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Argentina y la Mala Memoria

El rango etáreo entre 16 y 25 años, el 26,6% vota Milei y en el segmento entre 26 y 42 años lo apoya el 33%. Es decir, las generaciones que no vivieron en carne propia la dictadura apoyan al “economista outsider”. Sin embargo, esa misma generación ha usado y abusado de los subsidios estatales y de la educación gratuita, beneficios que ese mismo candidato pretende hacer desaparecer.

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Escribe Cristián Martínez Arriagada, cientista político.

Según un estudio elaborado por la Universidad Austral de Buenos Aires, la empresa Poliarquía Consultores y el Colegio de Abogado de la Ciudad de Buenos Aires, el 72% de los argentinos no está satisfecho con la Democracia y el 50% aceptaría que el gobierno no sea democrático con tal que resuelva sus problemas. Todos estos datos salen en el contexto de la actual elección presidencial en Argentina y explican, de algún modo, la popularidad del neofascista-libertario Milei. Es lamentable que la población esté dispuesta a desechar la Democracia, que recuperaron hace tan solo 40 años, con todo el costo humano y social que implicó aquel régimen genocida.

Tampoco es coincidencia que los principales votantes de Milei sean los jóvenes: en el rango etáreo entre 16 y 25 años, el 26,6% vota Milei y en el segmento entre 26 y 42 años lo apoya el 33%. Es decir, las generaciones que no vivieron en carne propia la dictadura apoyan al “economista outsider”. Sin embargo, esa misma generación ha usado y abusado de los subsidios estatales y de la educación gratuita, beneficios que ese mismo candidato pretende hacer desaparecer. Pero tipos como Milei no son algo nuevo en la Argentina, la diferencia es que hoy los mensajes se masifican de modo instantáneo a través de las Redes Sociales. Basta recordar a Domingo Cavallo y el terrible daño que provocó a la economía con sus experimentos sui géneris. La única diferencia es que Milei es más vehemente, más alocado, tiene más cabellera que Cavallo, pero ambos prometían soluciones fáciles e inmediatistas para problemas complejos.

Domingo Cavallo comenzó su carrera pública como presidente del Banco Central en 1982, en plena dictadura de Galtieri. Luego, entre 1989 y 1991 fue ministro de RREE de Menem, y ministro de Economía entre 1991 y 1996. En 2001 vuelve nuevamente al ministerio de Economía, ahora en el gobierno de De la Rúa, fue ahí donde crea el famoso “corralito” que culminó con un estallido social, con más de 30 muertos y la huida del presidente.

En 1991 había creado la Ley de Convertibilidad del Austral, que fijaba la paridad entre el peso y el dólar (algo similar a la idea planteada por Milei), con eso Cavallo logró detener la inflación en forma artificial, y fueron los famosos años de la “Plata Dulce” que implicó el futuro endeudamiento de las clases medias. Entre 1997 y 1999 Cavallo fue diputado por la Capital Federal, y en 1999 compitió por la presidencia de la república, obteniendo el tercer puesto con el 10% de los votos. En 2002 fue detenido por el caso de “Tráfico de Armas” igual que Menem, pero finalmente se decidió absolverlo. En 2012 fue acusado de caso de “sobresueldos” también junto a Carlos Menem.

A pesar de las críticas que se le achacan al Peronismo, acusándolo como el terrible monstruo que destrozó el esplendor de un país que iba camino a convertirse en potencia mundial, no debemos olvidar que, cada vez que un presidente, peronista o no, proponía un proyecto de país, ocurría un levantamiento armado o cruento golpe de Estado. Así sucedió en 1930, derrocando al presidente radical Yrigoyen, luego, en 1955 derrocan a Domingo Perón, en 1962 los militares derrocan al radical Arturo Frondizzi, en 1966 al presidente radical Arturo Illia. Aquel régimen militar fue rotando en sus cabecillas, pero duró hasta 1973. Por último, tenemos “el Proceso” encabezado por Videla y compañía en 1976. De esta forma, es muy difícil proyectar el desarrollo de un país, si cada 4 años los militares interrumpen todo y se debe partir de foja cero.

"Víctor Jara, nunca podrán borrar tu legado" 

Ahora bien, sacando de esta ecuación al nefasto gobierno de Carlos Menem, que de peronista tuvo poco o nada, hay que hablar de cifras en serio, y en ese sentido tanto el primer periodo de Perón (1946-1951), como el tercero (1973-1974) fue donde la economía nacional se vio más fortalecida, redistribuyendo la riqueza, impulsando la nacionalización de sectores básicos y llamando a un acuerdo tripartito entre los sindicatos y la patronal. Este acuerdo había comenzado con el breve gobierno de Héctor Cámpora (1973), donde se bajó la inflación, se recuperaron los salarios reales (que habían sido congelados por los militares en 1966), y esto permitió expandirse a la clase media. En 1974 la inflación cayó a 30% (en 1972, en plena dictadura de Lanusse, era de 79%). Sin embargo, todo aquello terminó con la muerte de líder, pues su torpe mujer se asesoró con neoliberales y con grupos anticomunistas (La temible Triple A). Isabel Perón nombró a Celestino Rodrigo como Ministro de Economía para aplicar una terapia de shock, esto generó un levantamiento social: “El Rodrigazo”, pero también puso en alerta a las FFAA. Al poco tiempo la Junta Militar ya encabezaba la Nación y tenía a José Martínez de Hoz como ministro de Economía, cuya intención era seguir la línea aplicada en Chile por los Chicago Boys. Entre 1975 y 1990 la deuda externa creció de 4.890 millones de dólares a más de 65.000 millones, por su parte, la desocupación crecía de 700.000 a más de dos millones. Hiperinflación, des industrialización, cesantía, endeudamiento externo, ese fue el legado de la última dictadura argentina, sin considerar su rastro de sangre, muerte y violencia.

Todo lo anterior no tiene la intención de hacer una defensa a ultranza del peronismo, sino para señalar que los problemas sociales son mucho mas profundos y se debe poseer una mirada de largo plazo, considerando el rol jugado por todos los actores políticos. Y que lo que ocurra en Argentina nos debe hacer reflexionar también en Chile sobre cómo es posible que sociedades donde aún hay familias que buscan a sus desaparecidos acepten de buenas a primeras proposiciones filo fascistas y donde se reniega tan fácilmente de la democracia.

Foto Portada «Tríptico manos anónimas», de Carlos Alonso (Pablo Alonso)

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