de la lucha de clases en Chile, periodo que fue definido como de un ascenso creciente y sostenido de las luchas del Movimiento Obrero y Popular. La llegada de la Unidad Popular al gobierno, fue la expresión más concreta y evidente de un largo y sacrificado proceso de acumulación, constitución y movilización de fuerzas, que mostró por esos años, los primeros signos de una capacidad más ofensiva y radical de lucha por parte de la clase trabajadora y amplios sectores del pueblo. Las 40 medidas emblemáticas que ofreció como programa la Unidad Popular, en tanto se fueron cumpliendo, profundizó y aumentó la confianza de los sectores más desposeídos hacia el gobierno popular. Por primera vez en la historia nacional, un Presidente se colocaba a la cabeza de extraordinarias y reales transformaciones sociales, políticas y económicas. Mientras esto ocurría, la clase dominante, que miraba con odiosidad el cómo el pueblo se apropiaba y ejercía grados más elevados de protagonismo histórico, iniciaba un camino de conspiraciones que se convirtieron prontamente en una política sediciosa y reaccionaria. La burguesía gravemente alterada en sus cuotas de poder, en complicidad con el imperialismo y los sectores golpistas de las fuerzas armadas, buscaron los modos y mecanismos para frenar a como dé lugar, las iniciativas del movimiento de masas por desatar en Chile los cambios revolucionarios.

Es dentro de este contexto que la Izquierda Revolucionaria hace visible para los trabajadores y el pueblo, un proyecto que convierta la condición de los sectores dominados en su calidad de masa de maniobra del reformismo, a la condición de sujeto de las transformaciones revolucionarias que el país requería. El MIR fue capaz de diseñar para la clase obrera y el pueblo un programa que, valorando la lucha democrático-popular y develando el sentido irreconciliable de los antagonismos de clase, generará en el movimiento de masas la conciencia y la voluntad para tomar en sus manos las riendas del proceso de cambios que se vivía en el país, constituyéndose como un Poder Popular real y efectivo.

"Víctor Jara, nunca podrán borrar tu legado" 

Era necesario señalar a las masas y era necesario, además, proclamar a los sectores del reformismo obrero y pequeño-burgués que en ese instante de la lucha de clases, los trabajadores, el sub-proletariado, los estudiantes y los profesionales, que optaron por los cambios, debían dar una lucha que superara el carácter democrático-reivindicativo y adquiriera, porque así lo exigía la agudización de las contradicciones, el carácter de una lucha revolucionaria por la toma del Poder. El MIR plantea que se ha entrado en una fase de la lucha de clases, en que no puede haber diálogo, porque en aquellas condiciones cualquier diálogo, cualquier advenimiento con el enemigo, resultaría un vergonzoso contubernio contra los intereses de la clase obrera; en ese proceso dado ¡Conciliar es Traicionar!

Avizorando aquel horizonte de polarización de los conflictos de clase, y caracterizando la lucha latinoamericana como un proceso de lucha irreversible por el socialismo y la libertad de los pueblos, Luciano Cruz, en una de sus intervenciones políticas en la Universidad de Concepción y expresando la voz de la izquierda revolucionaria; exhortaba a los jóvenes a iniciar con audacia una lucha resuelta por los cambios revolucionarios, y les conminaba a que en esta marcha “no hay que guardar ninguna posibilidad de retorno bajo la manga”. De ahí en adelante el MIR se puso a la cabeza del compromiso con la revolución socialista y aleccionó a sus militantes para que cumplieran esa tarea con ahínco, perseverancia y espíritu de sacrificio. La lucha revolucionaria debía ser asumida como un verdadero apostolado y para ello, no sólo Marx, Engels y Lenin debían ser considerados como los referentes prácticos y teóricos de esta lucha, sino también el ejemplo de los revolucionarios de la Sierra Maestra en Cuba y particularmente las enseñanzas del guerrillero heroico: Ernesto “Che” Guevara.

LA DUALIDAD DE PODERES

La especificidad del MIR, a nuestro juicio, no estuvo dada sólo por su opción táctica: la lucha político-militar, más bien consideramos que, lo que lo distinguió de los otros sectores de la izquierda, fue la apuesta por asumir de modo consecuente, la preferencia leninista de que, a partir del desarrollo de la conciencia de clase, se comienza a construir de lo simple a lo complejo, de lo pequeño a lo grande, los llamados embriones del PODER POPULAR, entendiéndolo como un poder paralelo al de la clase dominante. Es decir, la clase obrera y el pueblo, no serían ya más, la mera base social de apoyo de un proyecto “revolucionario”. Si un proyecto o programa debía ser revolucionario, sería porque la propia clase trabajadora se constituiría en su impulsora, con y desde, sus propios órganos de decisión política. Al levantar el MIR el Programa de la Revolución Proletaria en Chile, se propone entonces, la conformación -independientemente de la vanguardia- del Sujeto de la Revolución, es decir, la clase obrera junto a sus aliados estratégicos se organizarían como los protagonistas y sostenedores principales del proceso de cambios.

El reformismo de izquierda, acostumbrado como estaba al parlamentarismo burgués, sólo ofrecía a los trabajadores y al pueblo una mera representación, y esto, dentro de una democracia burguesa cuyos mecanismos permanentemente traicionaban las expectativas populares de mayor justicia social. El reformismo, no lo podemos negar, acompañó al pueblo en miles de jornadas heroicas de lucha, también contribuyó a forjar una conciencia de clase que posibilitó a las y los trabajadores reconocer en el sistema de los patrones una estructura de explotación y abuso, aportó a las esperanzas populares la certeza de que el socialismo era un norte propio y de verdadera superación de la explotación objetiva que el capitalismo les imponía. Sin embargo, el reformismo, no supo separar aguas de los que ayer habían renegado del marxismo y al igual que ellos, se subordinaron a lo que Lenin llamó el cretinismo parlamentario, haciendo que los trabajadores no fuesen más allá de la lucha economicista, buscando reformas que permitieran arrebatar a la burguesía mejores niveles de vida dentro del sistema. El MIR, en cambio, retoma las tradiciones anticapitalistas y antiimperialistas de lucha, rescata el socialismo como una tarea posible y realizable y plantea que sólo la revolución, que sólo el levantamiento consciente y organizado de la clase obrera y sus aliados, hará real y concreta su emancipación social, económica y política.

El MIR con la consigna que lo caracterizó como un referente revolucionario por casi tres décadas, sintetizó de una manera muy certera, las tres más importantes condiciones que podían llevar a la clase obrera y al pueblo hacia la toma del poder: un Pueblo unido, una Conciencia de clase elevada y consistente, un Fusil que fuese signo de la única vía que asegura el triunfo revolucionario; la lucha armada. Esta consigna que fue pintada primero en las paredes de los territorios populares, luego se convirtió en un llamado de atención para los trabajadores y el pueblo, a los pocos años se transforma en el grito de combate de un amplio contingente de obreros, campesinos, pobladores, estudiantes e intelectuales que abrazaron la lucha por el socialismo en Chile. Esta consigna también resonó en las grandes alamedas advirtiendo a los vacilantes contra el golpismo y la sedición. Y cuando se impuso la contrarrevolución, esta consigna continuó estimulando el espíritu rebelde de miles de combatientes que resistían a la dictadura civil-militar de los monopolios; en las industrias, en las poblaciones, en las escuelas y universidades, como también en los centros de torturas y en las cárceles de la dictadura. Detrás de esta consigna, estaba toda una generación de jóvenes, audaces, valientes, generosos; los mejores hijos e hijas de nuestro pueblo.

Al realizar este rápido recuento, en el que se han entremezclados el sacrificio, la conciencia, el compromiso y el combate decidido por la revolución y el socialismo, nos inclinamos ante la memoria luminosa de nuestras heroínas y héroes de siempre, nuestro sentido homenaje a:

Luciano Cruz, Arnoldo Ríos, Milton da Silva, José Gregorio Liendo, Diana Arón, María Galindo, Bautista Von Schouwen, Arturo Villavela, Adolfo Palleras, Erwin Mancilla, Sergio Pérez, Dagoberto Pérez, Lumi Videla, Juan Carlos Gómez, Paulina Aguirre, Sergio Ruiz, Hnos.Vergara Toledo, Miguel Enríquez E.

Y a tantos miles, convencidos de que “en una revolución se triunfa o se muere en el intento.”

La lucha continúa:
Impulsando la convergencia revolucionaria.
El rearme de la conciencia de clase.
Reconstruyendo el Movimiento Obrero y Popular.
Desarrollando la lucha por las demandas y los derechos
del pueblo.

Por POR LUCIO PAROT

Artículo publicado en Revista CONO-SUR: Correo revistalatinoamericanaconosur@gmail.com

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